Memoria redonda
Pocas cosas como el f¨²tbol son capaces de inmortalizar momentos de otra forma condenados al olvido
Mi suegro, que cada tanto me relata de carrerilla la delantera de Independiente de los a?os cincuenta (Micheli, Cecconato, Lacasia, Grillo y Cruz), se suele jactar de haber presenciado en vivo dos pedazos grandes de la historia del f¨²tbol argentino por haber estado de la mano de su padre en el estadio de River cuando Grillo le marc¨® a los ingleses en 1953 y, a?os despu¨¦s, haber presenciado tambi¨¦n el zurdazo de C¨¢rdenas con el que Racing derrot¨® al Celtic en el estadio Nacional de Montevideo para llevarse la Copa Intercontinental, en 1967. Lo que m¨¢s llama la atenci¨®n cuando lo cuenta no es su recuerdo de los goles o las formaciones, sino la lucidez con la que rememora hasta los m¨¢s peque?os detalles de esos dos d¨ªas. D¨ªas que quiz¨¢, sin esas emociones que los fosilizara en la memoria igual que a esos insectos que quedan atrapados en el ¨¢mbar, se hubiesen borrado para siempre.
El comienzo de la Eurocopa 2012 se trata para m¨ª, antes que nada, de un disparador de recuerdos. Y lo hace por la misma raz¨®n que ahora, al escuchar la voz de Gianna Nannini en la banda sonora de una publicidad de Alfa Romeo, solo puedo pensar en Un¡¯estate italiana y los penales que atajaba Goycochea en el Mundial 90. Quiero decir que, en alg¨²n momento, sin darme cuenta, comenc¨¦ a medir el paso del tiempo a trav¨¦s del calendario futbol¨ªstico. Por eso pensar en la Euro que se viene me lleva sin escalas a la de 1992.
A esa Eurocopa le debo saber de memoria la triste fecha en que comenz¨® la guerra de los Balcanes, cuando Yugoslavia no pudo ocupar la plaza que luego llenar¨ªa con gloria Dinamarca; o enterarme que Moldova y Turkmenistan eran pa¨ªses que antes formaban parte de la CCCP. Nunca dejar¨¢ de sorprenderme que gran parte de mi poca comprensi¨®n sobre ese laberinto cir¨ªlico que es el mapa pol¨ªtico de la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica se lo deba a un partido de la CEI y a un gol de Dobrovolsky en Norrkoping. A ese torneo pertenece tambi¨¦n alguna lecci¨®n adolescente: aprend¨ª, por ejemplo, que los nombres no siempre representan lo que nombran (que, de hecho, a veces representan exactamente lo contrario) y que el hecho de que la Alemania Democr¨¢tica ya no existiera era sin¨®nimo de libertad, como tambi¨¦n lo era que los jugadores llevaran por primera vez su nombre en sus espaldas.
Sin darme cuenta, comenc¨¦ a medir el paso del tiempo a trav¨¦s del calendario futbol¨ªstico
?C¨®mo no recordar aquella fr¨ªa tarde porte?a del 26 de junio de 1996 en la que Andy M?ller, al otro lado del charco, desped¨ªa a los ingleses de su propia Eurocopa si apenas unas horas despu¨¦s estall¨¢bamos de alegr¨ªa en el Monumental mientras River levantaba la Copa Libertadores con dos goles de Crespo? ?Qu¨¦ amante del f¨²tbol no recordar¨ªa al menos un trozo del d¨ªa que Van Basten solt¨® esa volea al ¨¢ngulo contra la URRS? ?Qu¨¦ hincha de Espa?a olvidar¨ªa a qui¨¦n se abraz¨® en el momento que Alfonso, montado en una aguja del reloj, marc¨® el cuarto gol contra Yugoslavia en la Eurocopa del a?o 2000?
Con resoluci¨®n hiperrealista recuerdo (?como podr¨ªa olvidarlo?) el gesto de tristeza y la mirada perdida de mi madre mientras juntaba, lentamente, los restos del antiguo reloj de p¨¦ndulo que colgaba en la pared del sal¨®n dos segundos antes de un zurdazo que hab¨ªa superado el sof¨¢, usado de barrera, y que hab¨ªa fallado por un metro la manija de la puerta, inspirado directamente por el gol de tiro libre que Brehme le marc¨® a los italianos en mi televisor en un resumen del partido inaugural de la Eurocopa del 88. Ser¨¢ por eso que siempre que alguien se acuerda de un viejo gol o recita de memoria la formaci¨®n de alg¨²n equipo hist¨®rico le suelo preguntar qu¨¦ m¨¢s recuerda de esos d¨ªas. Porque pocas cosas como el f¨²tbol son capaces de inmortalizar momentos de otra forma condenados al olvido.
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