Pedaleando en la luz
Millar culmina espl¨¦ndido la fuga del d¨ªa y recuerda su dopaje y el 45? aniversario del fallecimiento de Tom Simpson
La etapa m¨¢s tranquila fueron dos fogonazos y un resplandor fuerte como esa luz cegadora del Cabo de Gata que obliga a entrecerrar los ojos pero que ayer ba?¨®, blanque¨¢ndolo, a un pelot¨®n sumamente fatigado a lo largo del R¨®dano, desde los ¨²ltimos Alpes hasta los primeros relieves y la lavanda que anuncian la cercan¨ªa de Provenza.
Por all¨ª, por la luz, brillante, pedale¨® David Millar, que gan¨® la etapa y despu¨¦s se dej¨® caer en el suelo, se estir¨® y cerr¨® los ojos, y se rebot¨® con los que quer¨ªan levantarlo temiendo que desfalleciera, como dici¨¦ndoles dejadme tumbarme aqu¨ª, dejadme disfrutar y gozar aqu¨ª en el asfalto caliente, abrasador, porque este momento no quiero que se me olvide nunca. ¡°Porque soy un exdopado que ha ganado limpio¡±, dijo despu¨¦s, habl¨® como un exalcoh¨®lico en una reuni¨®n de an¨®nimos.
Soy un exdopado que ha ganado limpio¡± David Millar
Este fue uno de los dos fogonazos, el final, el m¨¢s estruendoso, el que dio sentido a la etapa m¨¢s larga del Tour, la primera que el pelot¨®n pudo tomarse con total calma despu¨¦s de 11 d¨ªas seguidos de tormentas, ca¨ªdas y monta?as. El primer fogonazo, tan sonoro que despert¨® a todos aquellos a quienes el temprano ascenso de Cucheron a¨²n no hab¨ªa arrancado las lega?as de los ojos, fue la ca¨ªda de David Moncouti¨¦, una met¨¢fora como ninguna de la vida. Un segundo antes de caerse, en el descenso del Cucheron, la mente del veterano Moncouti¨¦ solo estaba llena de esperanza. Hab¨ªa salido tarde, con su pedalada cl¨¢sica, menuda, ¨¢gil, de escalador de clase, a por la fuga, que ya se hab¨ªa formado en el horizonte, pero llegaba, ya la ten¨ªa a tiro; y un segundo despu¨¦s, su cuerpo, sus piernas laceradas, contra el asfalto y sus ojos llenos de l¨¢grimas antes de abandonar. Al final la fuga la formaron cinco, Millar entre ellos, y tambi¨¦n el navarro Egoi Mart¨ªnez.
Wiggins, reci¨¦n afeitado, sus patillas mod pelirrojas perfectamente perfiladas bajo el casco amarillo, tuvo tiempo de sobra para reflexionar
Esto ocurri¨® el d¨ªa en que Wiggins, reci¨¦n afeitado, sus patillas mod pelirrojas perfectamente perfiladas bajo el casco amarillo, tuvo tiempo de sobra, rodeado de todos los suyos que tanto le quieren, para reflexionar sobre lo que seguramente le preguntar¨ªan m¨¢s tarde (no, no era la pelea entre su chica y la de Froome, que se lanzan pullas por Twitter m¨¢s hirientes que las pedaladas del keniano blanco mientras el l¨ªder se dedicaba a lavar el lactato, a recuperar el aliento, en cristiano), que era, claro, que elaborara en directo un editorial contra el dopaje. Ocurri¨® que, como record¨® Millar enseguida, su victoria, la cuarta oficialmente en el Tour, pero la primera como ciclista renacido, la primera despu¨¦s de que en 2004 le detuviera la polic¨ªa por dopaje y fuera suspendido dos a?os, lleg¨® justamente el d¨ªa del 45? aniversario de la muerte de su compatriota en tantos sentidos Tom Simpson en las pendientes del Ventoux cargado de anfetaminas y co?ac. Y volvi¨® a rebotarse Millar, apasionado, en la meta, cuando ve¨ªa que los periodistas de la televisi¨®n francesa no le preguntaban sobre lo que hab¨ªa sido y sobre lo que era ahora. ¡°No hay que olvidar a Simpson¡±, dijo, ¡°no hay que olvidar todos los pasajes oscuros que ha atravesado el ciclismo, y yo personalmente tambi¨¦n¡±, dijo. ¡°Soy un exdopado, y lo repetir¨¦ todos los d¨ªas, porque tengo la obligaci¨®n de recordar siempre de donde vengo¡±.
Habla del pasado Millar, de 35 a?os, uno que maravill¨® cuando gan¨® el pr¨®logo del Tour de 2000, en la simb¨®lica Futuroscope y ya se hablaba del It's Millar time (en referencia al anuncio de la cerveza Miller), porque, dice, el presente es otra cosa, su presente es limpieza y transparencia. ¡°Y se puede ganar limpio, como ya demostr¨® Hesjedal en el Giro¡±. Como demostr¨® Millar en los ¨²ltimos kil¨®metros, cuando, con determinaci¨®n y seguridad, fue el ¨²nico que cogi¨® la rueda del atacante Peraud a 2,5 kil¨®metros, en medio de un repecho. Peraud sab¨ªa, Millar sab¨ªa, que solo podr¨ªa ganar si llegaba solo, con lo que la presencia de Millar a su rueda era tanto una condena para el franc¨¦s como una promesa de victoria para el ingl¨¦s, quien, de paso, liberaba del peso del fracaso a su equipo, el Garmin (su equipo en varios sentidos, pues es propietario de una parte), condenado a esperar una victoria de etapa despu¨¦s de las ca¨ªdas de Hesjedal y dem¨¢s l¨ªderes.
Y el l¨ªder Wiggins tambi¨¦n entr¨® en el tono moralista del d¨ªa rectificando. ?l, que hab¨ªa dicho que los dopados no ten¨ªan derecho a volver y volver a ganar y ser considerados h¨¦roes, cambi¨® de discurso ligeramente. ¡°Bueno¡±, dijo, ¡°David es la excepci¨®n que confirma la regla¡±.
Del pasteleo despert¨® al pelot¨®n el gran Peter Sagan, cuyo vai fanculo al australiano Goss que le cerr¨® en el sprint del pelot¨®n se oy¨® a c¨¢mara lenta en todo el mundo. Porque, claro, tambi¨¦n eso es ciclismo.
Pr¨®logo: Las variaciones Cancellara
Primera etapa: Los domingos generosos
Segunda etapa: Contra la melancol¨ªa, Cavendish
Tercera etapa: La construcci¨®n del personaje Sagan
Cuarta etapa: ?Ser¨¢ Greipel el bos¨®n de Higgs?
Quinta etapa: Y una monta?a en San Quint¨ªn
Sexta etapa: Una guerra de guerrillas
S¨¦ptima etapa: El 'nuevo ciclismo' toma el poder
Octava etapa: Wiggins y sus 'enemigos'
Novena etapa: Wiggins, un Indurain muy locuaz
D¨¦cima etapa: Los maquis del Grand Colombier
Und¨¦cima etapa: Cuando el segundo es mejor que el primero
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