Un portero y un jamaicano alivian a Brasil
B¨¦lgica puso en aprietos a los tetracampeones y sufri¨® la extra?a anulaci¨®n de un gol con el marcador a¨²n a cero
Los porteros, en Brasil, son patitos feos porque nadie quiere ponerse bajo el larguero, un potro al que se suele condenar al m¨¢s torpe de la clase y a aqu¨¦l al que no le dejan ni sacar de puerta con el pie.
Los guardametas brasile?os no firman aut¨®grafos y, en ocasiones, son confundidos con el utillero o el conductor del autob¨²s. Desde la maldici¨®n de Barboza, apestado de por vida y con la pena m¨¢s alta jam¨¢s impuesta a un compatriota tras el maracanazo [la derrota ante Uruguay, en R¨ªo de Janeiro, en la final del Mundial de 1950], en Brasil ganan los jugadores y pierde el portero.
Hay una base emp¨ªrica de tal argumento, desde luego, pero tambi¨¦n excepciones: Taffarell y los penaltis que detuvo a Italia en la final de Estados Unidos 94, y Marcos, su sucesor en Jap¨®n, que ayer sostuvo al equipo con media docena de intervenciones decisivas.
Del resto se encargaron un jamaicano vestido de luto, Rivaldo y Ronaldo. El barcelonista, con un bello remate para el primer gol y el ex barcelonista con un tanto al final que le a¨²pa como pichichi con cinco dianas, las mismas que el alem¨¢n Klose. Uno y otro rescataron a su selecci¨®n, que jug¨® a trancazos durante casi toda la noche y en un tremendo apuro. Y aliviaron el Mundial, claro, que con tanto trompic¨®n prematuro necesita a los tetracampeones bajo los focos medi¨¢ticos. No juegan del todo bien, pero divierten a muchos y se pasean como pocos por las pasarelas.
En una plaza japonesa que recordaba al estadio Insular canario por los coloretes de las gradas, B¨¦lgica empe?¨® todo para prolongar su visado japon¨¦s. Desde un gol inicial inexplicablemente anulado por el ¨¢rbitro caribe?o hasta un torrente de ocasiones frente al gigante Marcos. S¨®lo el tal Prendergast podr¨¢ explicar alg¨²n d¨ªa qu¨¦ le asust¨® del tanto de Wilmots, un reputado cabeceador que se ha ganado las lentejas en la Bundesliga con este tipo de remates. El capit¨¢n belga dio un brinco limpio por encima de Roque Junior y la pelota se estamp¨® en la red. Nada que objetar, pese al disgusto de todo el estadio. El jamaicano levant¨® el castigo y de los 40.440 espectadores, 40.000 tan contentos, igual que cuando aquel b¨²ho surcoreano, terco ¨¦l, se empecin¨® en pitar un inexistente penalti a Luizao frente a Turqu¨ªa.
Antes de la faena de Prendergast, B¨¦lgica hab¨ªa pasado alg¨²n mal trago con Ronaldo, que gan¨® la espalda a su adelantada defensa en m¨¢s de una ocasi¨®n. Partido a partido -ha marcado en todos-, Ronaldo emite se?ales positivas. Est¨¢ en el camino de vuelta. M¨¢s fino, con un arranque inicial m¨¢s explosivo y, sobre todo, con m¨¢s fe en sus maltrechas rodillas. Se atreve con giros, amagues y culebreos que hace unos meses s¨®lo se ve¨ªan en alguna colecci¨®n de su primera v¨ªdeoteca. Una gran noticia. De ¨¦l parti¨® lo mejor de Brasil en la primera parte, cuando el duelo estuvo m¨¢s equilibrado.
Los brasile?os, siempre amenazados por Wilmots, salieron con todo su arsenal ofensivo, que es infinito, pero de nuevo les falt¨® mayor engrase colectivo. Es admirable su mirada al frente, su buen gusto por todo aquello que alegra la vista en este deporte: el regate, la doma de la pelota, el tac¨®n, la frenada a mil por hora ... Pero, a veces, parecen un equipo ciclista con todos sprintando al mismo tiempo. Se agrietan con enorme facilidad porque apenas hay relevos y cada uno ocupa la cancha como le da la gana.
De ah¨ª que B¨¦lgica, con un poco de orden y un par de jugadores por encima de la media -el mencionado Wilmots y el diminuto Walem- le complicaran la existencia. Y de qu¨¦ manera en el segundo tiempo, cuando el mundo entero se dio cuenta de que Brasil tambi¨¦n se ha tra¨ªdo un portero. En diez minutos, con B¨¦lgica a la carga, Marcos frustr¨® dos grandes disparos con muy mala uva de Wilmots e interpuso su esqueleto ante Mpenza, al que ya hab¨ªa fastidiado una vaselina en el primer minuto.
Brasil se ahogaba, incapaz de marcar el paso. Pero le sobran balas y esta vez el ca?¨®n lo puso Rivaldo. De espaldas a la porter¨ªa, sac¨® pecho, se dio la vuelta y... adentro. La acci¨®n merec¨ªa el gol aunque, por si acaso, el belga Simons meti¨® la puntera y el bal¨®n sac¨® la lengua a De Vlieger.
A¨²n tuvo B¨¦lgica el empate a mano, cuando Goor se arrug¨® ante Marcos, que paraba y atemorizaba. Luego, descosida por completo la selecci¨®n belga, con s¨®lo tres minutos por delante para remediarlo, Kleberson, al que Scolari mand¨® al campo de batalla para sostener la trinchera, se vio envuelto en una contra con Ronaldo con un dedo arriba. Obediente, Kleberson no discuti¨®. El genio no le dej¨® colgado y todo Brasil ech¨® un vistazo al palco, donde Beckham y sus compa?eros tomaban notas para la partida de los cuartos. A Marcos, ni caso, como siempre.
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