Wilco y ¡®Yankee Hotel Foxtrot¡¯: paranoia, cenizas, amor, belleza y 20 a?os de una obra maestra
El disco m¨¢s influyente de la banda estadounidense es como una enso?aci¨®n en un limbo inquietante que capt¨® mejor que ninguno el dolor post 11-S
Hay frecuencias que, al alcanzarse, nos convierten en personas distintas para siempre. Un sintetizador viaja de derecha a izquierda y de izquierda a derecha como si fuera un pensamiento atrapado en una c¨¢psula del tiempo. Una bater¨ªa palpita insistente. Es un coraz¨®n latiendo, como reci¨¦n despierto despu¨¦s de un largo silencio. Se desvanecen. Se oyen campanas. Es como el sonido de un despertador lejano en mitad de t¨ªmidas distorsiones. La frecuencia entra en otra dimensi¨®n. Parece un despertar. El bombo del tambor, ese coraz¨®n intranquilo, regresa, junto con un bajo y unas guitarras ligerament...
Hay frecuencias que, al alcanzarse, nos convierten en personas distintas para siempre. Un sintetizador viaja de derecha a izquierda y de izquierda a derecha como si fuera un pensamiento atrapado en una c¨¢psula del tiempo. Una bater¨ªa palpita insistente. Es un coraz¨®n latiendo, como reci¨¦n despierto despu¨¦s de un largo silencio. Se desvanecen. Se oyen campanas. Es como el sonido de un despertador lejano en mitad de t¨ªmidas distorsiones. La frecuencia entra en otra dimensi¨®n. Parece un despertar. El bombo del tambor, ese coraz¨®n intranquilo, regresa, junto con un bajo y unas guitarras ligeramente luminosas, estir¨¢ndose en un nuevo camino. La voz franca y desgastada canta: ¡°Soy un bebedor de acuario americano, asesino por la avenida. Me estoy escondiendo en la gran ciudad parpadeando, ?en qu¨¦ estaba pensando cuando te solt¨¦?¡±. Bienvenidos a la gran ciudad parpadeante. ¡®I Am Trying to Break Your Heart¡¯ es el himno con el que despertar dentro de sus calles. Un lugar lejano o en el mismo centro de nuestro coraz¨®n. Tampoco importa mucho. O lo que es peor: importa todo porque ambos lugares son lo mismo.
Algunos sue?os se convierten en pesadilla, pero unos pocos se quedan en un limbo inquietante. Yankee Hotel Foxtrot es un ¨¢lbum que nace en ese limbo, una atm¨®sfera extra?a, donde todo es como si fuera real, tremendamente real, y al mismo tiempo flota la sensaci¨®n de que algo malo va a suceder. Una paranoia esperando a ser desactivada, pero nunca se desactiva. ?Hay algo m¨¢s turbador? ¡°Estoy tratando de romper tu coraz¨®n¡±, canta la voz ya dentro de la ciudad, ese destello entre sombras. Jeff Tweedy canta y Wilco al completo lleva al oyente a un territorio nuevo, un espacio espectral, una conquista art¨ªstica de primer nivel, a la altura de las mejores obras musicales de la historia.
Yankee Hotel Foxtrot acaba de cumplir 20 a?os. A algunos nos hace m¨¢s viejos, pero tambi¨¦n afortunados de haberlo vivido en su momento como el acontecimiento que fue. Que nadie tampoco se lleve a enga?o. Cuando se dice acontecimiento que nadie piense en los que causan ahora Rosal¨ªa, C. Tangana o Adele. Ni siquiera el que pudieron causar en su d¨ªa Arctic Monkeys. Entonces, al indie le faltaba recorrido para ser masivo y la americana, ese g¨¦nero bebedor de los sonidos ra¨ªces de Estados Unidos, no le interesaba a casi nadie. De hecho, era cosa de los colgados que flipaban con Gram Parsons. Perd¨®n, que sab¨ªan qui¨¦n era Gram Parsons. A¨²n as¨ª, fue un acontecimiento. Lo fue por lo que volte¨®: Wilco introdujeron la americana en el indie o el indie se introdujo en la americana. Daba igual porque en el fondo lo que hicieron fue crear un territorio propio, excitante, extra?o, adictivo. Crearon, por tanto, un acontecimiento en la vida de muchas personas que lo escucharon. No hac¨ªa falta m¨¢s. Nunca hizo falta m¨¢s para amar.
