El Real Madrid y la familia real
El equipo blanco recibi¨® la visita de Don Juan y su hijo Juan Carlos la v¨ªspera del partido de ida de la Copa de Europa ante el Servette en septiembre de 1955.
La Copa de Europa arranc¨® en la temporada 55-56, con el Madrid entre los 16 participantes. Era el campe¨®n de Liga y tambi¨¦n uno de los impulsores, v¨ªa Bernab¨¦u y Saporta, de los preparativos, que duraron menos de un a?o. En un tiempo r¨¦cord, dos a?os antes de los Tratados de Roma, en una Europa con democracias y dictaduras, con monarqu¨ªas y rep¨²blicas, con cat¨®licos, protestantes, ortodoxos y musulmanes, con un tel¨®n de acero que la part¨ªa en dos, un grupo de pioneros nucleado por L¡¯Equipe puso en marcha aquella colosal iniciativa. Y lo hizo con el recelo de la UEFA, que ten¨ªa en proyecto un campeonato continental de selecciones y vet¨® el nombre de Copa de Europa para la competici¨®n de clubes. Esta se llam¨® en su primera edici¨®n Copa de Clubes Campeones Europeos. Pero coloquialmente fue la Copa de Europa desde el primer d¨ªa.
Al Madrid le toc¨® como primer rival el Servette, de Ginebra, la ciudad de Calvino. El partido de ida fue all¨ª, el 8 de septiembre de 1955. Fiesta local, D¨ªa del ayuno ginebrino, que conmemoraba la matanza de hugonotes en Par¨ªs en La Noche de San Bartolom¨¦, cuyos supervivientes se refugiaron en Ginebra. No hab¨ªa luz artificial a¨²n en los campos, as¨ª que se buscaban jornadas festivas entre semana para estos partidos. Como no hab¨ªa empezado la Liga, el Madrid se prepar¨® con dos amistosos. Gan¨® ?6-12! en C¨®rdoba, en la inauguraci¨®n de El Arc¨¢ngel, y luego 5-0 al Murcia, en el Bernab¨¦u.
El Madrid viaj¨® en medio de una discreta expectaci¨®n. A¨²n no se sab¨ªa bien qu¨¦ era eso. Di St¨¦fano entraba en su tercera temporada y el club hab¨ªa ganado las dos Ligas previas y acababa de conseguir la Copa Latina, que jugaban los campeones de Francia, Italia, Portugal y Espa?a. El Servette le tem¨ªa.
En Lausana, Don Juan y su hijo Juan Carlos visitaron al equipo, lo que incomod¨® al R¨¦gimen y silenci¨® la prensa
La v¨ªspera del partido se produjo una visita que incomod¨® al R¨¦gimen y silenci¨® la prensa. Don Juan de Borb¨®n y su hijo Juan Carlos estaban en Lausana, pasando los ¨²ltimos d¨ªas del verano en la residencia de la reina Victoria Eugenia, viuda de Alfonso XIII. Don Juan era considerado por Franco una amenaza, por las presiones internacionales para reconstruir en su figura la monarqu¨ªa espa?ola. Cualquier aparici¨®n suya en prensa estaba vedada. S¨ª aparec¨ªa Juan Carlos, entonces un muchacho de 17 a?os, de cuya formaci¨®n se hab¨ªa hecho cargo el propio Franco.
Bernab¨¦u, que, en contra lo que tanto se repite, no era franquista sino mon¨¢rquico, llev¨® al Real Madrid al Palacio de Lausana la v¨ªspera del partido, donde el grupo se hizo una foto en la escalinata de entrada. Ah¨ª est¨¢ todo el equipo, retrepado por los pelda?os. En primera fila, la reina Victoria Eugenia en el centro, flanqueada por su hijo y su nieto, y m¨¢s a los lados Bernab¨¦u, Saporta, Juanito Alonso y Antonio Calder¨®n.
Don Juan y el joven Juan Carlos fueron invitados al partido la tarde siguiente. Lo mismo que la foto de la escalinata, la de ambos en el palco fue omitida en la prensa, como el propio hecho de la visita. Pero circularon bajo mano en ¨¢mbitos de la conjura de Estoril, el grupo de mon¨¢rquicos que aspiraba a ver a Don Juan como Rey de Espa?a.
Los equipos saltaron al campo a las cinco menos cuarto. Aquella primera alineaci¨®n del Madrid en la Copa de Europa fue: Alonso; Navarro, Oliva, Lesmes; Mu?oz, Z¨¢rraga; Molowny, P¨¦rez Pay¨¢, Di St¨¦fano, Rial y Gento. El Servette era conocido por su cerrojo. Lo entrenaba el prestigioso Karl Rappan, austriaco, inventor del mismo. Lo hab¨ªa puesto en marcha ya como seleccionador suizo en el Mundial de 1938. El cerrojo (o b¨¦ton, o verrou), de cuyo invento pretendi¨® apropiarse mucho despu¨¦s Helenio Herrera, consist¨ªa en dejar un jugador libre de toda funci¨®n por detr¨¢s de los defensas.
