?rase una vez la F-1
Ahora que gran parte de los aficionados recelan de las consecuencias (sobre todo sonoras) de los cambios en el reglamento t¨¦cnico, yo a?adir¨¦ un poco m¨¢s de le?a al fuego. Si creo no equivocarme al pensar que los pilotos de hace 20 o 30 a?os eran m¨¢s valientes porque en su caso se jugaban la vida cada vez que se sub¨ªan al coche, no tengo ninguna duda de que los propietarios de los equipos de entonces lo eran infinitamente m¨¢s que los actuales.
La mayor¨ªa de escuder¨ªas de hoy est¨¢n dirigidas por un grupo de representantes procedentes de los distintos accionistas, y que incluso pueden tener intereses diferentes. Eso dificulta la toma de decisiones, en parte porque nadie quiere arriesgarse a pifiarla y tener que cargar con el muerto. Yo vengo de una ¨¦poca en la que los due?os decid¨ªan de forma m¨¢s o menos unilateral y sin apenas consultar a nadie m¨¢s que a su gente de confianza. Aquello ya queda muy lejos, aunque afortunadamente a¨²n tenemos algunas excepciones. Los ¨²ltimos exponentes son Ron Dennis, de vuelta en McLaren, Frank Williams y Dietrich Mateschitz, el magnate de Red Bull. Si echamos un vistazo a la parrilla, f¨¢cilmente nos daremos cuenta de ello.
Ron Dennis, Frank Williams y Dietrich Mateschitz han sido valientes al arriesgar en la elecci¨®n de los pilotos
En una temporada tan delicada como esta, estos tres ejecutivos no han tenido ning¨²n reparo en arriesgar en una decisi¨®n tan comprometida como la elecci¨®n de sus pilotos. En Red Bull lo han hecho por partida doble, al promocionar a Ricciardo desde Toro Rosso y colocar al australiano al lado de un tibur¨®n como Vettel, y echando a los leones a Daniil Kvyat, un chaval ruso de 19 a?itos que aterriza de la GP3, y que fue una de las sensaciones en Australia al volante de Toro Rosso.
Lamentablemente para Kvyat, su gran rendimiento en Melbourne (noveno) qued¨® camuflado por la estrepitosa irrupci¨®n de Kevin Magnussen (segundo), el dan¨¦s de 21 a?os con el que Ron Dennis pretende cicatrizar la herida abierta que le hizo Hamilton al marcharse a Mercedes. Williams, por su parte, ya no ejerce de jefe de la compa?¨ªa que en su d¨ªa fund¨®, pero en seg¨²n qu¨¦ ¨¢mbitos su voz a¨²n se tiene en cuenta, especialmente si tenemos en cuenta que quien maneja el cotarro es Claire, su hija. En este caso, seguro que Frank apost¨® decididamente por darle el volante al finland¨¦s Bothas.
Este tipo de determinaciones que hace tiempo eran muy habituales ahora se han convertido en excepcionales por distintos motivos, b¨¢sicamente tres: el inmovilismo de los miembros de los consejos directivos que viven atemorizados por el miedo a equivocarse; la falta de rodaje de los j¨®venes, consecuencia de la escasez de entrenamientos; y la desigualdad en la distribuci¨®n de los beneficios. Si antes pod¨ªa haber un par de equipos que deb¨ªan recurrir a los corredores de pago para subsistir, ahora esta tipolog¨ªa ha aumentado a cinco o incluso seis, circunstancia que no deja margen para demostrar la valent¨ªa de nadie.
Es una insensatez que Marussia, con un presupuesto que a duras penas llega a los 60 millones, figure en la misma parrilla que Mercedes, Red Bull o Ferrari, que pueden llegar a invertir m¨¢s de 200. Contrastes tan gigantes no se van a resolver con esa entelequia del l¨ªmite presupuestario, sino con un reparto del pastel m¨¢s regular.
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