Sin flores para mam¨¢
Sugoi Uriarte, ba?ado en l¨¢grimas al quedarse sin la medalla de bronce y sin el ramo que la acompa?a y que pensaba llevar a su madre, fallecida en 2011
En deportes de combate, escribi¨® una vez Arthur Conan Doyle, un luchador acepta perder por falta de habilidad o fuerza, pero en lo m¨¢s profundo de su alma sombr¨ªa se jura que nunca caer¨¢ por falta de coraz¨®n. A Sugoi Uriarte, yudoca vitoriano, no le falt¨® ni habilidad ni fuerza y el coraz¨®n solo le fall¨® cuando descendi¨® del tatami despu¨¦s de la derrota que le dej¨® fuera del podio ol¨ªmpico, la salida se?alada por las tres banderas de los jueces, blancas como el quimono de su rival. Entonces, nada m¨¢s bajar los escalones, en el pasillo que rodeaba el cuadril¨¢tero, se apoy¨® en un t¨¦cnico de la federaci¨®n y, as¨ª, llorando a l¨¢grima tendida, se fue. ¡°Estaba en estado de shock¡±, dijo luego el combatiente; ¡°era la tristeza por fallar despu¨¦s de haberlo dado todo. Es uno de los d¨ªas m¨¢s tristes de mi carrera deportiva¡±. Tambi¨¦n fue un d¨ªa amargo por la forma en que se desvaneci¨® su objetivo de ser el primer medallista del yudo espa?ol desde Sidney 2000.
Uriarte hab¨ªa ganado con claridad en cuatro combates consecutivos
Hasta apenas una hora antes, sin embargo, la jornada de combates en el abarrotado y ruidoso centro Excel, sobre un tatami que parec¨ªa, por los colores, la bandera de Espa?a, llevaba camino de ser la mejor de su vida. Uriarte, un vasco de 28 a?os, ingeniero electr¨®nico en Valencia, estaba en la buena v¨ªa para dar continuidad a su tradici¨®n de conseguir una medalla en cada una de sus primeras grandes competiciones: empez¨® con la de plata en los Mundiales de 2009 y sigui¨® con la de oro en los Europeos de 2010. No dudaba de que en Londres tambi¨¦n subir¨ªa al podio. En cuatro combates consecutivos hab¨ªa ganado con claridad. Por ippon (KO) a Faraldo, de Italia, y Mata, de Aruba; por puntos al andorrano Garc¨ªa y al azerbayano Karimov. Ya estaba en las semifinales. Pod¨ªa seguir pensando en todo, pero choc¨® de entrada con el h¨²ngaro Ungvari, el yudoca al que hab¨ªa derrotado en la final de Viena, uno de los competidores que mejor le conocen, al que mejor conoce ¨¦l tambi¨¦n.
Fueron cinco minutos igualados y densos, como una partida de ajedrez entre dos viejos conocidos que saben que solo un m¨ªnimo fallo del rival les puede dar la rendija de la ventaja. ¡°Me equivoqu¨¦ yo¡±, dijo Uriarte, torso desnudo, m¨²sculos marcados, uno que destaca sobre todo, m¨¢s a¨²n que por la t¨¦cnica y la rabia, por la inteligencia, la astucia para extraer m¨ªnimas rentas de la m¨¢xima igualdad; ¡°pens¨¦ que el yuko era m¨ªo¡±. Ese yuko del h¨²ngaro, la puntuaci¨®n m¨ªnima, la derrota m¨ªnima ¡ª ¡°en una t¨¦cnica discutible¡±, razonaba en la grada una competidora espa?ola¡ª, conden¨® a Sugoi a pelear por el bronce con un surcoreano salido fuerte de la repesca, Jun Ho-cho.
Su derrota ante un surcoreano fue tan solo por una tarjeta amarilla
En las gradas, como un espectador m¨¢s, su entrenador, Salvador G¨®mez, el maestro de la escuela valenciana, le voce¨® instrucciones sin cesar y, despu¨¦s de ocho minutos, cinco m¨¢s la pr¨®rroga, en los que ninguno de los dos hab¨ªa sido capaz de puntuar, levant¨® el pulgar en se?al de ¨¦xito a su pupilo. Falsa esperanza. En contra de Uriarte le pesaba un shido (tarjeta amarilla) por simular una ca¨ªda, un falso ataque. ¡°Pero no ser¨ªa justo¡±, dijo Uriarte; ¡°eso ser¨ªa un fallo, no una inacci¨®n voluntaria como una pasividad¡±. ¡°Ha sido tan igualado el combate que el shido ha podido decidir¡±, dijo Alejandro Blanco, buen yudoca, aparte de presidente del Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol.
En contra de Uriarte, quien no quiso admitirlo (¡°me han derrotado porque no tengo medallas¡±, dijo; ¡°nunca quiero culpar a los ¨¢rbitros¡±), pes¨® tambi¨¦n que, unas horas antes, a su surcoreano, despu¨¦s de haber ganador por unanimidad al japon¨¦s Ebinuma, los ¨¢rbitros, tras recibir la amonestaci¨®n de un dirigente, le declararon perdedor con la misma unanimidad de sus tres banderas. ¡°Es el sistema y hay que aceptarlo¡±, dijo Uriarte, a quien su hermano Gar, que logr¨® colarse, hizo de sparring en el calentamiento ante la falta de luchadores acreditados por la federaci¨®n; ¡°hay que adaptarse a las circunstancias. Los ¨¢rbitros saben de yudo y deciden lo que ven. El error fue en todo caso m¨ªo por no haber decidido con una t¨¦cnica¡±.
Sugoi, el nombre que eligi¨® su madre, en euskera, es un animal mitol¨®gico con cabeza de serpiente, pero, una se?al inevitable, tambi¨¦n tiene significado en japon¨¦s, la cultura que invent¨® el yudo: asombroso, incre¨ªble. A su madre, Mary Carmen, que falleci¨® hace un a?o, so?aba Uriarte con llevarle el ramo de flores que acompa?a a la medalla que estaba seguro de conseguir. Fue recordarlo y volver a llorar, Uriarte, l¨¢grimas de tristeza y amargura de un quinto ol¨ªmpico.
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