Una muestra sobresaliente
?Es f¨¢cil izar la mayor? ?Qu¨¦ comen los navegantes? La colecci¨®n del museo de la Volvo Ocean Race, situado en Alicante, no deja indiferente a sus visitantes
El museo de la Volvo Ocean Race puede ser un lugar desconocido para la mayor¨ªa de las personas que visitan Alicante y, sin embargo, no deja indiferente ni a la gente de secano. La decisi¨®n de la organizaci¨®n de hacer gratuito su museo en el Puerto de Alicante ha sido todo un acierto a juzgar por los n¨²meros: las m¨¢s de 2.000 personas ¨Cm¨¢s de la mitad extranjeros- que lo visitaron en julio le han otorgado una puntuaci¨®n de 8,92 a este espacio que narra la historia de una regata que como dijo uno de sus vencedores es ¡°el Everest de la n¨¢utica¡±.
Que la muestra no deja indiferente a la gente es un hecho: el 60% de los que lo visitaron no practican la vela. Y ah¨ª est¨¢ la puntuaci¨®n. Por mucha fibra de vidrio o nuevos materiales que sustituyan a la madera de anta?o en esta regata alrededor del globo, a las velas les sigue empujando el viento y la vida a bordo se mantiene como cuando hace unos 40 a?os unos locos enamorados del mar pensaron que, conquistada la Luna, el mundo necesitaba aventura. Y a la gente le gusta la aventura.
El museo est¨¢ dividido en varias zonas. La primera sirve para narrar ese esp¨ªritu valeroso que llev¨® a unos cuantos rom¨¢nticos a buscar un nuevo l¨ªmite para el ser humano. La Volvo Ocean Race no es una vuelta al mundo cualquiera. Ahora es m¨¢s profesional, pero mantiene su esp¨ªritu rom¨¢ntico a lo largo de las 39.270 millas marinas (unos 74.000 km) que separan sus 10 puertos. Eso contiene el museo: historias de hombres excepcionales, entre muchas cosas. La del malogrado Peter Blake, dos veces campe¨®n de la Copa Am¨¦rica, regatista inimitable y asiduo a la Volvo, quien fue asesinado por piratas ind¨ªgenas en las costas de Sudam¨¦rica. O la de sir Robin Knox-Johnston, quien dio la primera vuelta al mundo solo.
Si alguien piensa que la vela es un deporte de ricos, aqu¨ª aprender¨¢ que la Volvo es una carrera con toque de masoquismo. Y de un modo interactivo. El visitante puede conocer la vida abordo a trav¨¦s de la figura del m¨¦dico, del marinero o del tripulante de comunicaci¨®n, quien ahora se dedica a labores period¨ªsticas pero que hasta hace bien poco se encargaba de preparar incluso los caf¨¦s. Los tripulantes de los barcos competidores portan un traje de agua, un casco y varias mudas durante m¨¢s de 130 d¨ªas en el oc¨¦ano, resulta muy curioso ver c¨®mo se la lavan.
El museo resuelve muchas cuestiones de este tipo: ?qu¨¦ animales se encuentra uno al circunvalar el globo? ?A qu¨¦ sabe la comida deshidratada de los marinos? Se puede degustar. ?C¨®mo han evolucionado los barcos desde la madera a la virguer¨ªa ingeniera de la quilla pivotante? ?C¨®mo va uno al ba?o en alta mar? ?Es f¨¢cil izar la mayor trat¨¢ndose de la extensi¨®n de dos pistas de tenis? Llama especial atenci¨®n para los ni?os y los no tan ni?os el macro videojuego que permite competir a cuatro personas en equipos de dos como si fueran marinos en la bah¨ªa de Alicante.
Quiz¨¢ sea su gratuidad o que su cafeter¨ªa tiene excelentes y relajantes vistas, pero lo cierto es que quien lo visita, marinero o no, no se queda indiferente. Han cambiado los tiempos pero la aventura es la misma. El hombre habr¨¢ surcado los siete mares miles de veces, pero siempre nos quedar¨¢ saber qui¨¦n lo hace m¨¢s r¨¢pido. Y de seguido.
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