Un bronce artesanal
Maider Unda le da a Espa?a su primera medalla en lucha, trabajando fuera de las estructuras oficiales, y compaginando su sue?o deportivo con el empe?o laboral en su caser¨ªo de ?lava
La imperturbable Maider Unda agarr¨® a la altiva Vasilisa Marzalyuk, bielorrusa, y la empuj¨® fuera del c¨ªrculo amarillo. En el reglamento de la lucha libre, la expulsi¨®n ritual del espacio de combate, as¨ª, por las bravas, equivale a lograr un punto. As¨ª, empujando y sin dejar que la empujen a ella, bien asentada sobre dos piernas como muelles, conquist¨® la luchadora vasca dos de los tres puntos que le dieron el tercer puesto en la modalidad de 72 kilos. Fue la primera medalla ol¨ªmpica de la lucha libre espa?ola en su historia. Una gesta que Maider consigui¨® sin apenas recursos. Casi le bast¨® con su empe?o, con su deseo de superaci¨®n. Lo hizo a su manera. Con 35 a?os, dice que estos han sido sus ¨²ltimos Juegos y que ahora se dedicar¨¢ a la granja y a su pareja, Aitor, con quien espera fundar una gran familia.
Los Juegos de Barcelona impulsaron el modelo centralista. Durante dos d¨¦cadas, los deportes ol¨ªmpicos en Espa?a se coordinaron con mano de hierro desde el CSD y las federaciones, cada vez m¨¢s convertidas en meros fiscalizadores del Estado, entregadas a la idea de supervisar cada movimiento de los deportistas para, de este modo, controlar cada c¨¦ntimo. El ¨¦xito de 1992 sell¨® un sistema que ha entrado en crisis. Son demasiados los espa?oles que triunfan en Londres despu¨¦s de haber cuestionado la vieja estructura. Demasiados los que est¨¢n demostrando que, cuando se preparan al margen de los centros de alto rendimiento, sea el de Madrid o el de San Cugat, o cuando lo hacen con m¨¦todos no del todo respaldados por sus federaciones, sus resultados mejoran. Es el caso de Maider. A la luchadora alavesa no le fue bien en la residencia Blume, en Madrid, y regres¨® a su casa para descubrir que se puede alcanzar la ¨¦lite sin estar bajo estricto control administrativo. No solo se entren¨® como las mejores desde que vive en el campo alav¨¦s. Fue quinta en Pek¨ªn y es bronce en Londres.
A Maider no le fue bien en la residencia Blume y decidi¨® prepararse por su propia cuenta
Maider progres¨® en Olaeta, el caser¨ªo donde vive y trabaja fabricando quesos, producto del reba?o que alberga la granja familiar. Cuando no est¨¢ manipulando ovejas, se pone en manos de Luis Crespo, un electricista al que la federaci¨®n no le paga todos los viajes por falta de presupuesto. El seleccionador, Francisco Barcia, explica que con ser quinta Maider habr¨ªa cumplido porque el suyo, en Espa?a, es un deporte apenas marginal: ¡°Un campeonato nacional de mujeres no re¨²ne a m¨¢s de 40 representantes¡±, indica; ¡°la federaci¨®n tiene un presupuesto de 600.000 euros. Rusia tiene 24 millones. Azerbay¨¢n, con seis millones de habitantes, cuenta con 12 millones para la lucha libre. ?Por qu¨¦ nosotros somos buenos en el f¨²tbol? Porque lo juega todo el mundo y donde hay cantidad hay calidad. Nosotros a los luchadores los tenemos que entrenar muy cient¨ªficamente. El equipo de alta competici¨®n est¨¢ trabajando con 15 personas. Daguest¨¢n, que solo es una rep¨²blica de la federaci¨®n rusa, tiene 500.000 luchadores. Espa?a no pasa de los 3.000 federados".
El techo bajo, de lat¨®n y vigas negras, las luces calentando el c¨ªrculo donde se pelea, fluorescentes, violentamente rojas y blancas, y un p¨²blico fervorosamente api?ado alrededor del tatami confieren un clima excitante a la sede de la lucha libre. La m¨²sica estruendosa y la voz chillona de las presentadoras contribuyen a la sensaci¨®n de agobio. Las luchadoras entran malencaradas. Especialmente, Marzalyuk, que fue derrotada por Maider en el ¨²ltimo Campeonato de Europa, cuando ambas se disputaban el bronce.
Ahora lo dejar¨¢ todo para volver a su trabajo, formar una familia y tener ni?os
Se equivoca quien imagine una pelea de este tipo como un acontecimiento estrepitoso. Dentro del tatami no hay nada m¨¢s formal. Las se?oras se encaran como carneros salvajes. Frente contra frente. Se huelen, se muerden, se embisten. Se intentan agarrar y, al mismo tiempo, procuran no ser agarradas. Una buena sujeci¨®n separa la victoria del fracaso. Un buen agarre desequilibra y el que pierde el equilibrio pierde puntos, o se los entrega a su rival. As¨ª pelearon la espa?ola y la bielorrusa durante casi dos asaltos completos. Cuatro minutos trabados, de t¨¢ctica, de preparaci¨®n. Maider sac¨® un punto en el primer asalto y sali¨® a defenderlo en el segundo. Esper¨®. Esper¨® a que su adversaria atacara busc¨¢ndole las piernas para voltearla. Y, mientras la agotaba, le busc¨® el punto flaco. Un mal apoyo all¨ª, un empuj¨®n aqu¨ª y Maryalzuk se trastabill¨®, se fue fuera del tatami y se desesper¨®. Instantes m¨¢s tarde volv¨ªa a caer fuera del c¨ªrculo. En ese momento el ¨¢rbitro decret¨® el final y Maider hizo historia. La esperan sus ovejas. Para prepararle el camino, un grupo de amigos venidos desde su pueblo le pusieron una hermosa boina.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.