Valencia, bajo otra luz
La capital levantina brilla por su gastronom¨ªa, su clima y sus edificios emblem¨¢ticos, pero solo hay que cambiar el foco y mirar alrededor para disfrutar de perspectivas, historias y personajes que suelen quedar ocultos a la vista
Alrededor del bullicioso Mercat Central, de las formidables Torres de Serranos y de la gal¨¢ctica Ciudad de las Artes y las Ciencias existe una Valencia poco transitada por los turistas, cuya vida transcurre por callejuelas con negocios centenarios, rincones apenas explorados y espacios verdes inesperados. La ciudad, elegida por The New York Times como uno de los 52 destinos mundiales para ir en 2024, revela su historia en suntuosos palacios de los que se suele conocer su fachada, pero con ecl¨¦cticos interiores que mezclan el arte m¨¢s cl¨¢sico y el m¨¢s rupturista; en grandes museos, pero tambi¨¦n con otros m¨¢s recoletos y din¨¢micos, o en la facilidad con la que uno se puede plantar en plena huerta valenciana con tan solo cruzar una calle. Un viaje en el que desviarse apenas unos metros de lo m¨¢s c¨¦lebre logra lo que muchos buscan: deslumbrarse con una ciudad viva, desconocida y por descubrir dentro de la que cualquiera puede ver.
El Mercat Central, m¨¢s all¨¢ del mercado
Del tacto del esparto al dulce olor del panquemao
El Mercat Central ocupa el centro geogr¨¢fico de la urbe y la vida de los valencianos desde hace siglos, incluso antes de que se levantara el edificio modernista que lo alberga. All¨ª se comerciaba con la seda y se administraba justicia, y hoy es un escaparate de la gastronom¨ªa local. Entrar en ¨¦l significa ba?arse con la luz del Mediterr¨¢neo que se desparrama desde la c¨²pula central, y transitar por su millar de puestos es un fest¨ªn para los sentidos. Merece la pena dedicar un rato a ver c¨®mo los que saben, los vecinos de la zona, compran suculentos encurtidos para el aperitivo y los hosteleros echan un ojo o dos al marisco m¨¢s fresco y exuberante. Pero recorrer el entorno del mercat, perderse por las calles menos concurridas de la Ciutat Vella, significa que esos sentidos, ya despiertos, puedan paladear, palpar y observar otra Valencia.
En la misma plaza se congregan tres ejemplos excepcionales de tres corrientes arquitect¨®nicas: el modernismo del propio mercado, el g¨®tico de la Lonja de la Seda (declarada Patrimonio de la Humanidad) y el barroco de la iglesia de los Santos Juanes. La figura en forma de p¨¢jaro que corona la veleta de este templo, conocida como pardal, esconde una tr¨¢gica leyenda que Vicente Blasco Ib¨¢?ez recoge en Arroz y tartana: las familias que no pod¨ªan mantener a sus v¨¢stagos los abandonaban en la plaza del mercado para que alg¨²n mercader se ocupase de ellos. Para desviar su atenci¨®n, les ped¨ªan que se entretuvieran mirando ese p¨¢jaro de hierro que culmina el campanario.
A cinco minutos del Mercat Central se encuentra el comercio m¨¢s antiguo de Valencia, la Tienda de las Ollas de Hierro (calle de los Derechos, 4), fundada en 1793 por una familia gala que hu¨ªa de la Revoluci¨®n Francesa. Hoy no vende ollas, sino productos religiosos y, sobre todo, los complementos de fallera, como los delicados aderezos de oro, plata y perlas que lucen las damas o la filigrana de la puntilla de sus mantillas. Y m¨¢s de siglo y medio lleva abierta la cester¨ªa El Globo (calle del M¨²sico Peydr¨®, 14) donde encontrar muebles de toda la vida y objetos de decoraci¨®n a la ¨²ltima hechos de esparto, mimbre o ca?a.
El arquitecto valenciano de Nueva York
En la plaza de la Reina, a pocos metros de la catedral y su torre del Micalet, una estatua recuerda a un valenciano famoso en EE UU: Rafael Guastavino, ¡°el arquitecto de Nueva York¡±, como lo defini¨® The New York Times en 1908. La escultura lo representa trazando un arco con una pluma, pues su gran aportaci¨®n a la arquitectura fue la b¨®veda tabicada, t¨¦cnica que permit¨ªa construir c¨²pulas de manera r¨¢pida y segura. Tras estudiar en Barcelona, se embarc¨® a EE UU, donde form¨® parte de la fiebre constructora del cambio de siglo y dej¨® su impronta en el metro de Nueva York (b¨®vedas de la gran estaci¨®n central y la estaci¨®n fantasma de City Hall) y en otros edificios p¨²blicos de Washington y Boston.
