Bielsa, el m¨ªster maldito
El entrenador argentino ha dibujado un lenguaje propio que trata de contradecir a la naturaleza ca¨®tica del f¨²tbol
Cuenta Javier Irureta que le vio una ma?ana caminando por la playa de Getxo, en direcci¨®n al Ayuntamiento. Era ¨¦l, Marcelo Bielsa, el entrenador del Athletic, el desconocido m¨¢s querido en Vizcaya. Iba en ch¨¢ndal, en¨¦rgico, dando zancadas rigurosamente regulares, levemente inclinado hacia delante como si el peso de la cabeza, cargada sobre la frente que apuntaba al arenal, condicionase su laboriosa marcha. Irureta se detuvo y pens¨® en ir a saludarlo, de colega a colega, cuando un transe¨²nte se le adelant¨®. ¡°?Aupa Marcelo!¡±, le grit¨®, con fervor. El interpelado apenas gir¨® el cuello hacia la voz que lo llamaba antes de proferir algo parecido a un gru?ido. Hecho esto, aceler¨® el paso y regres¨® al ensimismamiento, al di¨¢logo interior, a las contradicciones, a lo que parec¨ªa una insondable aflicci¨®n. Impresionado, Irureta le dej¨® seguir.
Sabemos que sus amigos le apodaron Loco desde que era un ni?o. Que se levanta todos los d¨ªas a las cinco de la ma?ana. Que busca peri¨®dicos, normalmente sin ¨¦xito a esa hora. Que sale a caminar. Que a veces alcanza el puerto viejo de Algorta y sube la escalinata hasta la plaza. Que sabe apreciar un chato, un chorizo, unas alubias o un rape al horno. Que gusta mucho de la compa?¨ªa de viejos aldeanos, de ni?os, incluso de monjas clarisas clausuradas en un convento en Gernika. ?Qui¨¦n sabe, sin embargo, lo que Bielsa va rumiando para s¨ª durante sus fren¨¦ticas caminatas rutinarias entre Getxo y Algorta?
Ten¨ªa 41 a?os en el verano de 1996 cuando se encontr¨® viajando por Inglaterra para seguir la Eurocopa. Uno de sus compa?eros de jornada fue Jorge Valdano, viejo amigo que por entonces ejerc¨ªa de entrenador, igual que ¨¦l. Cierto d¨ªa, Bielsa busc¨® la complicidad de su paisano plante¨¢ndole una cuesti¨®n que le quemaba las entra?as.
A veces es un torbellino. Tiene una energ¨ªa, tiene un yo que es tremendo" Jos¨¦ Mar¨ªa Amorrortu, director t¨¦cnico del Athletic de Bilbao
¨CDespu¨¦s de perder un partido, ?nunca has pensado en matarte?
La pregunta caus¨® perplejidad en los presentes. Sobre todo cuando Bielsa razon¨® la legitimidad del suicidio como una v¨ªa de escape.
Desde 1996 ha tenido motivos para matarse y para seguir vivo. Por un lado, gan¨® un campeonato argentino con el V¨¦lez en 1998 y un oro ol¨ªmpico como seleccionador de Argentina en 2004. Por otro, perdi¨® el campeonato argentino de 1997, fue eliminado en la primera fase del Mundial de 2002 y perdi¨® dos Copas Am¨¦rica. En 2010, como director t¨¦cnico de Chile, cay¨® eliminado en los cuartos de final del Mundial. Por ¨²ltimo, el 9 de mayo, fue derrotado en la final de la Liga Europea que disput¨® contra el Atl¨¦tico de Madrid.
¡°Estamos acostumbrados a que determinadas causas generen efectos previstos¡±, advierte Bielsa de forma recurrente para se?alar el car¨¢cter ca¨®tico del juego, uno de los temas que le abruman. ¡°El f¨²tbol es el primer deporte del mundo porque una misma causa puede ofrecer diferentes efectos. La mayor¨ªa de las cosas que suceden no son como las imaginamos. Hay mucho de casual. Sin embargo, los que pronostican y aciertan son considerados sabios. En cualquier caso, son atrevidos, no sabios. El que vaticina tiene la misma posibilidad de acertar que de no acertar¡±.
