Muere Attilio Cassinelli, maestro de la literatura infantil y de la sencillez, a los 100 a?os
El autor italiano public¨® a lo largo de su vida unas 200 obras para los m¨¢s peque?os, entre la ilustraci¨®n de cl¨¢sicos y sus propias historias, siempre marcadas por una oda a lo simple y a los peque?os detalles
Los peque?os no paran de hacer amigos. Y, sin embargo, acaban de perder al m¨¢s mayor de la pandilla. Muchos ni le conoc¨ªan personalmente. No se sub¨ªa con ellos a un tobog¨¢n ni correteaba por el parque. Aun as¨ª, siempre fue uno m¨¢s del grupo. Porque desde su casa, a miles de kil¨®metros, Attilio Cassinelli jam¨¢s dej¨® de cuidar a todos sus min¨²sculos compa?eros por el mundo. Les dio amor y respeto. Les ense?¨® la sencillez. Siempre se entendieron a la perfecci¨®n, aunque ¨¦l ten¨ªa much¨ªsimos a?os y ellos, a veces, ni llegaban a uno. Dedic¨® el siglo de vida que le toc¨® a contar y dibujar historias para lectores min¨²sculos. Y no cabe duda de que hubiera seguido incluso con los 101 a?os que cumpl¨ªa el 18 de junio. Por desgracia, se ha tenido que marchar antes, como confirm¨® su hija Alessandra a este diario. Hasta las mejores f¨¢bulas terminan. Aunque Attilio continuar¨¢ haciendo amigos, cada vez que otro ni?o descubra sus libros.
Hay m¨¢s de 200 entre los que elegir. Y en una quincena de lenguas, incluidos castellano, euskera y catal¨¢n (por el sello Edeb¨¦). Osito ayuda a las abejas a encontrar nuevas flores. Una cabra glotona se come las hojas que los ratoncitos Titta y Meo hab¨ªan recogido con tanto esmero. Todos quieren jugar con el perrito Bob, pero antes cada uno debe resolver una tarea. Tambi¨¦n hay cerditos que construyen casas fr¨¢giles, abuelas con orejas demasiado grandes o una marioneta que no puede mentir sin que se le alargue la nariz. Porque Attilio (G¨¦nova, 1923 - Novi Ligure, 7 de junio de 2024), como se le conoc¨ªa, ilustraba cuentos cl¨¢sicos, adem¨¢s de inventar sus propias tramas. O juegos de mesa, domin¨®s y hasta un zoo de papel. Siempre, eso s¨ª, a su inconfundible manera.
¡°Realmente no s¨¦ c¨®mo debe ser un buen libro para ni?os. Solo puedo decir que siempre he buscado la ligereza y la s¨ªntesis. Creo que las cosas sencillas son m¨¢s f¨¢ciles de llevar¡±, aseguraba ¨¦l mismo hace dos a?os. Trazos marcados y limpios. Colores vivaces. Historias sencillas, al menos en apariencia. Una pincelada de humor. Pocas letras, y may¨²sculas. A veces incluso ninguna. Attilio rehu¨ªa de las grandes pretensiones. Tal vez porque le bastaba con la mayor de todas: contentar a quien lee por primera vez.
¡°No escribo para ellos, sino para m¨ª, para el ni?o que fui hace much¨ªsimo tiempo. Si la cosa sigue funcionando, tal vez sea porque los ni?os no han cambiado mucho o porque, al menos de jovencitos, tenemos algo que nos hace iguales a todos¡±, contaba Attilio. Lo hizo durante unas cuantas d¨¦cadas. En 2020, celebr¨® cinco, con la primera muestra que la Galer¨ªa de Arte Moderno y Contempor¨¢neo de Roma dedic¨® a un ilustrador. Su madre desapareci¨® demasiado pronto. Su padre quiso que trabajara en un banco. Pero Attilio quer¨ªa dibujar. Pintura, dise?o gr¨¢fico de publicidad. Y, finalmente, literatura infantil. En 1966, en su estreno en la Feria de Bolonia, la m¨¢s importante del sector, colg¨® en un peque?o stand su ¨®pera prima, La casa en el ¨¢rbol. Cuando regres¨® medio siglo despu¨¦s, la cita le dedic¨® un gran homenaje.
Aunque los reconocimientos se acumulan. Le han llamado ¡°poeta en im¨¢genes¡±. A saber cu¨¢ntos ilustradores empiezan inspirados por las creaciones del maestro. Despu¨¦s de que pasara por una cirug¨ªa complicada en los a?os ochenta, una clase de ni?os de Sicilia le envi¨® dibujos, cartas y un regalo. ¡°Me hizo sentir importante¡±, lo agradec¨ªa ¨¦l. Como hacen los buenos amigos, sobre todo en los momentos dif¨ªciles.
En su vida, presenci¨® muchos: la Segunda Guerra Mundial, las protestas del 68, la (pen)¨²ltima crisis. Pero, pasara lo que pasara, sus p¨¢ginas siguieron ofreciendo un refugio hecho de humanidad y ternura. Y, de paso, renovaban la esperanza de que alg¨²n d¨ªa el mundo se pareciera m¨¢s a sus libros.
Aunque tampoco Attilio escrib¨ªa de espaldas a lo que le rodeaba. Una de sus ¨²ltimas obras, Non sono connesso (No estoy conectado), muestra la diversi¨®n que aguarda si se mira m¨¢s all¨¢ de la pantalla. Sus libros llevan tanto tiempo siendo ecologistas que cabe fantasear con que estuvieran en la librer¨ªa de la reci¨¦n nacida Greta Thunberg. ¡°En las tramas entran siempre argumentos primarios tangibles, como la naturaleza, los animales, los ¨¢rboles, la amistad o merendar juntos. La vida del campo, la que prefiero¡±, lo explicaba ¨¦l.
Otras cosas, en cambio, no las aclaraba. Siempre reivindic¨® la inteligencia de sus lectores y, a menudo, colocaba en sus libros una doble p¨¢gina sin texto. Un gui?o, una invitaci¨®n a jugar con los pensamientos: ¡°Creo que cada cuento debe incluir una pausa, un respiro hecho solo de una atm¨®sfera, o un silencio. Y me gusta pensar que un vac¨ªo permite al ni?o imaginar una parte de la historia¡±. Attilio se fiaba de sus peque?os lectores, sab¨ªa que a veces no hac¨ªa falta explayarse. Es lo que tienen los amigos: lo entienden todo sin decir nada. Incluso cuando deben decirse adi¨®s.
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