El primer campe¨®n en ¡®shorts¡¯
Hasta 1947, cuando gan¨® Kramer, en Wimbledon no se vieron piernas ¡ñ Puntilloso con la vestimenta, este a?o el torneo le ha pedido a Federer que cambie de zapatillas
Hubo un tiempo en el que al tenis se jugaba con falda y pantal¨®n largos. D¨ªas en los que los campeones no lucieron al aire sus gemelos, y en los que el decoro y las buenas maneras se impusieron por encima de la comodidad y la l¨®gica de la pr¨¢ctica deportiva. Wimbledon, que aun hoy vigila la vestimenta de sus competidores, a los que exige que env¨ªen 70 d¨ªas antes del torneo una muestra de sus prendas, para comprobar que ser¨¢n rigurosamente blancas, es el torneo que m¨¢s insisti¨® en mantener esa tradici¨®n. En 1947, cuando Jack Kramer alz¨® la Copa de campe¨®n de individuales en shorts, se arm¨® un buen revuelo. El maravilloso Compendium de Wimbledon, en el que Alan Little recoge a?o a a?o minuciosamente la historia de la cita, lo describe como un hecho se?alado, de tanta inquietud como provoc¨® entonces la llegada de los tiempos modernos hasta el templo de la hierba.
La puerta que empuj¨® Kramer, sin embargo, nunca termin¨® de abrirse completamente. Este a?o, por ejemplo, la organizaci¨®n ha pedido al mism¨ªsimo Roger Federer, que se ha ganado el derecho a ser socio conquistando siete trofeos, que cambie de zapatillas: el rojo anaranjado que dibujaban sus suelas no cumpl¨ªa con el c¨®digo de vestimenta. Una decena de jugadores han sido advertidos este curso en el mismo sentido. Por las paredes del torneo a¨²n es posible encontrarse anuncios de los a?os previos a Kramer: tintorer¨ªas, por ejemplo, que anuncian cu¨¢nto cuesta lavar y planchar una chaqueta o un pantal¨®n despu¨¦s del partido, puestas en manos tan veloces como para devolver las prendas en 36 horas.
Las tradiciones, por lo tanto, siguen en su sitio, tan arraigadas al c¨¦sped y las paredes como para resistir el impulso de un revolucionario como Kramer. El estadounidense, que gan¨® cinco grandes y lleg¨® al n¨²mero uno del mundo, fue el motor que llev¨® al tenis hasta el profesionalismo. ?l, sus ideas y sus cheques fueron los que empujaron a tantos tenistas, Andr¨¦s Gimeno entre ellos, a abandonar el circuito amateur, renunciando a los grandes hasta la unificaci¨®n de 1968 a cambio de ganarse mejor la vida. Hubo una cosa, claro, que no consigui¨® Kramer: pese a que gan¨® Wimbledon en pantalones cortos, el color nunca ha llegado a la ropa de los tenistas que compiten en Wimbledon.
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