Si la grandeza de un t¨¦cnico se midiera por su colecci¨®n de trofeos, el argentino no ocupar¨ªa un lugar relevante. Lo que convierte en extraordinario a este entrenador, lo que le sit¨²a como uno de los estrategas futbol¨ªsticos m¨¢s admirados y queridos del mundo, es su capacidad para crear un orden distintivo ah¨ª donde va. La campa?a que culminar¨¢ en la pr¨®xima final de la Copa del Rey con el Athletic de Bilbao se inscribe entre las aventuras m¨¢s bellas que ha ofrecido el deporte este a?o. El ¨¦xito reside en el procedimiento. El Athletic juega de un modo en¨¦rgico, din¨¢mico, sistem¨¢tico y atrevido. El p¨²blico, incluso cientos de miles de aficionados ajenos al club vizca¨ªno, se ha dejado encantar por el espect¨¢culo. Cada partido se vive como algo ¨²nico, un homenaje irrepetible al orgullo de unos jugadores que se entregan hasta el agotamiento en una tarea com¨²n que los enaltece. Como hizo en todos sus equipos, Bielsa logra convencer a sus jugadores para sincronizar complejas maniobras de ataque y defensa con una precisi¨®n dif¨ªcil de lograr. La f¨®rmula es ¨²nica porque corresponde al extravagante cosmos personal de su creador. Es producto de su obsesi¨®n por el examen, la casu¨ªstica y la clasificaci¨®n.
Descendiente de una dinast¨ªa de juristas, jueces y legisladores, Bielsa rompi¨® con la tradici¨®n familiar. No estudi¨® derecho, pero intuy¨® muy pronto que su misi¨®n ser¨ªa la creaci¨®n de un c¨®digo propio. Cuando su hermano mayor, Rafael, fue nombrado ministro y constituyente durante el Gobierno de N¨¦stor Kirchner, ¨¦l ya llevaba 20 a?os elaborando normas para organizar el f¨²tbol como quien construye un baluarte contra la naturaleza ca¨®tica del juego.
Lo llamativo de Bielsa es la atenci¨®n al detalle. La minuciosidad. El rigor" Jos¨¦ Mar¨ªa Amorrortu, director t¨¦cnico del Athletic de Bilbao
¡°Todos los esquemas de cierta ¨¦tica jur¨ªdica est¨¢n impl¨ªcitos en lo que dice Bielsa bas¨¢ndose en el laconismo y en el uso de estructuras an¨®malas¡±, observa el soci¨®logo argentino Horacio Gonz¨¢lez, hoy responsable de la silla que ocup¨® Jorge Luis Borges como director de la Biblioteca Nacional. A diferencia de Borges, a Gonz¨¢lez el f¨²tbol le inspira gran curiosidad. ¡°En Bielsa hay algo de jurista de una sociedad primitiva. El suyo es un intento de juricidad que no est¨¢ presente en el f¨²tbol argentino desde que Zubeld¨ªa escribi¨® su T¨¢ctica y estrategia del f¨²tbol, que en los setenta los estudiantes le¨ªamos como quien lee el Libro Rojo de Mao¡±.