Avanzando por M¨²sico Peydr¨® se llega a la veterana administraci¨®n de loter¨ªa n¨²mero 1 de Valencia La Pur¨ªsima (avenida del Oeste, 41), abierta en 1876, que ha repartido varios gordos de Navidad. En el entorno tambi¨¦n hay varios establecimientos centenarios en los que parar y tomarse una horchata, la bebida por excelencia de la ciudad. El Collado (calle de Ercilla, 13) es la horchater¨ªa m¨¢s antigua donde probarla con fartons y bu?uelos o con un panquemao (un tipo de brioche) o una torta de calabaza del veterano Horno Alfonso Mart¨ªnez (calle de Ercilla, 17), regentado por la cuarta generaci¨®n familiar.
Los suntuosos palacios del entorno del mercat esconden galer¨ªas para viajar por el tiempo y el espacio. El del Marqu¨¦s de Dos Aguas, de estilo rococ¨®, acoge el Museo Nacional de Cer¨¢mica y Artes Suntuarias Gonz¨¢lez Mart¨ª. Su colecci¨®n comienza con la cer¨¢mica griega y exhibe lujosos objetos hist¨®ricos como las opulentas carrozas de la aristocracia. El palacete renacentista de Valeriola alberga el Centro de Arte Hortensia Herrero, que muestra vestigios romanos y medievales de la urbe a la vez que piezas de arte contempor¨¢neo de Kapoor, Plensa y Lichtenstein. Para profundizar en la historia de Valentia, la ciudad romana, hay que bajar al subsuelo junto a la catedral y recorrer los restos que se conservan en el Museo Arqueol¨®gico de la Almoina.
Al oeste se puede ver una perspectiva diferente del centro al pasear por el barrio de Velluters. La zona debe su nombre al oficio mayoritario de sus residentes durante la Edad Media, los sederos que trabajaban el terciopelo. De aquel pasado queda el museo del Colegio del Arte Mayor de la Seda, pero el encanto de la zona reside en los coloridos murales que hacen referencia al campo y al Hort de la Botja, un extenso huerto urbano, fruto de la iniciativa de vecinos y asociaciones locales, que propone otra manera de entender los cascos hist¨®ricos, conciliando intereses de las comunidades con el atractivo tur¨ªstico.
?Una de cl¨®chinas!
Entre abril y agosto, en los bares valencianos se repite una comanda al mediod¨ªa: ¡°?Una de cl¨®txines!¡±, a la que el camarero responde con un plato de bivalvos similares a los mejillones, pero m¨¢s peque?os, p¨¢lidos y, como muchos valencianos afirman, ¡°m¨¢s finos¡±. Las cl¨®chinas, al vapor con lim¨®n y pimienta, son el aperitivo favorito durante los meses sin erre, cuando pueblan mostradores de mercado y barras de bar. La Pilareta, fundada en 1917, es tan famosa por ellas que tiene el sobrenombre de ¡°la casa de las cl¨®chinas¡±. All¨ª las piden con un vermut casero junto a otros platos t¨ªpicos como el popular pepito de pisto, la raci¨®n de habas con guindilla y hierbabuena o el esgarraet de pimiento y bacalao.
La cara B de las Torres de Serranos
La Capilla Sixtina espa?ola y el museo ¡°m¨¢s gamberro¡± est¨¢n aqu¨ª
Las Torres de Serranos atraen la mirada inevitablemente: son unas de las puertas fortificadas m¨¢s grandes y mejor conservadas de Espa?a junto a las de Quart, al suroeste de la ciudad. Y gracias a ellas, se salv¨® un legado art¨ªstico situado a m¨¢s de 300 kil¨®metros de ellas. Durante la Guerra Civil, entre 1936 y 1938, esta robusta construcci¨®n sirvi¨® de refugio para 525 obras del Museo del Prado (Madrid), que se protegieron mediante un sistema de acero, hormig¨®n y capas de c¨¢scara de arroz y arena que se utiliz¨® despu¨¦s en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy, las torres sirven de acceso al barrio del Carmen ¨Cdesde lo alto se obtiene una panor¨¢mica de la ciudad entera¨C y son escenario de la Crida, la celebraci¨®n que da el pistoletazo de salida a las Fallas el ¨²ltimo domingo de febrero.
