Alonso, en la tormenta
El mediocentro representa la fractura de un equipo que no pudo contener el vendaval alem¨¢n
Sentado en el banquillo, en un clima que se calent¨® al comp¨¢s de las marchas y los c¨¢nticos inagotables, Cristiano asisti¨® a un acontecimiento que debi¨® sorprender a sus colegas. El Dortmund m¨¢s empobrecido de los ¨²ltimos cinco a?os, sin apenas elementos para agredir a su rival, estuvo a punto de barrer al Madrid de la competici¨®n. Cristiano, intranquilo, hasta pareci¨® ejercer de entrenador cuando ante tanto sufrimiento se levant¨® para dar instrucciones.
Xabi Alonso represent¨® la fractura de su equipo. El vasco parec¨ªa un n¨¢ufrago haciendo se?as en la inmensidad de un mar de hierba ocupado por extra?os. Kirch, Jojic, Mkhitaryan, Reus y Grosskreutz avanzaron a presionar en campo contrario y expusieron a la l¨ªnea de volantes madridistas a un padecimiento extremo. Illarra, que se mostr¨® vacilante, y Modric, cuyas pruebas f¨ªsicas registran un declive desde enero, no daban abasto, apareciendo en sucesivas oleadas para presionar o para perseguir balones divididos. En cada disputa los jugadores del equipo alem¨¢n persegu¨ªan un pedazo de gloria. Se multiplicaban contagiados por el aliento de la hinchada. En el otro lado, Alonso no pod¨ªa contener la avalancha. Ni por abajo ni, mucho menos, por arriba. Pepe y Ramos se vieron sobrepasados cada vez que se produjo una segunda jugada o cada vez que el Dortmund colg¨® un bal¨®n sobre el ¨¢rea de Casillas.
Illarra se mostr¨® vacilante y Modric acusa un declive
f¨ªsico desde enero
Carlo Ancelotti previ¨® un partido llevadero siempre que Klopp insistiera en practicar ese f¨²tbol elaborado que ha caracterizado a su equipo. En parte fue as¨ª. El Dortmund insisti¨® en sacar el bal¨®n jugado para moverlo a ras de hierba y el Madrid, con agobios, consigui¨® afirmarse. Pas¨® casi media hora hasta que Hummels meti¨® el primer bal¨®n bombeado. Tal y como hab¨ªa prevenido el t¨¦cnico italiano, en este tipo de jugadas sus futbolistas padecen. Este primer bal¨®n largo no necesit¨® ni el toque ni la lucha de Lewandowski. Fue Pepe quien sembr¨® el caos despejando hacia Casillas. La pelota se qued¨® corta, el portero dud¨®, y Reus se le anticip¨® antes de definir. El escenario dibuj¨® un drama para Alonso y su tropa, incapaces de controlar el juego, cada vez m¨¢s replegados en busca de la seguridad de la zaga, sin encontrar pases interiores y sin llegar a cerrar los espacios.
Hummels en una falta lateral, Grosskreutz desde el punto de penalti y Mhkitaryan en un mano a mano, acariciaron el empate de la eliminatoria. Casillas se les interpuso con acciones decisivas. En ¨²ltima instancia el capit¨¢n puso el guante, y as¨ª, medio arrastrado por la marea, esperando que se agotara la energ¨ªa del vendaval, el equipo alcanz¨® la orilla. Cuando el ¨¢rbitro pit¨® el final, el hombre m¨¢s feliz del mundo fue Alonso, que cerr¨® los pu?os con rabia, celebrando el fin de la agon¨ªa. El mediocentro hab¨ªa rozado la tarjeta roja en una falta a Mhkitaryan que se sald¨® sin m¨¢s pena que un lanzamiento indirecto. El Westfalenstadion reclam¨® el castigo a gritos en una inolvidable noche de f¨²tbol. Una fiesta para el p¨²blico local y un trance desagradable para el Madrid.
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