¡°Mi h¨¦roe es Bikila, el de los pies descalzos¡±
Atxaga cree que el deporte debe ser "dram¨¢tico y grandioso"
Se llama Jos¨¦ Irazu Garmendia y es (para la literatura) Bernardo Atxaga. Un d¨ªa le ense?¨® Bilbao al cronista, y luego le ense?¨® Donosti. En cada rinc¨®n de ambos lugares este guipuzcoano de 1951 hall¨® motivos para relatar una f¨¢bula, de modo que cada recodo del camino supon¨ªa horas para ¨¦l. Hablar de deportes con ¨¦l es someterte a esa sabidur¨ªa: no vas a hablar desde la grada, sino desde la memoria, y a veces con los ojos cerrados. As¨ª habla.
Es un narrador nato, oral y escrito, escribe en euskera, y se le lee en much¨ªsimos idiomas, incluido el castellano. Obabakoak (1989) supuso el primer paso de una destacada obra en marcha entre las que figuran El hombre solo, Esos cielos, El hijo del acordeonista y Siete casas en Francia, su ¨²ltima novela. Conversar con ¨¦l es detenerse en trozos de leyendas como si fueran esquinas de un pueblo; as¨ª que hablar de deportes con este hombre verdaderamente extra?o en el grader¨ªo es adentrarse en figuras como Cassius Clay o Abebe Bikila, el extraordinario corredor et¨ªope que vivi¨® corriendo desde 1932 a 1973. ¡°Ese es mi ¨ªdolo, el corredor de los pies descalzos¡±.
Y, c¨®mo no, da gusto escucharle hablar de los deportes de su tierra, Euskadi. Antes, cree ¨¦l, el mundo era m¨¢s ancho, hab¨ªa m¨¢s deportes, porque hab¨ªa aficiones m¨¢s diversas. ¡°Ahora los ni?os s¨®lo est¨¢n pendientes del f¨²tbol y desconocen casi todo lo dem¨¢s¡¡± Por ejemplo, en Euskadi ¨¦l se cri¨® admirando a los levantadores de piedra. ¡°El clich¨¦ ha convertido el levantamiento de piedras en algo anecd¨®tico. Y no lo es. El recuerdo de ese deporte tiene que ver con mi concepto del deporte en general, que ha de ser dram¨¢tico y grandioso. Y el levantamiento de piedras lo era. Hab¨ªa tantos apostantes que convert¨ªan aquella competici¨®n en jornadas de enorme tensi¨®n popular. En mi pueblo los corredores de apuestas iban de un lado para otro moviendo enormes sumas de dinero, desde las siete de la tarde hasta las siete de la ma?ana del d¨ªa previo a la competici¨®n¡±.
En Roma, el et¨ªope prolong¨® su marat¨®n hasta la columna de Trajano para ventar a su pa¨ªs, sometido por Mussolini
Eran miles de personas moviendo cientos de miles de pesetas¡ Y en torno a los levantadores ¡°hab¨ªa un gran misterio¡±. ¡°Los ten¨ªan escondidos para evitar las presiones¡ De ni?os ¨ªbamos a vigilarlos, de noche, a ver si o¨ªamos los golpes de sus entrenamientos. Pero los levantadores escond¨ªan su t¨¦cnica: simulaban m¨¢s golpes, o menos, para despistar a los esp¨ªas¡¡±
Cuando el deporte ofreci¨® ante Atxaga la posibilidad de descubrir qu¨¦ es un h¨¦roe fue cuando apareci¨® en el cross de Lasarte el m¨ªtico Abebe Bikila¡ ¡°Tienes que ver su carrera en Roma, descalzo, prolongando su carrera en la marat¨®n hasta llegar a la columna de Trajano¡ Era et¨ªope, y prolongaba su carrera para vengar a su pa¨ªs, que hab¨ªa sido sometido por Mussolini¡±.