Cerca de las torres, el mundo de antes y de ahora vuelven a mezclarse con naturalidad y gusto, como casi todo en esta ciudad: de las ¨²ltimas tendencias urbanas al mayor exponente del arte sacro barroco de Valencia o reposar en el ¨²ltimo jard¨ªn rom¨¢ntico de la ciudad. Pero desde ellas tambi¨¦n se puede ahondar en la vida de dos valencianos consagrados. En el 23 de la calle de Blanquer¨ªas se encuentra la casa museo del pintor costumbrista Jos¨¦ Benlliure. En ella se puede conocer el estilo de vida burgu¨¦s valenciano mientras se observan sus obras y las de coet¨¢neos como el escultor Mariano Benlliure (su hermano) o el universal Joaqu¨ªn Sorolla. En el cercano barrio de Sagunto, al otro lado del cauce del Turia, se alza la casa que vio nacer a la m¨¢xima expresi¨®n de la copla, Concha Piquer, un 8 de diciembre, cuando al campanero del Micalet ¨Ccomo contaba ella¨C lo mat¨® un rayo: ¡°En ese instante mi madre dio un grito y, en medio del grito y el trueno, nac¨ª yo¡±. La vida y obra de la tonadillera m¨¢s internacional puede recorrerse en esta modesta vivienda en la que no faltan sus vestidos ni sus famosos ba¨²les.
El mejor (y m¨¢s gamberro) museo de Europa
Hay en Valencia un peque?o museo que seguramente no figura en las rutas tur¨ªsticas, pero que en 2023 recibi¨® la distinci¨®n de mejor museo de Europa por parte del European Museum Forum, organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro liderada por el Consejo de Europa. El Museo de Etnolog¨ªa de Valencia, conocido como L'Etno, destaca por ¡°el di¨¢logo abierto e inclusivo y su esfuerzo por brindar un acceso universal a los visitantes¡± y su director, Joan Segu¨ª, explica que se han dedicado ¡°a hacer gamberro¡± para dar la vuelta a la manera de explicar el porqu¨¦ de nuestra cultura a trav¨¦s de sus objetos. El museo reflexiona sobre la gentrificaci¨®n, la marginalidad en las ciudades o la nueva visi¨®n de lo rural que se tiene desde lo urbano mediante una colecci¨®n que sorprende por su originalidad.
Dando un paseo de vuelta al barrio del Carmen, se puede dar un salto a las corrientes art¨ªsticas urbanas actuales en el Centre del Carme de Cultura Contempor¨¤nia (CCCC), un antiguo convento rehabilitado que acoge muestras de artes pl¨¢sticas, danza, performance, cine y m¨²sica, as¨ª como exposiciones que reflexionan sobre tem¨¢ticas y problemas de la sociedad contempor¨¢nea como el urbanismo o el VIH.
A 500 metros del CCCC se esconde una joya del pasado: la iglesia de San Nicol¨¢s de Bari y San Pedro M¨¢rtir, un templo que conjuga g¨®tico y barroco, lo que ha llevado a muchos a apodarla la Capilla Sixtina valenciana. Su origen est¨¢ en el Siglo de Oro valenciano, el periodo de esplendor de las letras y las artes entre los siglos XIV y XV; su decoraci¨®n barroca, en la Contrarreforma del XVII, cuyo objetivo era narrar la vida de los santos patrones de la iglesia.
Tras semejante atrac¨®n de arte y belleza, un respiro bajo la sombra de las buganvillas de los jardines de Monforte, una de las obras m¨¢s significativas de la jardiner¨ªa del siglo XIX, de estilo neocl¨¢sico, que combina los laberintos de boj con 33 estatuas de m¨¢rmol de h¨¦roes y dioses de la Antig¨¹edad. Un oasis templado en medio del bullicio urbano.
Una bebida con nombre de ciudad
El agua de Valencia se ha convertido, con permiso de la horchata, en la bebida m¨¢s popular de la ciudad. La receta tiene solo cuatro ingredientes: zumo de naranja, cava, un chorrito de ginebra y otro de vodka y su origen es reciente, seg¨²n cuenta la tradici¨®n: la cre¨® un gallego a petici¨®n de unos clientes vascos que habitualmente ped¨ªan el cava como ¡°agua de Bilbao¡± en la Cervecer¨ªa Madrid. Un d¨ªa le propusieron que improvisara y empez¨® a mezclar bebidas. El experimento gust¨®, aunque no se extendi¨® hasta los a?os setenta. Hoy la sirven en todos los bares y pubs de la ciudad, como la nueva Cervecer¨ªa Madrid (calle de la Abadia de Sant Mart¨ª, 10), reabierta en 2018, o en el tan encantador como extravagante Caf¨¦ de las Horas (Conde de Almod¨®var, 1).