La revista brit¨¢nica Uncut calific¨® al Yankee Hotel Foxtrot como ¡°el Kid A de la americana¡±. Imposible ser m¨¢s gr¨¢fico. Radiohead con botas. O con sombrero vaquero, si se quiere. Algo tan desconcertante que, en una primera escucha, incluso una segunda, muchos tuvieron que pararse a pensar qu¨¦ estaba pasando ah¨ª dentro, con ese bebedor recorriendo y parpadeando por las calles de esa enigm¨¢tica ciudad, presidida por dos torres id¨¦nticas, conocidas en el mundo terrenal como las torres de mazorca -por su parecido a mazorcas de ma¨ªz- en Chicago, metr¨®poli a la que corresponden los edificios y de donde viene Wilco.
Las dos torres de la ciudad parpadeante aparecen en la portada de Yankee Hotel Foxtrot. Hoy son protagonistas de una de las portadas m¨¢s ic¨®nicas de la m¨²sica anglosajona del siglo XXI. Dos torres gemelas, todo un simbolismo para un disco que se termin¨® de grabar a principios de 2001 y que se iba a publicar en septiembre de ese mismo a?o. Al final, lo hizo en la primavera de 2002 porque la subsidiaria de Warner Music, Reprise Records, estaba tan decepcionada con la falta de ¡°potencial comercial¡± de Yankee Hotel Foxtrot que, habiendo adelantado a Wilco 85.000 d¨®lares para grabar el ¨¢lbum, se negaron a lanzarlo. El grupo se tuvo que buscar un nuevo sello. Se cuenta todo en el documental que sali¨® acompa?ando al disco y que tiene por t¨ªtulo la canci¨®n que lo abre: I Am Trying to Break Your Heart, donde tambi¨¦n se muestran las tensiones entre Tweedy y el multiinstrumentista Jay Bennett, que acabaron con la salida de la banda de este ¨²ltimo.
Es incre¨ªble como la historia suele esperar a las grandes obras de su tiempo. Yankee Hotel Foxtrot como obra narrativa y musical es en buena parte fruto de los graves problemas con migra?as de su principal compositor, Jeff Tweedy, que estuvo por entonces enganchado a los calmantes para soportar el dolor. Sin embargo, su ambiente fantasmag¨®rico y opresivo capta mejor que ninguna otra obra de su tiempo el panorama deprimente de Estados Unidos tras el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York. Dos torres gemelas tambi¨¦n salen en esa portada y dentro aguarda un mundo extra?amente sombr¨ªo, como si una lucecita intentase abrirse paso dentro de la pesadilla. Una lucecita como la de la punta de un cigarrillo en un cenicero en mitad de una noche donde ¡°cada una de las estrellas es una puesta de sol¡±, como se canta en la bell¨ªsima ¡®Jesus, etc¡¯. La misma canci¨®n donde se describe el paisaje como una profec¨ªa: ¡°Edificios altos que se tambalean / Voces que escapan cantando tristes, tristes canciones¡±.
Esa lucecita, ese ¨²ltimo cigarrillo ¨C¡±?Es lo ¨²nico que puedes tener?¡±- dando vueltas alrededor de la ¨®rbita, es la gran maravilla de este disco. Es fascinante. El oyente no puede dejar de seguirla. Esta ah¨ª desde la primera composici¨®n, desde que el bebedor de acuario americano despierta dentro de la ciudad, de esa enso?aci¨®n distorsionada que le lleva a pasear por recuerdos y deseos. Est¨¢ ah¨ª en cada canci¨®n buscando amor, o lamentando que se desvanezca, o reclam¨¢ndolo de nuevo como en ¡®I¡¯m the Man Who Loves You¡¯, donde la lucecita parece ser m¨¢s brillante, m¨¢s urgente quiz¨¢, que en otros momentos. La lucecita es un anhelo l¨ªrico constante por el contacto humano en Yankee Hotel Foxtrot. Una peque?a luz que se muestra m¨¢s bella, m¨¢s especial, verdaderamente ¨²nica, porque se reviste instrumentalmente con pedal steel, pasajes de cuerdas, pianos, trompetas, timbres o guitarras ac¨²sticas folkies. Se le concede ser una llama a¨²n viva en pleno dolor.
