Una reina feliz
La gimnasia alegre y arriesgada de Douglas triunfa por delante de la sufriente Komova
Marta Karolyi, seleccionadora estadounidense, la apod¨® la ardilla voladora porque realmente la ni?a volaba en las paralelas. Nadie, o tal vez alguna china, hace las sueltas tan altas en ese aparato como Gabrielle Douglas, que ha pasado de hacerse a la fuerza un hueco en el equipo estadounidense, el m¨¢s competitivo del mundo, a liderarlo y convertirse en campeona ol¨ªmpica con 16 a?os, la primera de raza negra de la gimnasia.
La clave del ¨¦xito de Douglas no estuvo, sin embargo, en las paralelas, donde su m¨¢xima rival, la rusa Viktoria Komova, de aspecto tan fr¨¢gil como un pajarito indefenso y de exquisita gimnasia cl¨¢sica, la supera en dificultad. Fue antes, en el potro, con ese amanar que las estadounidenses ejecutan como nadie ¡ªy que oblig¨® a dar dos pasos a la rusa¡ª donde Douglas abri¨® una brecha de medio punto que ya no se cerr¨®.
La clave del ¨¦xito de Douglas estuvo en el potro, donde gan¨® una distancia que sus rivales no pudieron recortar
Douglas fue ligeramente m¨¢s precisa en la temible barra, donde se rindieron las otras dos aspirantes, su compa?era Aly Raisman y la rusa Aliya Mustafina, pero el duelo con Komova se mantuvo hasta el final, hasta el ¨²ltimo ejercicio del ¨²ltimo aparato, el suelo.
Como Douglas y Komova compart¨ªan grupo resultaba curioso observar su comportamiento, tan diferente, en los tiempos muertos. La estadounidense buscaba siempre a su entrenador, el exgimnasta de origen chino Liang Chow, que ya llev¨® a la plata ol¨ªmpica a Shawn Johnson hace cuatro a?os, hablaba con ¨¦l, le escuchaba, se dejaba arropar. Dec¨ªa Chow hace unos d¨ªas que su pupila es muy diferente a su anterior campeona, que es muy joven y necesita ser guiada a cada paso.
La rusa se aislaba de todo. Se sentaba con la mirada perdida sin atender a lo que ocurr¨ªa en los aparatos o mostraba su ansiedad con pucheros. Parec¨ªa incapaz de controlar sus nervios. Cuando Douglas sali¨® al tapiz, le dio la espalda, as¨ª que no vio a la americana clavar cada una de sus diagonales, aunque no pudo evitar o¨ªr al p¨²blico gritar al final de cada una de ellas. Y entonces ocurri¨® algo incre¨ªble. La sufriente Komova se olvid¨® de los nervios, control¨® la ansiedad, y sac¨® la diva que toda gran gimnasta rusa lleva dentro y ejecut¨® el ejercicio de suelo m¨¢s bello y perfecto de la noche. Tambi¨¦n fue el mejor puntuado,pero ya era tarde.
El deporte es cruel y, por segunda vez en estos Juegos, neg¨® la gloria a la rusa, que volvi¨® a llorar inconsolable
El deporte es cruel y, por segunda vez en estos Juegos, neg¨® la gloria a la rusa, que volvi¨® a llorar inconsolable. La ¨²nica alegr¨ªa para el equipo ruso, recuperado para la mejor gimnasia tras a?os de zozobra, fue que Mustafina se llev¨® el bronce por desempate con Raisman.
Douglas es la nueva reina. Feliz, extrovertida, tanto fuera de la pista, cuando explica que le gusta la presi¨®n porque ¡°significa que la partida ha empezado¡±, que le ¡°motiva¡± o admite entre risas que incumpli¨® la norma de sus entrenadores de no mirar el marcador para centrarse en sus rutinas, como dentro, donde sonr¨ªe con frecuencia. Una reina cuya gimnasia es una fiesta y a la que le enorgullece que la comparen con su compatriota Dominique Dawes, tambi¨¦n negra, que particip¨® en tres Juegos Ol¨ªmpicos y se llev¨® dos medallas, el oro de Atlanta 96 entre ellas, pero por equipos. El m¨¦rito de Douglas es mayor. Ha ganado en solitario y su carrera no ha hecho m¨¢s que empezar.
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