Lorca, en la ciudad al margen
Este municipio murciano, que se extiende desde el valle del Guadalent¨ªn hasta la costa, se apoya en su arquitectura barroca civil, en la sinagoga del siglo XV y en el parador levantado donde se ubica su castillo para sorprender a esos visitantes que quieren salirse del circuito tur¨ªstico convencional
Lorca, una tierra poblada desde hace 5.500 a?os, todav¨ªa ofrece a los visitantes esa sensaci¨®n de estar descubriendo algo nuevo. Los habitantes de este municipio murciano, frontera hist¨®rica entre la corona de Castilla y el reino nazar¨ª de Granada, siempre escuchan lo mismo por parte de los que se acercan a conocerlo: ¡°No pensaba que esta ciudad tuviera tantas cosas¡±. Y son muchas: en el casco urbano esperan la antigua colegiata de San Patricio y la arquitectura barroca civil, representada en el Ayuntamiento o la casa Guevara. En el extremo sur aguarda el parque regional de Cabo Cope y Puntas del Calnegre, con sus calas y sus chiringuitos a pie de playa en los que tomar un arroz o un asado de pulpo. Y en el cerro desde el que se divisa el valle del Guadalent¨ªn, se erige el castillo medieval y el parador de Lorca, cuya construcci¨®n propici¨® en los dosmil el descubrimiento de 18 casas jud¨ªas y de una sinagoga del siglo XV, nuevos elementos con los que seguir sorprendiendo a viajeros interesados en la cultura y la historia, a exploradores que buscan salirse del circuito m¨¢s tur¨ªstico.
EL PARADOR Y SU COMARCA
Los lorquinos aman su castillo, al que suben cada 23 de noviembre en romer¨ªa a celebrar la festividad de San Clemente, un d¨ªa al a?o para recordar la conquista cristiana en 1244 dirigida por el infante Alfonso de Castilla. Tras la apertura del parador, las razones para subir al cerro con m¨¢s asiduidad han aumentado. No solo por el uso que los lorquinos hacen de la cafeter¨ªa, el restaurante y el spa del hotel, sino porque el parque arqueol¨®gico existente en este promontorio se beneficia de la existencia del parador: un mayor uso redunda en una mejor conservaci¨®n. El patrimonio se protege y la historia se cuenta a los lugare?os, que no tienen por qu¨¦ conocerla toda, y a los visitantes en busca de riqueza visual y emocional. Hay peso en todo lo que sucedi¨® en esa zona f¨¦rtil ocupada desde finales del Neol¨ªtico. El r¨ªo Guadalent¨ªn, hoy bajo tierra, se desbordaba y llenaba de limo los alrededores, lo que explica los tempranos asentamientos. Hoy Lorca atrae poblaci¨®n y frena la desertizaci¨®n y el paro con el agua del trasvase Tajo-Segura y con el incipiente turismo, ayudada por el parador.
DENTRO DEL PARADOR
Enrique P¨¦rez, gu¨ªa tur¨ªstico y arque¨®logo, se?ala un aspecto enriquecedor para los lorquinos de las continuas excavaciones realizadas para la construcci¨®n de este hotel de cuatro estrellas, que han derivado en los descubrimientos de la juder¨ªa: ¡°Se ha avanzado en el conocimiento de la ciudad, se sabe m¨¢s de Lorca¡±. La ubicaci¨®n del parador gener¨® un poco de recelo al principio en algunos lorquinos por el temor a que el hotel fagocitara el castillo, pero el resultado es un edificio en armon¨ªa que ha potenciado esta zona poblada en la Edad Media por ¨¢rabes, cristianos y jud¨ªos: ¡°Aunque se necesitaban los unos a los otros, coexist¨ªan m¨¢s que cohabitaban¡±, cuenta P¨¦rez, sin restarle importancia a esa convivencia, pero evitando la idealizaci¨®n. El parque arqueol¨®gico del castillo, abierto en 2003, ofrece la visita a la torre Alfonsina y a la torre del Espol¨®n, a la mencionada sinagoga y a varios aljibes, de los que destaca el Grande, un dep¨®sito de 550.000 litros convertido en un espacio expositivo.
Gin¨¦s Ros, jefe de Recepci¨®n del parador, cuenta que, cuando los lorquinos atraviesan el t¨²nel que los conduce al hotel, es como si se hubieran ido de vacaciones: ¡°Vienen a comer, a tomar una copa, a darse un masaje¡, a las grandes celebraciones como bodas o comuniones¡±, afirma. Otro tipo de cliente que se sirve de los 13.000 m2 del parador son las empresas que celebran un evento o una convenci¨®n. El hotel cuenta con una zona multiusos panelable y vers¨¢til en la que caben hasta 350 asistentes sentados.
