Distop¨ªas tecnol¨®gicas: el nuevo cine futurista transcurre en el presente
De una pel¨ªcula sobre la posibilidad de resucitar a los muertos a un ¡®remake¡¯ costumbrista de ¡®Star Wars¡¯, varios t¨ªtulos presentados en la Berlinale hablan de un porvenir que se parece mucho al mundo de hoy
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Transcurren en un tiempo vagamente futurista, a solo un pu?ado de a?os vista. Una d¨¦cada, a lo sumo. Imaginan un porvenir inminente en el que ser¨¢ posible resucitar a nuestros muertos por unas horas o cambiar ¨ªntegramente de rostro al gusto del consumidor. Proyectan sociedades marcadas por los conflictos entre grupos enfrentados y por la nostalgia por un tiempo mejor que no supimos apreciar como merec¨ªa. El nuevo cine futurista presentado en la Berlinale imagina futuros dominados por una serie de neurosis que tal vez agrav¨® la pandemia, memento mori del que todav¨ªa nos recuperamos, pese a fingir que todo va bien. Mientras las gafas de realidad mixta y la criogenizaci¨®n se convert¨ªan estos d¨ªas en una realidad inminente, el festival reaccionaba imaginando caminos que parecen imposibles, hasta el d¨ªa en que el mundo decida seguirlos. As¨ª sucede siempre con la ciencia ficci¨®n.
El cine futurista siempre ha hablado del presente, pero pocas veces lo ha hecho de manera tan transparente. En la nueva pel¨ªcula protagonizada por Gael Garc¨ªa Bernal, ambientada en un futuro cercano, el luto ya no es una experiencia obligatoria, sino voluntaria. Las nuevas tecnolog¨ªas permiten resucitar temporalmente a nuestros seres queridos, solo que en cuerpos distintos, prestados por ciudadanos a cambio de una remuneraci¨®n (?el nuevo trabajo sexual?). Another End, dirigida por Piero Messina, sucede en una sociedad multiling¨¹e y transnacional, pero dominada por la incomunicaci¨®n y convertida en un gigantesco no lugar, como si varias pestes modernas la hubieran arrasado. Garc¨ªa Bernal interpreta a un viudo ¡ªun personaje que abunda, tal vez no por casualidad, entre las pel¨ªculas del festival¡ª que acepta pasar unos d¨ªas adicionales con su pareja, fallecida en un brutal accidente, y prepararse as¨ª para su muerte. En la pel¨ªcula, lastrada por una pulsi¨®n permanente hacia lo intenso y lo relamido, el simulacro y la experiencia real ya son casi lo mismo, y la supresi¨®n a toda costa del dolor se ha convertido en un imperativo categ¨®rico. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
En ¡®Another End¡¯, el simulacro y la experiencia real ya son casi lo mismo, y la supresi¨®n a toda costa del dolor se ha vuelto un imperativo. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia
M¨¢s cercana a los postulados de la serie B, solo que revisitados en clave indie ¡ªproduce A24, la Miramax de nuestro tiempo, solo que sin Weinsteins a la vista¡ª, A Different Man tambi¨¦n imagina un tiempo no muy alejado del nuestro, en el que se ha inventado una cirug¨ªa facial que cambia la vida de quienes se someten a ella. Es el caso de Edward, un hombre afectado de neurofibromatosis, trastorno gen¨¦tico que provoca deformaciones en la cara, adem¨¢s de una exclusi¨®n permanente en su vida profesional y afectiva. Al someterse a ese tratamiento, la desfiguraci¨®n termina, las mujeres se le tiran encima y logra el ¨¦xito que se le resist¨ªa, pero sus inseguridades no desaparecen. Tal vez el problema no fuera su rostro, sino ¨¦l.
Dirigida por Aaron Schimberg, es la historia kafkiana de un hombre normal que se convierte en monstruo, pese a que las apariencias indican lo contrario. Es un cuento g¨®tico sobre la belleza y la fealdad moral, con momentos brillantes e hilarantes, pero tambi¨¦n cierto embrollo narrativo en el tramo final, que tal vez lastren lo que pudo ser una extraordinaria parodia sobre una obsesi¨®n por la perfecci¨®n f¨ªsica que no es nueva, pero que tal vez vaya en aumento (que ya es decir).

L¡¯ empire, lo nuevo de Bruno Dumont, tambi¨¦n transcurre en un futuro sospechosamente parecido al presente. Un pueblo franc¨¦s donde nunca pasa nada se convierte en escenario de una batalla gal¨¢ctica entre dos fuerzas extraterrestres que luchan por el control de la Tierra. Una quiere provocar un nuevo apocalipsis y la otra, instaurar un reino de paz. Dumont, profesor de Filosof¨ªa que se hizo conocido en los noventa con austeras pel¨ªculas aclamadas en Cannes como L¡¯humanit¨¦, reinventa su cine con este remake costumbrista de Star Wars, gobernado por un id¨¦ntico conflicto entre el bien y el mal, que resulta admirable por su absoluta desfachatez: las naves espaciales son reconstrucciones de iglesias g¨®ticas y los lugare?os, interpretados por actores no profesionales, caminan por la calle con sus espadas l¨¢ser, como caballeros Jedi de andar por casa.
Los subtextos abundan: la lucha entre clanes con proyectos pol¨ªticos incompatibles recuerda a la del presente, igual que la psicosis general ante la desaparici¨®n del mundo tal como lo habremos conocido, cada vez menos hipot¨¦tica. Pero, tras un arranque sugerente, la pel¨ªcula cae en una austeridad que impide todo disfrute. Solo queda la perplejidad, lo que tal vez no sea suficiente.

Si el cine futurista se ha acercado al naturalismo, tal vez sea porque la realidad ya es una distop¨ªa en toda regla. Lo demostr¨® la irrupci¨®n de la covid, cuando muchos tuvieron la sensaci¨®n de vivir dentro de una ficci¨®n. Para el director Olivier Assayas, ese sentimiento no ha terminado del todo. Su nueva pel¨ªcula, Hors du temps, combina dos registros que cualquiera hubiera evitado alternar: el comentario l¨ªrico sobre la infancia del director, narrado por ¨¦l mismo, en una casa de la periferia m¨¢s buc¨®lica de Par¨ªs, y la comedia ligera sobre el primer confinamiento rodada en ese mismo hogar campestre. Tal vez sea la pel¨ªcula menos recatada de Assayas, que expone en ella parte de su intimidad, su relaci¨®n conflictiva con sus allegados, su apego burgu¨¦s por el patrimonio y sus pronunciadas neurosis, que no trata con el sarcasmo necesario para que funcionen en el plano c¨®mico.
La pel¨ªcula desentra?a la que fue nuestra realidad durante meses, con sus reglas inflexibles de distancia social, sus mundos ef¨ªmeros de plexigl¨¢s, cantidades industriales de antis¨¦ptico y palabros que nos apresuramos a olvidar. Y nos recuerda que, por aquel entonces, el laboratorio Pfizer pronostic¨® que la pandemia no desaparecer¨ªa del todo hasta 2024. Tal vez por eso el cine empiece a conmemorar aquel tiempo del que no salimos mejores.
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