Estulticia, fraude y mediocridad
la vinculaci¨®n de la pol¨ªtica con el deporte es evidente. La del cine y la literatura, tambi¨¦n: James Bond, Shakespeare, Dickens y Mary Poppins se dan cita en un Londres de fantas¨ªa
¡°Tras dos semanas de vacaciones, el pa¨ªs sigue, m¨¢s o menos, como lo dej¨¦ o casi peor¡±, constata un peque?o o mediano ciudadano, leyendo un peri¨®dico en el chiringuito de la playa. ¡°Pese a lo cual, yo me encuentro mejor¡±, admite para sus adentros, y mira a uno y otro lado, abochornado, por si alguien descubre sus secretos pensamientos.
No es el ¨²nico peque?o o mediano ciudadano que se averg¨¹enza de lo mismo este verano: ?c¨®mo puede irnos medianamente bien, o moderadamente mal, mientras a otros les va tan desastrosamente fatal? ?Acaso no parecen felices esas gentes que juegan a las palas antes de darse el chapuz¨®n o esos que charlan y r¨ªen en los merenderos o pasean pl¨¢cidamente con sus hijos como si nada zozobrara a su alrededor? Al menos, ellos no son de los que piensan y dicen lo de ¡°?que se jodan!¡±, ni de los que aplauden el coraje de un l¨ªder que solo hace lo que le mandan hacer y, para colmo, lo hace lo peor posible para los m¨¢s desamparados, incluidos aquellos que est¨¢n por nacer.
¡°?Es la derecha, imb¨¦cil!¡±, proclama una voz interior. Y otra voz replica: ¡°No, no es la derecha, sino una parte de un partido de una derecha pertinazmente nuestra donde perduran espec¨ªmenes que celebran la amnist¨ªa al fraude fiscal, el retorno del ladrillo a nuestras costas, los recortes a la dependencia o a la educaci¨®n de la que carecen, con similar entusiasmo al que dispensaron, en su d¨ªa, a la guerra de Irak. A esos, por sus cuentas corrientes los conocer¨¦is, aunque lo que nunca conocer¨¦is son sus cuentas corrientes¡±.
Nuestros parados tendr¨¢n el triste privilegio de compartir su paro con el de Nadal. Uno originado por la raqueta. El otro, causado por la rapi?a ajena?
Llegados a este punto, una voz severa, proveniente de la zona del horizonte m¨¢s azul, me recuerda que esta es una p¨¢gina dedicada al deporte y, si bien la cultura ya es deporte menor, la pol¨ªtica todav¨ªa no es nataci¨®n, aunque estemos con el agua al cuello y un tal Draghi nos haya echado el pen¨²ltimo flotador. Atendi¨¦ndome al aviso, recapacito y caigo en la cuenta de que, para alivio de nuestras peque?as y medianas conciencias, ya vuelve el f¨²tbol a nuestros bares y a nuestras casas. Digo el f¨²tbol y no los Juegos Ol¨ªmpicos, donde nuestros parados tendr¨¢n el triste privilegio de compartir su paro con el de Nadal. Paros diferentes, por supuesto. Tendinitis de muy distinto diagn¨®stico. Una, pasajera, originada por la raqueta que ha dado a nuestro mejor tenista merecida gloria y fortuna. La otra, causada por la rapi?a ajena que ha creado permanente desesperanza y miseria.
No obstante, seamos ecu¨¢nimes: a falta de f¨®rmula para que nuestros mineros provean a nuestros reyes del carb¨®n que su Urdangarin requiere estas navidades, siempre nos quedar¨¢ la F¨®rmula 1 en la que Fernando Alonso demuestra c¨®mo un espa?ol, con coche italiano dise?ado por un griego, gana en Alemania. Todo un simbi¨®tico s¨ªmbolo europeo. En contrapartida, el peri¨®dico del ciudadano peque?o o mediano de la playa, informa de otro tipo de haza?a deportiva que suscita, mal que me pese, reminiscencias de esa Espa?a de anta?o que algunos a?oran: en el r¨ªo Narcea han pescado un salm¨®n. De 5,200 kilos, para mayor precisi¨®n. La noticia no viene acompa?ada de la correspondiente foto. Bajo el influjo del pasado, no alcanzo a imaginar ning¨²n salm¨®n que, apenas pescado, no sea fotografiado junto a un hombrecillo de ca?a en ristre y sombrero tirol¨¦s.
La memoria tiene estas inoportunas asociaciones y el acontecer propone extra?as relaciones entre hechos dispares. Por ejemplo, el apoyo del BCE, que relaja los mercados y baja la prima, ha tenido el colateral resultado de relajar tambi¨¦n a nuestra selecci¨®n ol¨ªmpica que, en aparente solidaridad con los parados, pierde sus partidos y queda, a la primera, humillantemente eliminada.
Como se puede comprobar, la vinculaci¨®n de la pol¨ªtica con el deporte es evidente. La del cine y la literatura, tambi¨¦n: James Bond, Shakespeare, Dickens y Mary Poppins se dan cita en un Londres de fantas¨ªa, mientras en la cancha del Rucker Park del Harlem de New York, el base de los Golden State Warriors, Nate Robinson, sale ileso de un cinematogr¨¢fico tiroteo con balas de verdad. Claro que, para saber por d¨®nde van los fuegos fatuos en nuestro pa¨ªs, conviene no tomarse a la ligera las muy ol¨ªmpicas prescripciones de la condesa Gunilla von Bismark, entrevistada por Nieves Herrero en el Magazine de El Mundo: ¡°Los espa?oles tienen que gastar menos, no hacer tantas fiestas y trabajar m¨¢s¡±, afirma la susodicha con tanta impudicia como impunidad, y concluye nost¨¢lgica que, con esta crisis, no se puede ser feliz ni en Marbella.
He aqu¨ª un deportivo consejo de nuestra muy ahorrativa, poco dada a festejos y ejemplarmente trabajadora, aristocracia local. Ante tanta estulticia, fraude y mediocridad, alg¨²n que otro peque?o y mediano ciudadano experimenta un creciente hast¨ªo o una profunda repugnancia y no es extra?o que se averg¨¹ence de encontrarse bien en tan mustio entorno.
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