?Habr¨¢ vida tras Edurne?
Edurne Pasaban ha llegado a meta. Ha pisado las 14 cimas m¨¢s elevadas del planeta y poco deber¨ªa importar el hecho de que una coreana de nombre Oh Eun-sun le haya adelantado en el sprint final. No es sencillo exponerse a semejante empresa y acabarla sin graves accidentes. As¨ª que toca felicitar a Edurne, pero tambi¨¦n a todos los alpinistas y sherpas que la han acompa?ado en un largo periplo iniciado hace m¨¢s de una d¨¦cada. Para la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n y de los aficionados de a pie, Edurne es una referencia, la imagen viva del monta?ismo b¨¢sico que la cultura popular ha mantenido viva en su ideario.
Poco importa que en estos ¨²ltimos meses, la himalayista vasca haya reconocido en diferentes entrevistas que ni es una alpinista t¨¦cnica ni la m¨¢s fuerte (ah¨ª est¨¢ la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner), y que su equipo tiene una enorme cuota de responsabilidad en sus ¨¦xitos. Tambi¨¦n ha reconocido que a su rueda ha crecido una empresa que lleva su apellido como sello y que aglutina diferentes patrocinadores, conferencias y charlas muy bien retribuidas y todos los beneficios que destila la fama. La tolosarra se ha convertido en un icono popular, un nombre m¨¢s que los periodistas y aficionados podr¨¢n sumar a la retah¨ªla habitual de apellidos con fuste: Nadal, Gasol, Contador, Sainz...
Sin embargo, Edurne es tan popular en la calle como sospechosa en el peque?o, cerrado y desconocido mundillo del alpinismo de ¨¦lite donde la dificultad va varios pasos m¨¢s all¨¢ del simple caminar para hablar de escalada. Los alpinistas que hoy en d¨ªa firman ascensiones de vanguardia se refieren a las rutas normales de los ochomiles como "un terreno para turistas", un lugar que perdi¨® hace casi medio siglo todo el aura de aventura que lo hab¨ªa caracterizado. ?Alguien recuerda vagamente estos apellidos: Corominas, Bar¨®, C¨®rdoba, Zabalza, Pou, Vallejo, Madinabeitia, Vidal...? Todos ellos defienden a su manera un alpinismo de dificultad, de compromiso aut¨¦ntico, de respeto a los valores no escritos de una actividad que no busca r¨¦cords sino sensaciones.
Los mejores alpinistas de este pa¨ªs (muchos de talla internacional) sobreviven a base de su trabajo como gu¨ªas de monta?a, trabajadores de altura, bomberos y dem¨¢s ocupaciones que les permitan continuar con sus actividades de monta?a. Edurne ya piensa en cambiar de vida, idea irreprochable. Con ella, seguramente, desaparecer¨¢n de los medios de comunicaci¨®n las p¨¢ginas de monta?a, hasta que se organice un nuevo drama en alg¨²n ochomil. "Quiz¨¢s", opina el alpinista catal¨¢n Oriol Bar¨®, "es mejor as¨ª: que todos vayan a los ochomiles y nos dejen al resto todas las otras monta?as". Pero no estar¨ªa nada mal que el periodismo de masas diese una oportunidad sincera al alpinismo aut¨¦ntico de un pa¨ªs que solo ha tenido focos para Edurne y, antes, para Oiarzabal.
?scar Gogorza es director de la revista Campo Base
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