¡°Cuando argumenta una cuesti¨®n de ¨ªndole t¨¢ctica¡±, dice Gonz¨¢lez, ¡°hace largas elaboraciones l¨®gicas, y a veces se enreda en esquemas no f¨¢cilmente inteligibles. Es rupturista con respecto al lenguaje del f¨²tbol que se ha empleado hasta ahora. Jorge Valdano o V¨ªctor Hugo Morales retraducen el realismo m¨¢gico para el uso de su relato. Bielsa manifiesta una profunda capacidad de trenzar relaciones de fuerza, un conjunto de tensiones que no tienen una conclusi¨®n clara. Esto supone un dislocamiento respecto a la mayor¨ªa de los t¨¦cnicos, que se inspiran en las fuentes de la psicolog¨ªa social estadounidense, m¨¢s utilitaria, con est¨ªmulos morales y materiales muy obvios. En Bielsa hay algo que no cierra. Habla como si se hubiera formado en el posestructuralismo franc¨¦s. Vemos ese lugar vac¨ªo de la filosof¨ªa contempor¨¢nea, una presencia angustiosa y permanentemente disconforme. Un vac¨ªo existencial que ¨¦l cubre con una estricta estructura moral y que le lleva a chocar con las preguntas de los periodistas, que normalmente buscan obtener peque?as part¨ªculas llamativas, o rid¨ªculas, de las personas. Ante esto, ¨¦l muestra un fastidio que se traduce en un sentimiento de superioridad ¨¦tica¡±.
Bielsa dej¨® de dar entrevistas hace m¨¢s de diez a?os. Se limita a conferencias en las que ofrece retazos de su c¨®dice. Lo ha compuesto observando situaciones de la competici¨®n, comportamientos individuales y colectivos. Aislando gestos, maniobras, decisiones que, aunque soluciones instintivas en su origen, entra?an lo que ¨¦l considera un ideal futbol¨ªstico. Una part¨ªcula del juego. Un modelo que, convenientemente expuesto en un campo de pr¨¢cticas, puede ser reproducible mediante el adiestramiento.
¡°Me toc¨® dirigir al V¨¦lez¡±, dijo, para determinar c¨®mo naci¨® su manual para defensas. ¡°En el segundo partido jugamos por la Copa Sudamericana contra el S?o Paulo. Y perdimos 6-0. Vi tantas veces el partido para entender por qu¨¦ hab¨ªamos perdido de esa manera¡ Y de tanto verlo me empezaron a quedar claros los gestos vinculados con la recuperaci¨®n. Organic¨¦ con el tiempo una rutina defensiva: es decir, c¨®mo se recupera la pelota en 17 estaciones¡±.
Jos¨¦ Mar¨ªa Amorrortu, el director t¨¦cnico del Athletic, responsable de la contrataci¨®n del entrenador argentino, destaca su vocaci¨®n pedag¨®gica. ¡°?l va recogiendo conceptos¡±, dice. ¡°No lo hace nadie. Y su forma de entrenar no la he visto nunca. Lo m¨¢s llamativo es la atenci¨®n al detalle. La minuciosidad. El rigor. La concentraci¨®n que precisa para cada uno de los ejercicios. Son situaciones puntuales que luego el jugador debe ir procesando. Control-pase-control-pase¡ Exige que el futbolista interiorice los procesos m¨¢s que los resultados. Lleva a?os y a?os trabajando en ello. Hoy d¨ªa es muy dif¨ªcil organizar algo semejante¡±.
Amorrortu se detiene en un ejemplo: los centros al ¨¢rea. ¡°Marcelo¡±, dice, ¡°hace que los jugadores centren en un arco desde ocho posiciones diferentes. Deben dominar todas las partes del gesto t¨¦cnico desde los diferentes ¨¢ngulos¡±.
Bielsa ha aislado 8 clases de centros, 17 formas de defender, 11 modos de definir y 36 tipos de relaci¨®n mediante el pase, entre una extensa tipificaci¨®n. El hombre colecciona comportamientos futbol¨ªsticos como quien clava mariposas en una urna. Con una meticulosa obstinaci¨®n maniaca. Cuentan sus amigos que cierto d¨ªa en un restaurante, entre otros postres, le ofrecieron tarta de pera. Al o¨ªr la oferta, se apresur¨® a inquirir al camarero: ¡°?Usted sabr¨ªa decirme cu¨¢ntas peras incluye una porci¨®n?¡±.