La Ciudad de las Artes y las Ciencias... y de la huerta
Tradici¨®n en la Valencia m¨¢s moderna
La Ciudad de las Artes y las Ciencias es el s¨ªmbolo de la urbe moderna y la atracci¨®n tur¨ªstica de la que m¨¢s orgullosos se sienten los valencianos. El complejo, situado al final del parque sobre el antiguo cauce del Turia, alberga varios edificios de estilo neofuturista proyectados por el valenciano Santiago Calatrava. La propia ciudad requiere, al menos, una jornada si se decide comprar una entrada para alguna de sus actividades. El viajero puede asistir a un espect¨¢culo musical en el Palau de les Arts Reina Sof¨ªa o a una pel¨ªcula en tres dimensiones en el Hemisf¨¨ric; descubrir el Museo de Ciencias y Caixaf¨°rum o recorrer los principales ecosistemas del mundo, de la Albufera al ?rtico, en L¡¯Oceanogr¨¢phic, uno de los zoo-aquariums m¨¢s grandes de Europa.
En la parte m¨¢s cercana se encuentra el Parque Gulliver, que convierte al cuerpo del protagonista del cuento del irland¨¦s Jonathan Swift en una gigante ¨¢rea de juegos donde los ni?os son los liliputienses. Pero el jard¨ªn se prolonga por m¨¢s de ocho kil¨®metros como una cremallera de arboledas, pistas deportivas y fuentes que atesora otro r¨¦cord europeo: el de parque urbano m¨¢s largo.
La casa de los ¡®ninots indultats¡¯
Antes de que el fuego reduzca a recuerdos las fallas plantadas por toda Valencia, una figura se salva de la quema: el ninot indultat. La eligen los ciudadanos y se conserva en el Museo Fallero, situado frente a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. La colecci¨®n, que comenz¨® en 1934, es un repaso por algunos de los problemas que preocupaban a la ciudadan¨ªa en su momento. Algunos de estos ninots indultats reflexionan sobre la pobreza, el baby boom o la reforma de las pensiones a principios de los 80. En la ¨²ltima d¨¦cada, la cr¨ªtica ha dejado paso entre los indultados a las escenas familiares que buscan transmitir ternura a trav¨¦s figuras que representan a abuelos y nietos.
El Jard¨ªn del Turia, recuperado a partir de los 80, se ha convertido en el principal pulm¨®n de la urbe. Un t¨ªtulo que le otorga mucho protagonismo este a?o, en el que Valencia obtiene la distinci¨®n de Capital Verde Europea 2024. La Comisi¨®n Europea ha destacado que el 97% de los valencianos vive a menos de 300 metros de zonas verdes urbanas, que la ciudad tiene una clara apuesta por la movilidad sostenible y que, en general, se promueve la alimentaci¨®n de proximidad vinculada a la huerta. Adem¨¢s, se ha puesto en marcha la transformaci¨®n de los tramos finales del antiguo cauce, a¨²n sin intervenir, que contar¨¢ con una playa fluvial que llegar¨¢ hasta el puerto.
Una paella rodeada de huerta
A m¨¢s de un visitante le sorprende que a 500 metros de la Ciudad de las Artes se pueda disfrutar de una paella en medio de la huerta. El barrio de Quatre Carreres a¨²n conserva sus campos de cultivo y sus alquer¨ªas, las construcciones tradicionales. Hoy, varias se han transformado en restaurantes que, debido al desarrollo urbano, han quedado a las puertas de la ciudad. Las m¨¢s cercanas son la Alquer¨ªa del Pou, la del Boro y la de La Font d¡¯En Corts. En sus cartas no faltan la titaina (plato elaborado con tomate, pimiento, pi?ones y ventresca de at¨²n), las tellinas (un tipo de coquinas) y las cl¨®chinas en temporada. Tampoco los arroces, cocinados en paella o en cazuela de barro, a la le?a o al horno, para vivir una experiencia ¨²nica, pero 100% valenciana.