La Real sigue en coma
El empate con el Manchester no la echa de Europa pero le obliga a creer en los milagros
La m¨ªstica, eso que se llama el peso de la camiseta o del escudo, a veces prevalece sobre el f¨²tbol y le da a los partidos o a los equipos lo que no tienen. Basta decir Manchester United para que la mente te lleve a cualquier pasaje de su historia sobrevolando un presente demasiado vulgar. Anoeta revent¨® porque ven¨ªa el Manchester de George Best, Bobby Charlton, Rowley, Cantona, Beckham, Scholes o Ronaldo, entre tantos otros. El problema es que ninguno estaba en Anoeta, sustituidos por una muchachada que se gobierna por el empuje de Fellaini y el f¨²tbol pizpireto, pero artificial, de Kawaga. La antorcha de la m¨ªstica la porta Ryan Giggs, que a sus casi 40 a?os impone m¨¢s con su nombre que con su juego, aunque de vez en cuando dibuje sobre el c¨¦sped aut¨¦nticos cuadros pintados con su pierna izquierda.
R. SOCIEDAD, 0 - M. UNITED, 0
Real Sociedad: Bravo; Carlos Mart¨ªnez, Mikel Gonz¨¢lez, I?igo Mart¨ªnez, De la Bella; Markel Bergara, Rub¨¦n Pardo (Xabi Prieto, m. 72), Zurutuza; Vela, Agirretxe (Chory Castro, m. 63); y Griezmann (Seferovic, m. 79). No utilizados: Zubikarai; Ansotegi, Cadamuro y Elustondo.
Manchester United: De Gea; Smalling, Ferdinand, Vidic, Evra; Valencia, Fellaini, Giggs, Kagawa (Jones, m. 91); Rooney (Van Persie, m. 63) y Chicharito Hern¨¢ndez (Young, m. 63). No utilizados: Lindegaard; Anderson, Nani y Buttner.
?rbitro: Nicola Rizzoli (Italia). Expuls¨® a Fellaini por doble tarjeta amarilla en el minuto 90 del partido y amonest¨® a Evra y Markel Bergara.
Unos 30.000 espectadores en el estadio de Anoeta.
Anoeta revent¨® porque ven¨ªa aquel Manchester y porque la Real se jugaba la ¨²ltima carta de la Liga de Campeones, con la sensaci¨®n de no haber sido peor que ninguno de sus rivales, a pesar de no obtener ning¨²n punto en los tres encuentros anteriores. Es decir, que sab¨ªa por propia experiencia que este Manchester que se iba a encontrar enfrente no era aquel Manchester que hab¨ªa movilizado a sus aficionados.
Pero la m¨ªstica tambi¨¦n produce experiencia, algo que tambi¨¦n se hereda porque va en el ADN de los grandes clubes donde la derrota siempre tiene consecuencias m¨¢s all¨¢ de la clasificaci¨®n o la eliminatoria. As¨ª que por jerarqu¨ªa, m¨¢s que por juego, el Manchester se apoder¨® del gobierno del partido y la Real apel¨®, durante la primera parte a la insurrecci¨®n, con m¨¢s piedras que balas. Aprovechando el desconcierto de Zurutuza, sin sitio ni ritmo, se jug¨® a lo que quiso Fellaini, omnipresente pero indulgente cuando se asomaba al ¨¢rea donde Rooney era un n¨¢ufrago aburrido y Chicharito, un n¨¢ufrago sin esperanza. De Rooney hubo noticias porque arroll¨® a ??igo Mart¨ªnez en dos ocasiones como un tren sin frenos. La que hubo del mexicano fue, al inicio de la segunda mitad cuando a medio metro del gol tuvo la extra?a habilidad de lanzar la pelota por encima del larguero cual pateo de rugby. Extra?o golpeo el suyo.
La Real tampoco inquiet¨® a De Gea m¨¢s que lo que el portero espa?ol quiso con alguna salida mal medida y un deficiente juego con los pies. Pero lo cierto es que la insurrecci¨®n de la Real, en la primera mitad era m¨¢s propagand¨ªstica que eficaz. Sin el manantial de Zurutuza, la fuente de la Real tiene poca agua. El emparejamiento de Giggs y Rub¨¦n Pardo ten¨ªa algo de enternecedor: el futbolista de Rinc¨®n de Soto no hab¨ªa nacido cuando el gal¨¦s debut¨® con el Manchester. El muchacho, l¨®gicamente, tuvo m¨¢s presencia que el veterano que ejerce m¨¢s de faro para su equipo que de muro de contenci¨®n para el contrario.
La Real se dio cuenta en el descanso de que el gobierno del Manchester no ten¨ªa mayor¨ªa absoluta y pod¨ªa ser derribado con una moci¨®n de censura. Fellaini era un presidente demasiado d¨¦bil como para que la insurrecci¨®n prosperase. Y se la jug¨® al ataque a riesgo de acabar pagando las costas. No es que exigiera lo mejor de De Gea, pero s¨ª hizo recular al Manchester alterando el tono de su discurso.
Claudio Bravo vol¨® como un c¨®ndor y rechaz¨® el disparo que hab¨ªa dado en un palo
El campo perteneciente a la Real se vaci¨®, a medida que se llenaba el del Manchester y David Moyes entendi¨® que hab¨ªa llegado el momento de Van Persie y el holand¨¦s no le neg¨® ni una ni dos ni tres veces. Su primer contacto con el bal¨®n se estrell¨® contra el poste de la porter¨ªa de Bravo, al segundo le falt¨® una pizca de rosca para entrar junto al otro poste. El tercero fue una pera en dulce, es decir un penalti que m¨¢s pareci¨® un piscinazo de Ashley Young que un derribo de Markel Bergara. El holand¨¦s la peg¨® fuerte y elevado a un costado, una soluci¨®n que suele ser inapelable, pero Claudio Bravo vol¨® como un c¨®ndor, con las alas desplegadas y rechaz¨® el disparo que antes hab¨ªa dado en un palo.
Van Persie hab¨ªa hecho de la m¨ªstica algo m¨¢s ¨²til que un museo del pasado y sembr¨® las dudas en la Real, ya m¨¢s pasional que estrat¨¦gica, m¨¢s corajuda que cerebral. No quedaba otra que aceptar el cambio de golpes aunque anduviera por all¨ª el holand¨¦s implacable con su habitual hambre de gol a fin de cuentas el empate le manten¨ªa las constantes vitales (es decir la matem¨¢tica de la clasificaci¨®n) pero con pocas esperanzas de vida.
El empate en el otro encuentro del grupo (Shakthar Donetsk-Bayer Leverkusen) no le cierra la puerta de la Champions pero le apaga la luz a la hora de abrir la cerradura. Y as¨ª cuesta mucho mover el bombillo. La Real deber¨ªa ganar los dos partidos que quedan y que el Manchester haga lo propio con sus rivales. Pase lo que pase podr¨¢ decir que el m¨ªtico y m¨ªstico Manchester United no le hizo ning¨²n gol en dos partidos. El que hubo (en Old Trafford) lo marc¨® ??igo Mart¨ªnez en la porter¨ªa equivocada. Si la m¨ªstica es la historia todo cuenta en las enciclopedias del f¨²tbol aunque no valga para nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.