M¨¢laga, fuera de carta
Al margen del men¨² tur¨ªstico de rigor, el encanto de esta ciudad reside no solo en sus lugares emblem¨¢ticos, sino tambi¨¦n en la gente, las historias, los sabores y las perspectivas de muchas de las calles y rincones que, a pocos pasos, los rodean
Muy cerca de la Alcazaba, de la playa de la Malagueta o de la calle del Marqu¨¦s de Larios vibra otra M¨¢laga: la de las tabernas y comercios centenarios llenos de vida, la de museos que fueron c¨¢rcel de estrellas y hotel de reinas y la de cautivadoras historias como las de los futbolistas que saltaron a la fama tras cambiar el bal¨®n por las joyas o los pasteles. Una M¨¢laga de ayer a¨²n por descubrir hoy en los techos de sus tiendas, los s¨®tanos de sus edificios o en c¨®mo sirven sus bebidas, como el caf¨¦ o el verm¨². Un paseo por las zonas en las que las v¨ªas principales se cruzan con otras secundarias que permiten desviar la visita hacia la ciudad, para muchos, a¨²n desconocida.
En la trasera de la calle del Marqu¨¦s de Larios
Donde el comercio malague?o de siempre sigue vivo
La calle del Marqu¨¦s de Larios es el coraz¨®n comercial de la ciudad y el centro de sus liturgias: su Navidad, su Semana Santa y sus rebajas. Pero tambi¨¦n es la esencia de la arquitectura decimon¨®nica con la que la pujante burgues¨ªa quiso llevar la modernidad a M¨¢laga. La v¨ªa se construy¨® siguiendo las tendencias que llegaban de Chicago (EE UU) a finales del siglo XIX: equilibrio y simetr¨ªa, estructuras met¨¢licas con exteriores de piedra y una gran avenida que sustitu¨ªa las tortuosas callejuelas medievales. Estas tendencias tambi¨¦n supon¨ªan una revoluci¨®n en cuanto a higiene: las esquinas redondeadas de los edificios permit¨ªan que el aire del mar se llevara los malos olores. Y, mientras los bajos se destinaban a todo tipo de comercios, las viviendas fueron las primeras en tener ba?o. Recorrerla es familiarizarse con la M¨¢laga m¨¢s sofisticada, vibrante y bulliciosa, pero escaparse de la ruta convencional y caminar por las calles aleda?as, menos concurridas, permite descubrir c¨®mo sabe la ciudad m¨¢s tradicional.
Tomando la v¨ªa de Nicasio Calle o el pasaje de Chinitas, alej¨¢ndose del foco tur¨ªstico, se llega a la Cerer¨ªa Zalo, en el 10 de la calle de Santa Mar¨ªa, que con 300 a?os de historia es el negocio m¨¢s antiguo de la ciudad y a¨²n est¨¢ regentado por la misma familia. All¨ª se venden objetos religiosos, desde figuras para el bel¨¦n a elementos para la Semana Santa. Cerca, en los techos del 7 de la calle de Granada, se conservan dos llamativos lienzos decimon¨®nicos -una alegor¨ªa del progreso y un homenaje a Cervantes-, atribuidos al pintor mallorqu¨ªn Jos¨¦ Ponce, que decoraban la antigua joyer¨ªa-relojer¨ªa Ghiara, ocupada ahora por una popular franquicia de gafas de sol.
El joyero que jug¨® con Santiago Bernab¨¦u
En el n¨²mero 2 de Marqu¨¦s de Larios saluda al visitante una elegante joyer¨ªa fundada por el polifac¨¦tico empresario Aurelio Marcos Bartual. Abogado, promotor inmobiliario y gem¨®logo aficionado, este valenciano nacido en 1904 se convirti¨®, mientras estudiaba Derecho en la capital, en defensa del Madrid. All¨ª comparti¨® vestuario con Santiago Bernab¨¦u, despu¨¦s m¨ªtico presidente del club. Coincidieron en 1920, cuando el equipo recibi¨® el t¨ªtulo de Real por parte de Alfonso XIII. Pero Marcos Bartual ten¨ªa otros planes en mente. Se traslad¨® a M¨¢laga tras obtener plaza de funcionario y su esp¨ªritu emprendedor le llev¨® a lanzarse a un negocio que le fascinaba: en 1942 abri¨® la joyer¨ªa que hoy regenta su nieto Aurelio Marcos Alarc¨®n. Nunca abandon¨® del todo el f¨²tbol. Fue uno de los impulsores del Trofeo de la Costa del Sol, celebrado hasta 2018, para el que dise?¨® tambi¨¦n su trofeo, una copa de plata, de metro y medio.