Una llama en un mundo de cenizas. O como se canta en ¡®Ashes of American Flags¡¯ en un mundo de ¡°cenizas de las banderas estadounidenses¡±. A Yankee Hotel Foxtrot, sin quererlo, sin buscarlo, le pas¨® como las mejores obras art¨ªsticas de la historia: habl¨® de algo m¨¢s grande que ellas mismas hablando de algo concreto. Wilco hablaban de ese bebedor de acuario americano y acabaron por llegar al misterio de la psicolog¨ªa post 11-S. Pusieron m¨²sica al dolor de un pa¨ªs, de una naci¨®n vulnerable y atacada por primera vez en su historia en su territorio, de una sociedad que viv¨ªa en la paranoia, que hab¨ªa perdido el control de s¨ª misma y que ya solo entend¨ªa el mundo como un lugar donde dar rienda suelta a sus obsesiones. Tristeza absoluta. La ciudad en ruinas. Pura abrasi¨®n. Bruce Springsteen podr¨ªa intentar ser el portavoz de una esperanza en The Rising, vale, jugando un papel que le gustaba, pero Wilco eran los que llegaban a la esencia misma de las luces y las sombras de toda la demencia.
Yankee Hotel Foxtrot es ¨¢spero, raspante, desprende ese ruido sordo de un paisaje que ya ardi¨®. Distorsiones, ventoleras trepidantes, emergencia instrumental, delirio. El delirio de un mundo en cenizas, pero en el que hay una lucecita todav¨ªa viva caminando por la ciudad, frot¨¢ndose los ojos, haci¨¦ndonos participes de la paranoia por su b¨²squeda desesperada de amor. Qui¨¦n alguna vez se desesper¨® lo sabe. Sabe como suena la urgencia, esa ¡°voz trepando paredes¡± y las sirenas todav¨ªa en activo de barcos hundidos que se oyen en ¡®Pot Kettle Black¡¯. Un hotel se nos desvela al final del disco en ¡®Poor Places¡¯: el Yankee Hotel Foxtrot, donde se cobija la peque?a luz. ?Una pesadilla? No, claro que no. Porque no se percibe verdadero miedo, sino una honesta b¨²squeda de contacto en un hotel solitario.
Sue?o rar¨ªsimo. Limbo inquietante. Yankee Hotel Foxtrot se cierra con una vuelta a los sintetizadores, a las r¨¢fagas de pensamientos encerrados en el tiempo, a esa atm¨®sfera de enso?aci¨®n. ¡°Nada de esto es lo suficientemente real como para alejarme de ti. Tengo mis reservas sobre muchas cosas, pero no sobre ti¡±, canta Tweedy en ¡®Reservations¡¯. Nada es lo suficientemente real en una canci¨®n de m¨¢s de siete minutos en la que el sonido se va desvaneciendo, entre chirridos de columpios, entre la luz y la angustia. El sue?o en el limbo inquietante se acaba y suenan las campanas m¨¢s graves, m¨¢s f¨²nebres. De nuevo las frecuencias. De izquierda a derecha y viceversa. ?Vuelta a la realidad? Un lejano y definitivo sonido met¨¢lico parece indicar que s¨ª. La ciudad parpadeante se ha esfumado. Tambi¨¦n lo ha hecho el hotel donde la lucecita vio que ¡°alguien at¨® un lazo en el patio trasero para mostrarle amor¡±,
En esta existencia siempre menguante, no quedan muchas certezas. Una sobresale: despu¨¦s de vivir una sola vez en este disco, es literalmente imposible ser el mismo. No alguien mejor, pero s¨ª, al menos, alguien m¨¢s piadoso.