D¨ªa de castigo
Todos los ganadores de etapa, con la excepci¨®n del joven Pinot, han sido corredores con mucho cach¨¦, viejos conocidos
Vimos la etapa del castigo. Porque 222 kil¨®metros recorridos en menos de cinco horas (45.4 km/h de media) no pueden ser otra cosa. Porque en un d¨ªa de aparente transici¨®n, de Sur a Norte por el Midi franc¨¦s buscando el horizonte de Par¨ªs, nunca se espera esta batalla. Y porque a pesar de que las fuerzas van ya muy mermadas, hasta el rabo todo es toro, y no se puede desaprovechar ninguna oportunidad.
Hasta la 18? etapa hab¨ªa 13 equipos que a¨²n no hab¨ªan ganado. Hoy siguen siendo los mismos y, salvo sorpresa, los mismos seguir¨¢n siendo en Par¨ªs. As¨ª que sobre el papel ayer era la ¨²ltima oportunidad para muchos de esos corredores que han pasado el Tour en el m¨¢s absoluto anonimato. Cumpliendo un rol, trabajando o simplemente sobreviviendo, que no es poco, y sufriendo incluso a¨²n m¨¢s que los que hemos visto desde casa en las primeras posiciones.
Llevamos un Tour en el que todos los ganadores de etapa han sido corredores con mucho cach¨¦, solo hay que repasar los nombres. Con la agradable excepci¨®n del joven Pinot, todos ellos viejos conocidos; y esta excepci¨®n ha sido la de un hombre que ha sido la gran revelaci¨®n de este Tour y que ¡ªprevisiblemente¡ª dar¨¢ mucho que hablar en el futuro.
Luisle miraba insistentemente hacia atr¨¢s valorando cuando lanzar su sprint¡ muchas dudas. Las que no tuvo Cavendish
Pero ayer se pod¨ªa romper esta tendencia, pues todos sab¨ªan que para los equipos de sprinters era una etapa muy dif¨ªcil de controlar. Y s¨ª, al final gan¨® Cavendish al sprint; pero ni su sprint fue el habitual, ni el desarrollo de la etapa tuvo nada que ver con esas en las que se puede concluir: etapa de transici¨®n ganada al sprint por Cavendish. Y todo fue por culpa del castigo.
Primero por el autocastigo; porque la culpa de todo esto la tienen los mismos corredores que, con sus ganas de pelea, son los que hacen que no haya un metro de tregua. ¡°Una de las etapas m¨¢s duras del Tour¡±, me dec¨ªa un amigo poco despu¨¦s de concluir la etapa, ¡°nadie se hubiese imaginado esto en un d¨ªa como hoy¡¡±. Pero es que para muchos corredores el Tour conclu¨ªa ayer, y hab¨ªa que gastar como fuese la ¨²ltima bala, aunque ¨¦sta de existir, no llegase ni a bal¨ªn de escopeta de feria.
Y despu¨¦s, una vez formada la fuga, la que previsiblemente era la ¨²ltima de este Tour, lleg¨® el momento del castigo. Desde el coche apuntaban dorsales al o¨ªrlos por Radio Vuelta; 16 n¨²meros y ninguno de los nuestros: ¡°lo siento chicos pero os toca tirar, tal y como he advertido en la reuni¨®n¡±, dec¨ªan al un¨ªsono varios directores por el pinganillo a sus corredores. Ya no importaba el tener o no alguna que otra baza guardada ¡ªel Rabobank s¨ª que la ten¨ªa, a punto estuvo Luisle de repetir victoria¡ª, sino que hab¨ªa que defender el orgullo del propio equipo. De ah¨ª el castigo que, viendo adem¨¢s como se tomaban la misi¨®n quienes tiraban del pelot¨®n, se interiorizaba como autocastigo. Si no podemos con ellos al menos hay que llegar a la pancarta de 50 a meta a menos de 2 minutos ¡ªpensar¨ªan los castigados¡ª, que a partir de ah¨ª ya ser¨¢n los equipos de velocistas los que cojan el mando.
Y as¨ª fue, pero por delante nadie estaba dispuesto a regalar nada. El mismo Sky, con Boasson Hagen en la fuga se sent¨ªa liberado de la tarea. As¨ª que a los castigados se les alarg¨® el trabajo m¨¢s de la cuenta. Y al terreno rompepiernas, m¨¢s digno de una cl¨¢sica que de un final de etapa destinado al sprint, se le sum¨® la dificultad de unas gotas de lluvia que resultaban m¨¢s peligrosas que molestas. Y en ese caos de una peque?a cota de cuarta subida como si el mundo terminase all¨ª, de la bajada plagada de curvas, de rotondas, de fina lluvia, de escapados cogidos uno a uno por un pelot¨®n enfilado, apareci¨® un terceto ¡ªen el que ven¨ªa Luisle¡ª que atrap¨® al terceto a¨²n superviviente de la fuga. Pod¨ªan llegar ¡ªo no¡ª, nadie lo pod¨ªa predecir, y Luisle miraba insistentemente hacia atr¨¢s valorando cuando lanzar su sprint¡ muchas dudas. Pero a Cavendish, lanzado primero por Wiggins y despu¨¦s por Boasson Hagen, no le atrap¨® la duda. Anticip¨® el sprint, arrancando a una distancia inusualmente larga para ¨¦l, y pas¨® a Luisle a una velocidad tal, que el murciano crey¨® ver una moto, tal y como luego declar¨®. Uf, menuda cuadrilla de penitentes, ahora que todo esto parece ya terminado¡
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