Almagro perdona el partido a Ferrer
El alicantino se enfrentar¨¢ a Djokovic en semifinales tras remontar ante el murciano, que sac¨® tres veces para ganar
Arde Melbourne bajo el sol australiano, pero lo que quema la pista son los pelotazos de Nicol¨¢s Almagro, incapaz a pesar de ello de ganar a David Ferrer en los cuartos de final del Abierto de Australia. Ferrer ve antes una cosa imposible: a un hombre insensible a los precedentes (0-12 para el alicantino), sordo a la l¨®gica de que su derrota es inevitable, listo para dominar el encuentro con una exhibici¨®n de contundencia, fuerza y tenis sin miedo. Es Almagro al asalto, Almagro al abordaje. Cada tiro es un ca?onazo. Cada decisi¨®n, una apuesta por el riesgo. Sin embargo, el n¨²mero 11 tiembla cuando ya toca el cielo. Tres veces saca por el encuentro y tres veces ve c¨®mo Ferrer abre las fauces. Quema entonces la pelota. Se estrecha la pista. La raqueta pesa como si fuera de hierro y el hurac¨¢n se diluye en tormenta de verano: Almagro, abandonado por el saque en los momentos decisivos, se inclina y cede el paso (4-6, 4-6, 7-5, 7-6 y 6-2) a Ferrer, que buscar¨¢ la final ante Novak Djokovic (6-1, 4-6, 6-1 y 6-4 a Tomas Berdych). Por cuarta vez en su carrera, el alicantino remont¨® un 0-2.
Resultados y cruces
Hombres. Octavos. J. W. Tsonga (Fr.)-R. Gasquet (Fr.), 6-4, 3-6, 6-3 y 6-2. J. Chardy (Fr.)-A. Seppi (It.), 5-7, 6-2, 6-2 y 6-2. Murray (G. Br.)-Simon (Fr.), 6-3, 6-1 y 6-3. M. Raonic (Ca.)-R. Federer (Su.), 4-6, 6-7 (4-7) y 2-6. Cuartos. D. Ferrer-N. Almagro, 4-6, 4-6, 7-5, 7-6 y 6-2. Se medir¨¢ al ganador del N. Djokovic (Ser.)-T. Berdych (R. Ch.), 6-1, 4-6, 6-1, 6-4. J. Chardy (Fr.)-A. Murray (G. Br.), contra el ganador del J. W. Tsonga (Fr.)-R. Federer (Su.).
Mujeres. Octavos. S. Stephens (EEUU)- B. Jovanovski (Ser.), 6-1, 3-6 y 7-5. S. Kuznetsova (Rus.)-C. Wozniacki (Din.), 6-2, 2-6 y 7-5. V. Azarenka (Bie.)-E. Vesninca (Rus), doble 6-1.
El murciano, que acaba con piernas de cemento, roto el adductor y con l¨ªquido en el tend¨®n de un tobillo, arranca a un ritmo alt¨ªsimo. La frecuencia de sus golpes tiene la cadencia de los elegidos, la contundencia de los mejores y la fuerza de los campeones. Es un ejercicio de convencimiento acompa?ado por las armas necesarias: Almagro no deja que Ferrer se meza en el fondo de pista horadando sus piernas con largos intercambios. No deja que el alicantino le ahogue los pulmones mene¨¢ndole de una esquina a la otra, como si fuera un parabrisas desesperado por la lluvia que no cesa. Almagro pega, pega y pega un pelotazo tras otro para acortar los peloteos. El saque, supers¨®nico hasta los tres juegos en los que sirve por el duelo (entonces vive sin primeros), le protege. Si los rel¨¢mpagos de su rev¨¦s paralelo rematan puntos para la videoteca, es su derecha la que apuntala su ventaja al no resquebrajarse bajo la presi¨®n de su contrario.
Ferrer vive desesperado. ¡°?Juega largo!¡±, le dicen desde su banquillo, pidi¨¦ndole que acule al n¨²mero 11 contra la valla para evitar sus pelotazos. ¡°?Largo!¡±, ironiza en respuesta el alicantino mientras da vueltas sobre s¨ª mismo, rumiando su desesperaci¨®n igual que un le¨®n enjaulado. ¡°?Claro! ?Todo el mundo quiere jugar largo!¡±, se queja, hu¨¦rfano de la chispa que le caracteriza, abandonado por el saque y sin la agresividad que le ha dado nombre. La iniciativa es de Almagro. Al alicantino, en una versi¨®n menor, solo le quedan las migajas del di¨¢logo durante largos minutos de intercambios. Ferrer tarda m¨¢s de una hora en tener un punto de break. Son dos, y los pierde en unos segundos: un ace y un saque ganador le impiden siquiera poner la bola en juego.
Todo est¨¢ en las manos de Almagro: la victoria, sus primeras semifinales grandes, el fin de su maldici¨®n sobre cemento. Todo depende del murciano, que manda y domina, que sue?a con domar sus demonios, gobernar sus dudas y doctorarse en paciencia. Un abismo con el infierno al fondo se abre ante sus pies las tres veces que saca por el encuentro. Son tres tembleques antol¨®gicos, que quedar¨¢n para siempre en el recuerdo, porque Ferrer hace lo m¨ªnimo, le basta con poner sobre la pista sus restos largos y su cara de tipo fiero. Ahogado en tensi¨®n, Almagro desfallece, entrega lo que ya es suyo y se despide con una derrota de las que torturan para siempre y nunca cicatrizan. Le puede la presi¨®n antes que el contrario, le atenazan como garras las cadenas del recuerdo de las 12 derrotas previas, sufre un colapso competitivo como el de aquel d¨ªa contra Rafael Nadal en Paris Bercy, cuando tuvo cinco puntos de partido y cedi¨® el duelo. Ferrer levanta los brazos en su victoria 500 sin otro m¨¦rito que el de dar siempre la cara y mirar siempre de frente al partido. Por tercera vez en los ¨²ltimos cuatro grandes, el n¨²mero cinco mundial disputar¨¢ las semifinales: en Melbourne, porque le indult¨® Almagro.
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