Una arquitectura contempor¨¢nea pero eterna
Cerca de Nantes, el Centro Cultural Pierres Blanches convierte la austeridad en solemnidad
La naturaleza es conocimiento. Aprender a conocerla es aprender a conocerse. El paisaje habla siempre de cambio, de tiempo, de ciclos de vida, de esplendor y a la vez de espera. As¨ª, los bosques dejan ver la muerte como una consecuencia de la vida. Por eso es evidente que se puede hablar de cultura desde la naturaleza. Eso, precisamente, es lo que buscaron los arquitectos del estudio franc¨¦s RAUM, un equipo formado por tres profesores de la Escuela de Arquitect...
La naturaleza es conocimiento. Aprender a conocerla es aprender a conocerse. El paisaje habla siempre de cambio, de tiempo, de ciclos de vida, de esplendor y a la vez de espera. As¨ª, los bosques dejan ver la muerte como una consecuencia de la vida. Por eso es evidente que se puede hablar de cultura desde la naturaleza. Eso, precisamente, es lo que buscaron los arquitectos del estudio franc¨¦s RAUM, un equipo formado por tres profesores de la Escuela de Arquitectura de Nantes, Thomas Durand, Benjamin Bos¨¦ y Julien Perraud, especializado en la b¨²squeda de formas de habitar el mundo contempor¨¢neo. En torno a la cuarentena, los tres proyectistas defienden una arquitectura no solo que evite destruir el paisaje, investigan un dise?o que lo construya.
Con ese fin, Durand, Bos¨¦ y Perraud defienden una sobriedad no seria. O una calidad no distante. Aspiran a construir una arquitectura contempor¨¢nea eterna, pero que responda al momento. Cualquier objetivo parad¨®jico es ambicioso. Por eso, visitar su Centro Cultural incita a preguntarse qu¨¦ es lo solemne en la arquitectura actual.
Ellos mismos, los socios de RAUM, responden a esa pregunta con su intervenci¨®n en Saint-Jean-de Boisseau, un pueblo de 5.000 habitantes a las afueras de su ciudad, Nantes. All¨ª, para levantar el Centro Cultural barajaron una idea. Les parec¨ªa que la cultura deb¨ªa derruir el muro entre el interior del inmueble y el bosque de abedules circundante. Por eso dedujeron que la separaci¨®n entre los materiales de interior ¡ªcercanos al usuario¡ª y los de exterior ¡ªresistentes a la intemperie¡ª deb¨ªa reducirse, cuestionarse . Su propuesta se bas¨® en dos premisas: convertir la austeridad en est¨¦tica y barajar una escala generosa. Esas dos claves convirtieron este Centro Cultural en un lugar solemne. Veamos con detalle esas decisiones.
Los materiales con los que trabajaron son crudos, duros, econ¨®micos. El Centro est¨¢ construido con terracota, hormig¨®n y madera. Eligieron estos materiales para minimizar los costes de construcci¨®n, pero tambi¨¦n para facilitar el mantenimiento de su edificio.
La otra clave, la escala, viene dada por los techos altos de las zonas de acceso: el vest¨ªbulo, que sirve como sala de exposiciones, el auditorio, que tambi¨¦n los precisa y, a la vez, la necesidad de enmarcar el paisaje del lugar. Esa decisi¨®n logra una combinaci¨®n entre luz y escala clave en la arquitectura m¨¢s conmovedora.
Pero hay m¨¢s. Los arquitectos hablan de juego para describir la relaci¨®n entre las partes. Las actividades que pueden ocupar espacios intermedios ¡ªentre dentro y fuera¡ª lo hacen favorecidas por los elementos comunes y reforzadas por el uso de los mismos materiales que dan continuidad al interior y el exterior del inmueble. As¨ª, coherente y heterog¨¦neo, monol¨ªtico y desgajado, el Centro Cultural Pierres Blanches es un edificio que habla en varios tonos, un lugar preparado para el cambio ¡ªconvivir¨¢ con campos de deportes vecinos¡ª, casi un paisaje que, en palabras de sus arquitectos ¡°piensa la vida, la arquitectura y la ciudad en grande, desde el punto de vista geogr¨¢fico¡±.