Salvar a Sebald
Nada en el autor fue alguna vez retroceso o avance en el tiempo, sino lucidez y espanto de verse encuadrado en el discurso de la modernidad
De lo que quiero hablarles es de una conversaci¨®n entre dos brillantes ensayistas y narradores espa?oles que profundizan sobre la obra de W. G. Sebald y la vigencia de su pensamiento literario. De un di¨¢logo construido como una inmensa, magn¨ªfica miniatura en forma de libro, titulado Prosa del mundo, poes¨ªa de lo pertinente. Un libro que parece ¡°conversado¡± en los oscuros confines de dos conciencias. Dialogan Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n y Cristian Crusat dedic¨¢ndose a salvaguardar la obra de Sebald y, como se dice en un momento del libro, a salvaguardar la literatura de la pr¨¢ctica prostituida y absolutamente mec¨¢nica hacia la que hoy deriva.
Aun sabiendo que puede ser debatible, Men¨¦ndez Salm¨®n no duda en llamar ¡°maestro¡± a Sebald por pertenecer, dice, a esa fecunda trayectoria que en Alemania se mantiene viva, la del intelectual que ense?a a pensar. De hecho, Sebald significa para Men¨¦ndez Salm¨®n ¡°la apertura de la narraci¨®n al logos ensay¨ªstico y a una cierta dimensi¨®n forense, la voluntad ¨¦tica de la literatura y la noci¨®n de responsabilidad¡±.
Por su parte, Cristian Crusat, que tambi¨¦n considera que el discurso literario de Sebald contin¨²a siendo crucial, defiende la obra de este de todos aquellos que delatan no haberle le¨ªdo al considerarle ¡°nost¨¢lgico de tiempos mejores¡± cuando precisamente ¨¦l detestaba ¡°cualquier atisbo de misticismo de la naturaleza, primitivismo o ensalzamiento del terru?o, cuya sola evocaci¨®n llegaba a ser fuente de angustia y repulsi¨®n: la p¨²trida patria de cu?o rom¨¢ntico¡¡±.
Y es que nada en Sebald, el autor de P¨²trida patria, fue alguna vez retroceso o avance en el tiempo, sino lucidez y espanto de verse encuadrado en el discurso de la modernidad, tan peligroso, como ¨¦l mismo vio, al encerrar ¡°un rasgo terrible: nunca regresamos¡±. Para Crusat, Sebald fue tambi¨¦n un aut¨¦ntico maestro y habla de ¡°regresarlo¡± en unos tiempos en los que, como puede observarse, ya no vuelven muchos de los grandes de la narrativa europea de fin de siglo, en muchos casos por esa prisa demente de las novedades que en ocasiones rompe la antes razonable continuidad de las mejores ideas.
En Sebald hay un sabio a la hora de unir ficci¨®n y pensamiento y un escritor h¨¢bil a la hora de, por ejemplo, colocar un objeto como centro de la acci¨®n y lograr que este arroje una extra?a luz sobre alg¨²n episodio hist¨®rico. Su obra se decant¨® en todo momento por su predilecci¨®n por la miniatura en el arte, una toma de posici¨®n de la que se desprend¨ªa una ¨¦tica: la de aborrecer todo lo que existe a gran escala. Vemos, pues, que no solo en su condici¨®n de ¡°paseante solitario¡± conectaba Sebald con Robert Walser, sino tambi¨¦n en su menos explorado y conmovedor afecto por lo peque?o: pasi¨®n que a Walser le llev¨® a escribir, por ejemplo, su c¨¦lebre discurso a un bot¨®n.
De esa concentraci¨®n intensa en la materia tratada y de la belleza de la miniatura y la brevedad parece surgir este libro-conversaci¨®n tan ins¨®lito por estos parajes que fascinar¨¢ a los amantes de los libros de verdad.
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