Cuando ciegan los colores
Forofismo: tendencia que tiene el f¨²tbol de nublar nuestra capacidad de reflexi¨®n, mucho m¨¢s de lo que puedan hacerlo otras cuestiones enormemente m¨¢s significativas.
Hay gente que es capaz de debatir de forma apasionada, honesta y civilizada sobre cualquier argumento y que, de pronto, se torna completamente intolerante a la hora de discutir sobre su equipo. Como si necesitaran un recreo de las cosas importantes, algunos, cuando hablan de f¨²tbol, activan el piloto autom¨¢tico de las emociones.
No me refiero a las reacciones que se producen en el transcurso de los partidos, cuando la sangre hierve y, sin importar lo que suceda, todo el mundo insulta al ¨¢rbitro o al juez de l¨ªnea, sino a cuando, plenamente conscientes y con la perspectiva del tiempo y la distancia, se insiste en conservar la ceguera.
Que vivir el f¨²tbol desde nuestro sentimiento no nos impida dudar, discutir, discriminar y argumentar
Muy revelador es ver c¨®mo algunos foros de Internet, esa moderna herramienta que estimula la libre expresi¨®n y la comunicaci¨®n, en vez de ser utilizados para discutir o rebatir argumentos, se llenan de insultos y descalificaciones personales, como si cualquier opini¨®n no concordante con los criterios del lector solo pudiera ser fruto de una visi¨®n sesgada. Es triste y desvirt¨²a su raz¨®n de ser ver esos foros utilizados como un medio para prolongar la impunidad que algunos creen tener en la tribuna.
Llama tambi¨¦n la atenci¨®n otro patr¨®n de moda: algunos lectores creen que, siempre que no coincidan con las suyas, las opiniones de los periodistas (o invitados como yo) son solo t¨¢cticas discursivas para acomodar la realidad de acuerdo con oscuros intereses editoriales o personales. Si lo que se dice no cuadra con sus sentimientos, suponen que no existe un ejercicio deliberado de quien comunica por intentar contar lo que ve, sino un simulacro dedicado a maquillar lo que se ve para presentarlo como real. Los ejemplos m¨¢s claros se aprecian cuando, en el an¨¢lisis de un partido, las mismas l¨ªneas son denunciadas por simpatizantes de ambos equipos como una opini¨®n funcional a los intereses del otro.
No ayuda esta Liga bic¨¦fala a sosegar las visiones maniqueas que tienden a identificar todo lo bueno con una parte y culpar a la otra de todo lo malo
No ayuda esta Liga bic¨¦fala a sosegar las visiones maniqueas que tienden a identificar todo lo bueno con una parte y culpar a la otra de todo lo malo. La se?al m¨¢s alarmante, sin embargo, no proviene del forofismo en s¨ª, sino de los que pretenden utilizarlo. ?Qu¨¦ forma extra?a de medir la lealtad hace que, si uno es madridista, disfrutar est¨¦ticamente de un gol de Messi o de una combinaci¨®n del Bar?a sea una deserci¨®n de los colores? ?Por qu¨¦ se?alar un exceso de Pepe o disentir sobre una idea de juego ser¨ªa convertirse en un conspirador? ?Es ese el mismo tipo de sinapsis que hacen las iluminadas cabezas que deducen que, si uno es hincha del Real Madrid, es un nost¨¢lgico de Franco? ?O las que piensan que alabar el juego del Madrid es ser resultadista, si es que esa palabra significa algo? ?O que hacerlo significa convertirse en un activista promotor del piquete de ojos y el corte de manga?
Es pecar de vanidad moral pretender usar los ¨¦xitos presentes o pasados de un equipo como un pedestal para imponer valores o para sentarse sobre el libro de etiqueta del deber ser. No parece una idea edificante avivar la llama de un duelo futbol¨ªstico hoy tan caliente, para intentar izar una ¨¦tica, extendiendo el fuego a otras bipolaridades espa?olas: creyentes y agn¨®sticos, taurinos y antitaurinos, falangistas y franquistas, fachas y rojos, mon¨¢rquicos y republicanos, independentistas y nacionalistas, fumadores y no fumadores y otros encolumnamientos que solo sirven para vender, adosado al f¨²tbol, un mundo sin matices.
Sin caer en el relativismo, podemos diferenciar que una cosa son las simpat¨ªas o las antipat¨ªas que puedan producir algunos de los protagonistas coyunturales, con sus buenos y malos ejemplos, y otra es extraer de all¨ª argumentos para generalizar, arrojando a la misma bolsa y seg¨²n convenga algunos fragmentos de la historia, las filiaciones pol¨ªticas, las arengas patrioteras, los dedos en los ojos, los errores arbitrales, los cortes de manga, los estilos de juego, las patadas y planchas de Pepe o las exageradas ca¨ªdas de Busquets.
Que vivir el f¨²tbol desde nuestro sentimiento o defender un estilo de juego desde nuestro gusto no nos vende los ojos con la bandera de los colores preferidos. Que no nos impida dudar, discutir, discriminar y argumentar. Aunque solo sea para asegurarnos que las pasiones que despierta el f¨²tbol todav¨ªa nos dejan ver otras perspectivas. Para que no nos abracemos a cualquier consigna con la misma pasi¨®n con la que nos abrazamos al equipo de nuestros amores.
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