LORCA: CASTILLO, CIUDAD Y MUNICIPIO
Son clientes que bajan a Lorca a dar un paseo por la Corredera o que se asoman al museo arqueol¨®gico, que atesora 27 l¨¢mparas de vidrio reconstruidas a partir de restos encontrados en la sinagoga. Tambi¨¦n se acercan a la tienda de productos de calidad Localmente, que vende crespillos (unos panes crujientes de piment¨®n y aceite), queso de Zarcilla de Ramos o embutido de chato murciano, una raza aut¨®ctona de cerdo de pelo negro. ¡°El cliente del parador busca calidad. La apertura del hotel ha tra¨ªdo otro tipo de turismo al que ten¨ªamos¡±, asegura Encarni Llamas, la propietaria de la tienda. ¡°Ahora bien, Lorca no sabe venderse¡±, lamenta. Llamas movi¨® su negocio del casco antiguo a una avenida m¨¢s transitada para completar su clientela con gente de la ciudad. Puede parecer un negocio pensado para los de fuera, pero vende barras de pan a los vecinos en lugar de postales del antiguo p¨®sito de panaderos a los turistas, de los pocos edificios renacentistas que se conservan en la ciudad: ¡°Nos falta turismo todav¨ªa¡±, insiste Llamas.
La recuperaci¨®n del casco antiguo
El terremoto de Lorca, acaecido el 11 de mayo de 2011, todav¨ªa se siente en la ciudad. Algunos edificios siguen apuntalados. Otros se han reconstruido y pintado de color blanco y albero: ¡°Cada vez se est¨¢ recuperando m¨¢s el casco antiguo¡±, afirma P¨¦rez para referirse a que han abierto nuevos negocios y vuelve a tener vida. No tanto por los da?os causados por el se¨ªsmo, sino porque en ciudades de este tama?o los habitantes tienden a irse a las afueras a vivir y el centro pierde fuelle. ¡°Lorca es una ciudad de servicios y que vive de la agricultura y la ganader¨ªa¡±, aclara. El turismo es un sector con margen de crecimiento, algo que se lamenta en el presente pero que se celebra en el futuro.
PARADORES RECOMIENDA
Hay fechas se?aladas en las que la ciudad se llena de visitantes. La Semana Santa de Lorca est¨¢ muy considerada. Tanto, que es fiesta de Inter¨¦s Tur¨ªstico Internacional desde 2007. No solo hay procesiones, sino que se ponen en escena el Antiguo y el Nuevo Testamento, con personajes y hechos b¨ªblicos. Los mantos de la virgen, bordados en seda y oro, alcanzan los 40.000 euros, seg¨²n P¨¦rez, el gu¨ªa tur¨ªstico. Las dos cofrad¨ªas principales, el Paso Blanco y el Paso Azul, compiten en ver qui¨¦n va mejor ataviado. Nadie gana porque no hay concurso, aunque los dos est¨¢n convencidos de que lo hacen. Hay rivalidad. P¨¦rez, lorquino de 53 a?os, se?ala que el folclore de coros y danzas es muy rico en la zona y pone el foco en la feria en septiembre como otra oportunidad para seguir atrayendo visitantes, ¡°cuando la gente vuelve de las playas y la ciudad recupera su pulso¡±, resume.
Lorca tiene mar
Los que se acerquen en verano, tienen la opci¨®n de conocer la ciudad por la ma?ana y desplazarse a la zona de playas para comer y darse un ba?o. El t¨¦rmino municipal de Lorca llega hasta la costa, hasta Puntas del Calnegre, un pueblo de pescadores que no ha sufrido intervenci¨®n en un siglo. La ¨²nica concesi¨®n al turismo es una serie de chiringuitos de mantel de papel que se extienden sobre la playa y que sirven pulpo y pescados azules, lo que el Mediterr¨¢neo ofrece en esas aguas, junto con productos de la huerta y arroz.
TRES SALIDAS SIN SALIR DE LA REGI?N
Por la playa de Calnegre pasean Claudio P¨¦rez y Marina Gelardo. Esta mujer en la treintena viene al pueblo desde que naci¨®. Portan material para bucear cerca de unas rocas que dividen la playa de Calnegre de la cala del mismo nombre, m¨¢s concurrida pues es m¨¢s cerrada y agradable. Santiago Esp¨ªn, vecino de la zona, se acerca a hablar con la pareja. Artista retirado de efectos especiales cinematogr¨¢ficos, vive junto a su mujer en una casa que linda con uno de los chiringuitos, en primera l¨ªnea de playa. Asegura que antes, por cada barca hab¨ªa 12 pescadores. Ahora dice que solo quedan tres hombres que salen a faenar. El pueblo, al estar dentro del parque regional de Cabo Cope y Puntas de Calnegre, ha quedado congelado en el tiempo. La protecci¨®n abarca 17 kil¨®metros de costa, algo de lo que presumen los lorquinos. Cuando se ha paseado la ciudad, siempre gu¨ªan al visitante en dos direcciones: las playas y el castillo.