Y as¨ª lo hizo, de manera que convirti¨® el partido del Madrid en un dolor de muelas. No sorprendi¨®, porque el Servette hab¨ªa jugado unos meses antes en Espa?a un amistoso de preparaci¨®n de la selecci¨®n B, pero entonces no hab¨ªa costumbre de atacar ese problema. Rappan dej¨® al calvo y sabio Gyger detr¨¢s de cinco defensas que marcaban al hombre a los cinco delanteros del Madrid. Arriba dej¨® a los dos extremos, al delantero centro y al interior Friedlander. La media, despoblaba. De la defensa sal¨ªan pelotazos para arriba que a veces pillaban descubierto al Madrid, cuyos medios, Mu?oz y Z¨¢rraga, faltos de tarea, tend¨ªan a sumarse al ataque. Mucho forcejeo, un tiro de P¨¦rez Pay¨¢ al larguero, Gento lesionado (porque, adem¨¢s, pegaban) y un par de buenas intervenciones de Juanito Alonso. Esa era la cosecha al descanso.
Di St¨¦fano estaba de un humor de perros. Se quejaba de que el bal¨®n estaba con poco aire y el ¨¢rbitro, el franc¨¦s Sautel, no le hac¨ªa caso. Hac¨ªa calor y se le hab¨ªan hinchado las manos, lo que le pasaba con frecuencia. Entr¨® en el vestuario dando voces:
¡ª?Ser¨¢ posible que no les podamos meter un gol a estos relojeros?
Abri¨® el grifo de agua fr¨ªa del lavabo, lo tapon¨® y meti¨® las manos y los antebrazos para refrescarse. Lo hac¨ªa con frecuencia. En eso estaba cuando por el vestuario apareci¨® Saporta, siempre con un ojo en el futuro, con el joven Juan Carlos, para que saludara a los jugadores. Tras saludar a todos fue al lavabo, donde Di St¨¦fano estaba en su inc¨®moda posici¨®n. Juan Carlos quiso ser amable pero no lo consigui¨®:
¡ªSaeta, los emigrantes esperan del Madrid una victoria¡
¡ª?Y vos qui¨¦n s¨®s? ?And¨¢ a cagar, nene!
La an¨¦cdota la contaba con frecuencia Di St¨¦fano, que la terminaba con un jocoso:
¡ª?Mir¨¢ v¨®s! ?Y luego fue rey! ?Si llego a saberlo le beso la mano!
Sol¨ªa asegurar que no le reconoci¨®, pese a haber estado la tarde anterior en Lausana y al aspecto llamativo del pr¨ªncipe, alto, rubio... Qui¨¦n sabe. Quiz¨¢ estaba obcecado con el partido y no cay¨®, o lo bastante irritado como para esa salida de pata de banco que horroriz¨® a Saporta.
En el minuto 74 a¨²n estaba el partido empate a cero cuando un tiro desde fuera del ¨¢rea de Mu?oz peg¨® en un hoyo, salt¨® mal y burl¨® al portero. Un tiro f¨¢cil de parar se convirti¨® en el gol salvador. Luego, casi en el ¨²ltimo segundo, Rial marc¨® el 0-2 en una r¨¢pida combinaci¨®n con Di St¨¦fano.
La cena fue grata. Bernab¨¦u sorprendi¨® a todos al contar que en 1923 hab¨ªa jugado con el Servette, en Sevilla, invitado por los hermanos Mengotti (ginebrinos que jugaron en el Madrid) para suplantar a uno que se hab¨ªa puesto enfermo. Dijo que hasta hab¨ªa marcado un gol. Fue aplaudid¨ªsimo.
El Bolet¨ªn del Madrid del mes de octubre se extend¨ªa sobre el partido. La portada era una foto de la recepci¨®n de Lausana, en la que aparec¨ªa el pr¨ªncipe, risue?o, charlando con Saporta y Molowny en presencia de P¨¦rez Pay¨¢. Saporta cuidaba los detalles.
Luego, Partiz¨¢n, Mil¨¢n y Stade Reims, en Par¨ªs, donde el Madrid gan¨® la primera. Y as¨ª, hasta cinco seguidas. M¨¢s adelante, cinco m¨¢s. La historia que ma?ana se reanuda ante el Basilea empez¨® justamente en Suiza. Al calor de la Familia Real.
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