Si se busca un lugar con solera para comer, habr¨¢ que andar cuatro minutos desde la boca sur de la calle de Larios hasta la taberna m¨¢s a?eja de M¨¢laga, La Antigua Casa de la Guardia, reconocible por sus barricas expuestas y la barra de madera sobre la que el camarero anota las comandas. Esta tasca castiza fue fundada por en 1840 por Jos¨¦ de la Guardia, durante la visita de la reina Isabel II a M¨¢laga, quien se rumoreaba era amante de la monarca. A dos manzanas se encuentra el ajetreado mercado de Atarazanas, considerado Bien de Inter¨¦s Cultural (BIC), que recibe su nombre de los antiguos astilleros nazar¨ªes de los que a¨²n se conserva el arco por el que se botaban las embarcaciones. La oferta de sus puestos cubre el mar y la huerta. Un simple paseo sirve como inspiraci¨®n para nuevas recetas a Dani Carnero, chef del cercano restaurante Kaleja y estrella Michelin. Recomienda probar chirlas, jureles y boquerones. Estos dos ¨²ltimos ¡°no se dan igual en otra provincia¡±, destaca.
Una de las mejores vistas del centro se obtiene desde la salida del mercado por la calle de Sagasta: es la del edificio Guerrero Stratchan, s¨ªmbolo de ese urbanismo decimon¨®nico. Su autor, el prol¨ªfico arquitecto local Fernando Guerrero Strachan, tambi¨¦n fue alcalde y sus obras de estilo modernista y neobarroco salpican la ciudad. Si todav¨ªa queda algo de apetito, en la misma Sagasta se encuentra La Mallorquina, un ultramarinos que desde 1928 vende productos de la provincia, como los chorizos de Benajo¨¢n o el jam¨®n ib¨¦rico braseado de Colmenar.
Nueve formas de pedir un caf¨¦ en M¨¢laga
En Casa Aranda (calle de la Herrer¨ªa del Rey, 2), a tres minutos de Larios, el visitante puede mezclarse con los parroquianos, pero nunca lo ser¨¢ del todo hasta que no conozca las nueve maneras que los malague?os tienen de pedir un caf¨¦. Ah¨ª van: 1) Un caf¨¦ sin nada m¨¢s es un solo. 2) y 3) Con unas gotas de leche, un largo o un semilargo. 4) El solo corto tiene casi un 50%-50%, en el que el caf¨¦ gana por poco a la leche. 5) y 6) Lo contrario se llama entrecorto, y el equilibrio en proporciones, un mitad. 7) En caso de preferir m¨¢s leche, el malague?o demanda un corto, o 8) una nube, cuando supone un dedo de caf¨¦ que se zambulle en la blancura. 9) Mientras, un sombra, en masculino, es un vaso de leche que se oscurece con gotas de caf¨¦.
Otra manera de zambullirse en la Malagueta
Cultura, historia, pasado industrial y el Soho a nivel del mar
La playa m¨¢s celebre de la ciudad es la Malagueta y tambi¨¦n la protagonista de parte de su historia. Dominio de marengos, como se les dec¨ªa por all¨ª a los pescadores, y de jugadores de cartas que escapaban de la autoridad escondidos entre las j¨¢begas (un tipo de embarcaci¨®n) amarradas en la orilla, la Malagueta fue testigo de la transformaci¨®n industrial de M¨¢laga y del incipiente uso recreativo de sus aguas en el siglo XX. Las mujeres de los pescadores alquilaban ba?adores por 20 c¨¦ntimos a los chaveas que se escapan de clase para darse un chapuz¨®n.