Sus detractores dicen que la tarea del entrenador del Athletic es tr¨¢gica porque el f¨²tbol es una actividad org¨¢nica sujeta a la aleatoriedad, cuando no a imponderables fen¨®menos emocionales. ¡°Yo solo puedo influir, en el mejor de los casos, en el 5% del resultado de un partido¡±, afirm¨® una vez, con la serenidad de quien acepta su condena. Sabe que controlar el juego es como resguardarse de la lluvia con una hoja de parra. Pero persevera en su obra. Como si no le quedara m¨¢s remedio.
El paraguayo Jos¨¦ Luis Chilavert fue el capit¨¢n del V¨¦lez en la ¨¦poca de Bielsa. El t¨¦cnico le apart¨® del equipo durante cuatro semanas por insubordinaci¨®n. Pero Chilavert le recuerda con cari?o: ¡°Rompe todos los esquemas porque primero es un gran ser humano y segundo, como entrenador, es muy posesivo. ?l no entiende que los jugadores pueden fallar. ?l dice que un jugador tiene que ser igual o mejor que una computadora¡±.
Dice que un jugador ha de ser mejor que una computadora" Jos¨¦ Luis Chilavert, exportero
¡°Para ¨¦l, un equipo de f¨²tbol es como tener 10 ingenieros que est¨¢n haciendo un chip para un ordenador¡±, explica Chilavert. ¡°Los ingenieros se especializan por puesto, desde el lateral izquierdo, los dos centrales, el lateral derecho¡ Cada uno en su ¨¢rea tiene que jugar al 100%. Despu¨¦s va trabajando l¨ªnea por l¨ªnea. Es importante la repetici¨®n del trabajo para asimilarlo. Y la inteligencia de los jugadores. No todos tienen la capacidad de recibir tres o cuatro mensajes durante el partido para poder cambiar y jugar el sistema que quiere ¨¦l. Y cuanta m¨¢s gente joven tenga dentro del grupo, mejor funciona su esquema. Para ¨¦l, el Athletic debe ser como cuando llevan a un chico de cuna pobre de Sudam¨¦rica a Disney¡±.
Para Bielsa es Disney. Para sus futbolistas, la experiencia puede resultar m¨¢s tormentosa. La media de edad de los jugadores de campo del Athletic es de 23 a?os. Las pr¨¢cticas en Lezama, la ciudad deportiva del club, se parecen poco a lo que ocurre en otros entrenamientos. El t¨¦cnico emplea tres campos simult¨¢neamente. Despliega picas, conos, mu?ecos de goma y decenas de metros de cinta blanca para compartimentar el campo en sectores, cuadr¨ªculas y corredores. En cada parcela instruye sobre un concepto. Definiciones, centros desde diferentes ¨¢ngulos, movimientos coordinados de ataque y recuperaci¨®n, situaciones de dos contra dos en la banda o salida del bal¨®n en largo desde la defensa pueden constituir la rutina de una ma?ana cualquiera. En el adiestramiento del 1 de marzo, los jugadores siguieron al maestro a trav¨¦s del circuito. Compungidos, atentos, en silencio. Bielsa interrumpi¨® los ejercicios para instruir, con tono acad¨¦mico, o para exhibir una frustraci¨®n desgarradora. En una ocasi¨®n, cuando sus pupilos, o sus ayudantes, no hicieron exactamente lo que ¨¦l consideraba correcto, estall¨®. ¡°?Cinco a?os llevamos repitiendo esto¡! ?Cinco a?os¡ y somos incapaces¡! ?Usted no puede centrar as¨ª¡! ?No puede¡!¡±. Se golpeaba los muslos con ambos brazos mientras deambulaba por el campo al l¨ªmite del paroxismo. Parec¨ªa un hombre sacudido por una p¨¦rdida irreparable.
