La ley de N¨²?ez
Aunque pueda parecer mentira, han metido a N¨²?ez en prisi¨®n a la edad de 83 a?os cuando parec¨ªa que iba a librarse del ¨²ltimo acoso, como hab¨ªa hecho toda la vida. Al expresidente del Bar?a lo han enchironado por sobornar a inspectores de Hacienda, un delito que hoy puede parecer poca cosa tal como est¨¢ el patio y que, por supuesto, el empresario no admite haber cometido de ninguna manera. No tiene nada de qu¨¦ arrepentirse ¡ªas¨ª piensa¡ª, cosa que no extra?a a nadie si se atiende a su conducta vital, reflejada en una fotograf¨ªa de Joan Puig en la que aparece dentro de un jeep, camuflado como un pasajero, camino del centro penitenciario Quatre Camins.
Asegura que lo ¨²nico que hizo hace 20 a?os fue vender dos pisos m¨¢s baratos que el precio de mercado a unos se?ores que buscaban dinero escondido en un momento en que la fortuna de N¨²?ez y Navarro era visible en todas las esquinas de Barcelona. Otro, en su caso, habr¨ªa dicho que le sab¨ªa muy mal, que no quer¨ªa hacerlo, que no era consciente del delito, y a estas alturas seguramente estar¨ªa corriendo por la calle libre y a sus anchas como hacen los estafadores de la categor¨ªa de Millet. No es el caso de N¨²?ez, que se eterniz¨® en el cargo de tal manera que todav¨ªa hoy se siente Napole¨®n.
N¨²?ez ha hecho de su raz¨®n una verdad absoluta, ha cuestionado a un juez, sin tener en cuenta la hora, el d¨ªa, el a?o y las circunstancias, seguro como est¨¢ de que no pasa el tiempo. No suele apearse del burro, hace de cualquier asunto una cuesti¨®n personal y si se le lleva la contraria est¨¢s perdido. No se explica, si no, que un se?or millonario, capaz de haber sobrevivido con grandeza a la crisis inmobiliaria, acabe de entrar en prisi¨®n de la mano de su hijo, como si fueran la misma persona, los dos part¨ªcipes de una manera de hacer que ya no se lleva.
El empresario N¨²?ez forma parte de una casta con una ¨¦tica muy particular: todo ten¨ªa un precio?
El empresario N¨²?ez forma parte de una casta con una ¨¦tica muy particular cuando mandaba en los a?os noventa. Todo ten¨ªa un precio y, por lo tanto, no hab¨ªa nada que no se pudiera negociar, y mucho m¨¢s si se trataba de pagar menos impuestos a la Agencia Tributaria. La cuesti¨®n consist¨ªa m¨¢s o menos en la compra de complicidades. Y en su caso, como en el de otros presidentes de la ¨¦poca, no se puede discernir la empresa del club. N¨²?ez ejerci¨® el poder hasta las ¨²ltimas consecuencias en a?os en que se practicaba la pol¨ªtica de favores, d¨ªas en que los amos hac¨ªan listas de buenos y malos, ¨¦poca de los reyes del mambo que hoy se muestran sorprendidos porque el pueblo los quiere ver en la c¨¢rcel.
No debe olvidarse que N¨²?ez consigui¨® que sus propios jugadores pidieran su dimisi¨®n p¨²blicamente en el llamado mot¨ªn del Hesperia, ni que un grupo de socios se agruparan en la plataforma Elefant Blau, para plantearle una moci¨®n de censura por haber administrado el club y el calendario electoral a su medida, bajo el respaldo de los votos de unos 25.000 socios. Y es que N¨²?ez nunca fue un ingenuo, siempre supo encontrar el apoyo necesario para gobernar, avalado por el poder que le daba el Camp Nou. No deber¨ªa olvidarse que Cruyff jug¨® a su favor durante las elecciones de 1978 y tambi¨¦n en las de 1988, cuando Converg¨¨ncia le hizo frente a trav¨¦s de una candidatura inspirada por Marta Ferrusola.
Las cosas cambian con el tiempo, y hoy Cruyff y N¨²?ez no se pueden ni ver, uno a cada lado del Camp Nou, estadio gobernado por un presidente que pide integraci¨®n desde los juzgados. N¨²?ez, en cambio, hizo las paces con Jos¨¦ Mar¨ªa Garc¨ªa despu¨¦s de haberse dicho de todo y m¨¢s. No ha pasado lo mismo con otros periodistas. Algunos todav¨ªa recuerdan una frase lapidaria de N¨²?ez cuando lleg¨® a la presidencia: ¡°Algunos tendr¨¢n problemas con su puesto de trabajo si persisten en su actitud¡±. Lo leo en la contraportada del libro Per un Bar?a triomfant?, obra de Morera Falc¨®, el mismo que denunci¨® ¡°una cacer¨ªa de brujas abierta por el nu?ismo¡± que le afect¨® de manera muy directa.
N¨²?ez consigui¨® que sus propios jugadores pidieran su dimisi¨®n en el llamado mot¨ªn del Hesperia
Tambi¨¦n se pele¨® con ?lex Botines, al cual declar¨® persona non grata por denunciar presuntas irregularidades en el servicio militar de Carrasco. Han sido muchos los periodistas que lo han disfrutado y m¨¢s los que lo han sufrido, en funci¨®n de si eran o no de los suyos, sometidos a menudo a chantajes emocionales: si no est¨¢s conmigo, vas en mi contra. No aceptaba que se criticara una gesti¨®n muy personalista, y si ha perdido agresividad con el tiempo es porque su personaje ha sido humanizado por la caricatura de Ar¨²s y los gags de Latre, que lo han convertido en un agarrado encantador, nada que ver con el presidente que dijo: ¡°Maradona nos cuesta que cada socio deje de comprar un peri¨®dico a la semana¡±.
Es verdad que N¨²?ez puso orden en el club y lo hizo tan rico econ¨®mica, patrimonial y socialmente como si fuera su empresa m¨¢s importante. No es hora, sin embargo, de hacer inventario de su obra, ya que seguramente pronto obtendr¨¢ el tercer grado penitenciario. Es momento de recordar que, si est¨¢ preso, es por un delito que no prescribe con la edad, ni se perdona con un padrenuestro. Seguramente es tan injusto que lo hayan encerrado con 83 a?os como que no le pasara nada cuando soborn¨® a los inspectores de Hacienda. No hay que participar en el apaleamiento, ni tampoco se le tiene que beatificar.
No hay agravios comparativos que valgan si se tiene en cuenta que hay condenados que cumplen o han cumplido la pena por el mismo delito y expediente, y que en su d¨ªa no tuvieron abogados, ni intermediarios que les salvaran el cuello. N¨²?ez no acostumbraba a perdonar a los que no se pon¨ªan de su parte; lo que deja entrever que no le hayan concedido el indulto, ni suspendido la pena. Muchos se conforman con que entre y salga de la c¨¢rcel en un santiam¨¦n; es suficiente. Y que los cul¨¦s hagan lo que quieran mientras con el nombre del Museo de Bar?a.
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