Contra la desmesura
A Atxaga no le gusta la desmesura, ¡°las enormes olas del grader¨ªo¡± que provoca el f¨²tbol, tambi¨¦n por televisi¨®n. Es del Athletic de Bilbao, ¡°pues del Athletic ¨¦ramos tres familias de Asteasu, Guip¨²zcoa, y seguimos siendo las mismas familias¡¡±. Por as¨ª decirlo, a ¨¦l lo ungi¨® atl¨¦tico Txetxu Rojo, cuando fue a su pueblo y jug¨® ¨¦l solo con seis de los chicos. ¡°Y gan¨® Txetxu, claro¡±. ¡°Estos van a ser atl¨¦ticos¡±, les dijo el legendario futbolista a los muchachos que lo ve¨ªan embobados. ¡°Pero el f¨²tbol tiene algo de desmesura que a m¨ª jam¨¢s me convenci¨®¡±. Hasta el punto que sigui¨® la final de la Copa del Mundo, ¡°hasta el gol de Iniesta¡±, por los sonidos que llegaban de la calle. Cuando escuch¨® ¡°???gol!!!¡± entr¨® en la casa y vio la repetici¨®n por la tele. ¡°Ese exceso en el que vive el f¨²tbol me hace aislarme. No me siento bien en las olas¡±.
Historias aparte, lo que fascina de la narraci¨®n de Atxaga es lo v¨ªvida que permanece en su memoria la haza?a de Bikila en ?ibar¡ ¡°Gan¨® la marat¨®n de Tokio y despu¨¦s vino aqu¨ª, a competir con Carlos P¨¦rez, que era el campe¨®n de Espa?a. Gan¨®, se duch¨®, se puso el ch¨¢ndal y acudi¨® a la pista a aplaudir al segundo clasificado, P¨¦rez, que lleg¨® muchos minutos despu¨¦s de que ¨¦l ganara la carrera¡±.
¡°Lo heroico y lo dram¨¢tico est¨¢n muy unidos en mi concepto del deporte¡±. Porque le gusta en el deporte la competici¨®n que deja rastros de poes¨ªa, a Atxaga le fascinan aquellos deportistas (¡°incluso en el f¨²tbol¡±) que dejan atr¨¢s aires de leyenda, ¡°como Garrincha, como Best...¡± Pero tambi¨¦n prefiere, frente a los h¨¦roes grandilocuentes, ¡°a gente como nosotros, tipos bajitos que parece que jam¨¢s van a sobresalir y que de pronto irrumpen, como Messi¡±. Eso es lo que ha hecho al Bar?a atractivo, ¡°porque sus futbolistas no son grandes atletas, son peque?os¡±.
El recuerdo de Cassius Clay figura en la colecci¨®n de leyendas que fueron heroicas y dram¨¢ticas. ¡°Ten¨ªa algo, era un sujeto po¨¦tico¡±. Pero de quien aprendi¨® la relaci¨®n del deporte con la escritura o con las artes fue de Aguerre Lopetegui, el hermano del futbolista, que era pelotari. ¡°Aguerre me cont¨® en Asteasu que el d¨ªa de la final de un campeonato se encerraba en una habitaci¨®n a oscuras, y ah¨ª estaba horas, sin luz, concentrado, con gafas negras. Y cuando sal¨ªa al front¨®n, me dec¨ªa, ve¨ªa la pelota con una enorme nitidez, mucho mejor que los otros¡±.
Un d¨ªa ley¨® que algo parecido hac¨ªa Howard Hawks, ¡°del que se dec¨ªa que era un mis¨¢ntropo cabreado porque siempre andaba bajando las persianas para concentrarse a oscuras¡±. ¡°Y yo creo que lo hac¨ªa para tener los ojos m¨¢s afilados, como Lopetegui el pelotari. Un narrador ha de estar siempre almacenando capacidad de sorpresa, huyendo de estereotipos, y si cierras los ojos es posible una mayor concentraci¨®n, una mejor disposici¨®n para sentirte sorprendido. A m¨ª me dijo mi amigo el m¨²sico Juan Carlos P¨¦rez, el creador de Itoiz, un grupo legendario, que todas las canciones se le ocurrieron viajando, pues viajando te provocas curiosidad. Y con los ojos cerrados tambi¨¦n te la provocas¡±.
Es bueno cerrar los ojos, dice Atxaga, ¡°pues mantener la sorpresa a partir de cierta edad requiere un trabajo. Hay que entrenarse para seguir siendo curioso¡±.
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