¡°?Est¨¢ tan loco el m¨ªster como dicen?¡±, le preguntaron a Iker Muniain, la estrella emergente del Athletic, de 19 a?os. ¡°?M¨¢s de lo que se dice!¡±, respondi¨®.
¡°Hay d¨ªas que es un torbellino¡±, observa Amorrortu. ¡°Tiene una energ¨ªa, tiene un yo que es tremendo. Muchas veces me pregunto¡ ?Este hombre un d¨ªa va a explotar! Est¨¢ constantemente d¨¢ndole vueltas a las cosas. Constantemente. Tiene un nivel de autoexigencia incre¨ªble. Una capacidad de observaci¨®n¡ ?l intuye lo que puede pasar en relaci¨®n con todo. Est¨¢ constantemente pensando. A veces necesita alejarse de los jugadores e incluso de su propio equipo de trabajo. ?l mismo ha expresado que es agotador. Es dif¨ªcil porque es muy exigente. Cuida mucho el lenguaje, las formas de expresi¨®n. Analiza constantemente las palabras, los gestos, las miradas, los comportamientos. Y exige una coherencia en las conversaciones y en los procesos. Hay que hablar con propiedad y exige que lo que expreses tenga un contenido¡±.
¡°Me gusta la palabra asilvestrado¡±, confes¨® Bielsa durante un viaje a Zaragoza para ver jugadores, cuando era seleccionador de Argentina. Sac¨® un l¨¢piz y apunt¨®: asilvestrado. Bielsa suele disponer de un diccionario que relee en busca de t¨¦rminos que aclaren sus im¨¢genes. ¡°A los jugadores no se les puede dar charlas largas porque pierden la concentraci¨®n¡±, dijo, ¡°por eso es importante elegir bien las palabras¡±.
Selecciona t¨¦rminos, construye manuales y hasta predetermina la duraci¨®n de los di¨¢logos. Como record¨®, perplejo, un entrenador que prefiere el anonimato: ¡°Si ¨¦l contempla que la conversaci¨®n debe durar 2.30 minutos y dura 2.35, se va y te deja con la palabra en la boca¡±.
Las obsesiones de Bielsa dejan huella. Cualquier cosa puede disparar su intransigencia, su alarma o su curiosidad. Incluso un jersey. ¡°Era un su¨¦ter¡±, recuerda Chilavert. ¡°Una sudadera con cuello y manga larga, gris oscura. Un d¨ªa, en la concentraci¨®n, me dice: ¡®?D¨®nde consigui¨® esa sudadera?¡¯. ¡®En Siglo XXI¡¯, le dije, ¡®en Manhattan, en Nueva York, que es la mejor ciudad del planeta, para mi forma de ver¡¯. Y me dice: ¡®Ah, qu¨¦ bueno, qu¨¦ bueno¡¡¯. Y se fue¡±.
¡°Dos a?os despu¨¦s me fui a jugar a Francia¡±, prosigue Chilavert, ¡°y un d¨ªa, a las nueve de la noche, en Estrasburgo, me suena el m¨®vil. Y me dice: ¡®Chilavert, soy Marcelo¡¯. ¡®Ah¡¯, le digo, ¡®?qu¨¦ Marcelo?¡¯. ¡®?Marcelo Bielsa! ?Se acuerda usted que me dijo que Nueva York era la mejor ciudad del planeta? La verdad, lo felicito, porque estoy caminando por la Quinta Avenida. Es una ciudad fant¨¢stica. Recu¨¦rdeme: ?ad¨®nde compr¨® esa sudadera?¡¯. Y yo: ¡®Se llama Siglo XXI, est¨¢ al lado de Wall Street¡¡±.
Es probable que nunca sepamos lo que se cruza por la cabeza de Bielsa mientras marcha pisando la arena de la playa de Getxo. Podr¨ªan ser las 11 maneras de meter un gol en un juego que ofrece posibilidades infinitas, una nueva norma ¨¦tica para su construcci¨®n moral posestructuralista o incluso una sudadera gris.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.