Desde el desarrollismo, la misi¨®n de la Malagueta es broncear a los turistas y seducirlos con su espeto de sardinas, una brocheta de pescado cocinada a la brasa dentro de una de esas j¨¢begas llena de arena y carb¨®n. La Malagueta siempre tiene vida, incluso en invierno, pero tambi¨¦n hay mucha historia, cultura y naturaleza por descubrir en torno a ella. A cinco minutos, en el paseo de Reding, se encuentra el Cementerio Ingl¨¦s, lleno de personajes c¨¦lebres y an¨®nimos con curiosas y tr¨¢gicas historias.
El (casi) primer cementerio ingl¨¦s
El primer cementerio no cat¨®lico de la Espa?a peninsular ¨Cel pionero est¨¢ en Santa Cruz de Tenerife, Canarias- se cre¨® cerca de la Malagueta. Su objetivo era evitar que personas de otras religiones acabaran enterrados en la playa, como se sol¨ªa hacer al no tener acceso al camposanto cat¨®lico, y que cualquier temporal empujara los cuerpos a la superficie. Uno de sus primeros habitantes fue el teniente brit¨¢nico Robert Boyd, fusilado en 1831 por participar en la insurrecci¨®n fracasada contra Fernando VII (escena que se puede ver en el museo del Prado en la gigantesca obra de Antonio Gisbert). En sus nichos descansan tambi¨¦n el poeta Jorge Guill¨¦n, que vivi¨® muchos a?os junto al cementerio; el primer portero del Sevilla F¨²tbol Club, el brit¨¢nico Edwin Plews, o sir George Langworthy, el precursor del turismo en Torremolinos, tambi¨¦n brit¨¢nico.
Entre los paseos de la Farola y de los Curas, junto al puerto, el visitante se topa con el colorido cubo del Centro Pompidou, la sucursal del museo de arte contempor¨¢neo de Par¨ªs, uno de los m¨¢s importantes del mundo. Su colecci¨®n se renueva cada dos a?os y ahora repasa el siglo XX espa?ol con obras de Mir¨® y Barcel¨®. El cubo queda enmarcado por el Palmeral de las Sorpresas, un paseo que conecta el centro con el puerto y recupera un espacio industrial. Un paisaje de diversas texturas y periodos de floraci¨®n que regala olores y colores a lo largo del a?o, al que muchos malague?os acuden para ver el atardecer.
El palmeral se encuentra junto al parque de M¨¢laga, uno de los primeros jardines bot¨¢nicos al aire libre de especies subtropicales de Am¨¦rica, ?frica y Ocean¨ªa. Las palmeras compiten en altura con un elemento humano: las chimeneas, vestigios protegidos del pasado industrial que salpican la ciudad. En la calle de la Maestranza, junto a la plaza de toros se alza la chimenea de la antigua central el¨¦ctrica, proyectada por Guerrero Strachan.
Un verm¨² tan oscuro como el ajo negro
Merece la pena acercarse al aleda?o barrio del Soho, un entorno dedicado al arte y a la gastronom¨ªa. Por all¨ª abri¨® en 2020 La Pech¨¢, una vermuter¨ªa que busca sorprender tanto a malague?os como a turistas con un men¨² que da la vuelta a sabores y texturas tradicionales. En su carta llaman la atenci¨®n el montadito de pollo caj¨²n con mermelada de beicon; el caldillo de pintarroja, un tipo de tibur¨®n; la ensaladilla rusa con mayonesa sabor a huevo frito y el bocadito de pring¨¢, hecho con puchero. Proponen maridar esos platos originales con otra sorprendente oferta de vermuts infusionados con ajo negro o flor de hibisco.
Mirar la Alcazaba desde una nueva perspectiva
Dos mil a?os de historia en la ladera de un monte
La Alcazaba es uno de los grandes tesoros de la ciudad, muy presente en la vida cotidiana de los malague?os, tanto j¨®venes como mayores. Por su ubicaci¨®n a las faldas del monte Gibralfaro esta ciudadela ¨¢rabe del siglo XI se ve desde muchos puntos de la capital de la Costa del Sol. Los historiadores coinciden en que este edificio, primo hermano de la Alhambra, se ensayaron propuestas arquitect¨®nicas que luego se desarrollaron en la Granada nazar¨ª: sus patios provistos de arcadas decoradas con yeser¨ªas marcar¨ªan la moda de la Alhambra. De todas las vistas de la Alcazaba, una de las mejores se obtiene desde la terraza del Museo de M¨¢laga, a los pies del monte.
