El viento o la vida

Era el viento. Y era regresar una semana atr¨¢s en el tiempo. Otra vez al calor, a las carreteras des¨¦rticas, a los treinta y pico grados de temperatura, con el ¨²nico miedo del viento. No era para menos. En Valdezcaray, por un abanico, Valverde se descolg¨® de la Vuelta am¨¦n de coleccionar un costalazo m¨¢s en la carcasa. El viento, como si esto fuera C¨¢diz, ese puto viento que dicen los gaditanos, pero en Valladolid. Y no estuvo. No vino. Decidi¨® que ya era tiempo de solear las jornadas, de tranquilizar las neuronas y las piernas. No hubo viento. O sea que no hubo ataques, emboscadas, guerrilleros. No era d¨ªa para aventureros. No hab¨ªa nada que alegrase el d¨ªa. D¨ªa de sprinters, de velocistas que tambi¨¦n tienen derecho a la vida, al disfrute, al espect¨¢culo del frenes¨ª que conlleva siempre una llegada masiva, ese microclima que a veces se decide en la escueta circunferencia de un tubular.

No hab¨ªa viento, pero s¨ª la ventolera del sprint. Degenkolb era el favorito, pero una ca¨ªda en el ¨²ltimo tramo de carrera, que dej¨® como m¨¢s perjudicados a Gerdemann y Nairo Quintana, le afect¨® como da?o colateral. Degenkolb se qued¨® atr¨¢s y ya no pudo acceder al sal¨®n del sprint, donde se maneja a codazos, a golpes de manillar y de ri?¨®n. Se qued¨® atr¨¢s y eso anim¨® a sus doloridos rivales, a sus encorajinados enemigos.

Y gan¨® Bennati por un cent¨ªmetro, porque ten¨ªa el ri?¨®n un poquito m¨¢s grande que Swift o Davis. Nunca mejor dicho: el sprint se gana en el ¨²ltimo metro. Y ah¨ª lo gan¨® Bennati, rompiendo las cadenas del alem¨¢n Degenkolb y gratificando el trabajo del Radioshack, su equipo, que se dej¨® el alma pensando en ¨¦l.

Por detr¨¢s reinaba la calma. Tierra de campos, de lechazo, por donde no obstante transitaban los ciclistas a velocidades de v¨¦rtigo, como siempre. Atr¨¢s, la exhibici¨®n de Contador en Fuente De segu¨ªa palpitando en la carrera, como si hubiera dejado groggy al pelot¨®n que so?aba con la escapada f¨¦rtil en tierra de p¨¢ramos. Se hizo, pero siempre estuvieron bajo control. Fueron cinco intr¨¦pidos que intentaban aprovechar la presunta calma de los jerarcas. Pero ayer no hab¨ªa licencia para fugarse. Controlados, vigilados a no m¨¢s de tres minutos de distancia, su condena era segura. Y a 17 kil¨®metros de la meta fueron absorbidos como un sapo caza una mosca.

No era d¨ªa para Purito, para aventuras con las que seguramente habr¨ªa so?ado en la cama, donde tambi¨¦n durmi¨® mal y tuvo tiempo para pensar. No era d¨ªa para Contador, que sobre la bicicleta, con su maillot rojo, se sent¨ªa un magnate de paseo. No era d¨ªa para casi nadie, en espera del terreno escabroso de La Lastrilla, y sobre todo de la Bola del Mundo el s¨¢bado. Ese es el terreno de los aventureros, de los intr¨¦pidos, de los atrevidos, de los ciclistas de ¨®rdago a la grande. Era el tiempo de los ansiosos velocistas, de los nerviosos velocistas que solo ten¨ªan Valladolid y Madrid en la retina. Y la gan¨® Bennati con todo el suspense del mundo, con toda la experiencia de su vida. Por ri?ones.

1? etapa: Castroviejo, oreja y rabo

2? etapa: El chupinazo alem¨¢n

3? etapa: El contador se pone en marcha

4? etapa: Un abanico tormentoso

5? etapa: El indomable Degenkolb

6? etapa: Froome le tira el guante a Contador

7? etapa: Degenkolb, coleccionista de v¨ªctimas

8? etapa: Supers¨®nico Valverde

9? etapa: Purito asalta Montju?c

10? etapa: Pensando en el tictac

11? etapa: Una contrarreloj muy electoral

12? etapa: Dos reyes en la cuesta del martirio

13? etapa: Golpe de Estado a la dictadura

14? etapa: Purito, la mosca de Contador

15? etapa: Entre puros y piedras

16? etapa: El misterio de la Cobertoria

17? etapa: Contador, un rom¨¢ntico enloquecido