Por encima de la Alcazaba se alza el castillo de Gibralfaro, fortaleza andalus¨ª construida para proteger la ciudadela. Juntos conformaron un complejo sin parang¨®n en la Edad Media por su gran tama?o. En la misma ladera del monte se puede experimentar un viaje de m¨¢s de mil a?os: desde la fortaleza del siglo XI hasta el teatro romano, situado en su parte m¨¢s baja, construido en el siglo I antes de nuestra era. Curiosamente, pese a sus dos milenios de antig¨¹edad, los malague?os no lo contemplaron hasta finales de los noventa, cuando se excav¨®.
El palacio donde Frank Sinatra pas¨® la noche en el calabozo
El palacio de la Aduana es el edificio de M¨¢laga que m¨¢s vidas ha tenido. Se proyect¨® en el siglo XVIII como centro del control del puerto, pero se inaugur¨® como Real F¨¢brica de Tabaco. Despu¨¦s fue sede de Hacienda y hotel para la reina Isabel II, para la que se construy¨® el ¨²nico balc¨®n del edificio. Durante el franquismo se utiliz¨® como sede del Gobierno Civil y fue entonces cuando Frank Sinatra, que se encontraba rodando El coronel Von Ryan, pas¨® una noche en su calabozo. Seg¨²n la versi¨®n oficial, por pelearse en una taberna, aunque la raz¨®n real que esgrimen los expertos es que acab¨® all¨ª por criticar al r¨¦gimen. La ¨²ltima vida del palacio de la Aduana es la de museo, con una colecci¨®n que recorre la historia de la ciudad a trav¨¦s de su arqueolog¨ªa y sus bellas artes.
Pero a¨²n es posible ir m¨¢s atr¨¢s en el tiempo: hasta el florecimiento de la civilizaci¨®n fenicia en la Pen¨ªnsula. Los fenicios dieron nombre a esta zona: Malaka, que significa ciudad de salazones, una industria boyante en la Edad Antigua. La muralla fenicia es testigo de aquellos tiempos. Puede contemplarse en el s¨®tano del Museo Picasso (San Agust¨ªn, 8) donde, de paso, admirar casi 300 piezas del pintor malague?o. Un plan que se puede completar con la visita a la Fundaci¨®n Picasso-Museo Casa Natal, en el 15 de la plaza de la Merced, a cinco minutos andando.
Tambi¨¦n a cinco minutos del museo se puede parar a comer en un restaurante estrella Michelin desde 2023. Kaleja (Marquesa de Moya, 9) es la propuesta del chef malague?o Dani Carnero, basada en lo que denomina ¡°cocina de la memoria¡±, asentada sobre guisos al carb¨®n que reinterpretan el recetario tradicional, como los gazpachos calientes. Un homenaje gastron¨®mico para acabar esta visita fuera de carta con el mejor sabor de boca, el sabor local.
Con tortas y a lo loco
La torta loca es el dulce m¨¢s c¨¦lebre de M¨¢laga: dos piezas de hojaldre rellenas de crema pastelera y decoradas con un glaseado de naranja. Su origen est¨¢ en la b¨²squeda de un postre barato y sabroso durante los a?os 50. Se cuenta que Eduardo Rubio, un pastelero barcelon¨¦s que lleg¨® a la ciudad para jugar como defensa del Club Deportivo M¨¢laga, se le ocurri¨® esta receta trabajando en un famoso obrador de la calle de Tejeros. Cuando le preguntaron c¨®mo se llamaba el dulce, sonaba en la radio la popular canci¨®n de Luisa Linares y los Galindos llamada A lo loco se vive mejor. Hoy puede degustarse en varias pasteler¨ªas como La Princesa, en el 88 de la calle de Granada, a 200 metros de la Alcazaba.