Messi: ¡°No s¨¦ d¨®nde estar¨¦ el a?o que viene¡±
Los candidatos al Bal¨®n de Oro traslucen su insatisfacci¨®n en la conferencia previa a la Gala de la FIFA
Lionel Messi abandon¨® el hotel y, al transitar los 50 metros que le separaban del palacio de Congresos por la calle Beethoven, en direcci¨®n al Lago de Z¨²rich, con los Alpes coronando el horizonte con un ribete de glaciares y rocas, oy¨® un abucheo sordo. Un abucheo como son los abucheos en Suiza. Un rumor ahogado, un reproche t¨ªmido, civilizado y vergonzante. El argentino, envuelto en una sudadera gris de Adidas, medio encorvado, toc¨¢ndose la cara con un gesto nervioso, entrecerr¨® los ojos como si la luz le molestara. Parec¨ªa un particular. Cualquier viandante impon¨ªa m¨¢s que este muchacho de aire atormentado que se sent¨® en el auditorio para inflamar la atm¨®sfera de rumores. ¡°No s¨¦ qu¨¦ va a pasar¡±, dijo, sentado frente a cientos de periodistas y funcionarios de la FIFA, en los proleg¨®menos de la gala anual del f¨²tbol. ¡°No s¨¦ d¨®nde estar¨¦ el a?o que viene. Siempre dije que me gustar¨ªa terminar mi carrera en el Barcelona. Pero uno nunca sabe lo que puede pasar en el f¨²tbol, de tantas vueltas que da. Como ha dicho Cristiano, puede pasar cualquier cosa¡±.
Messi trasluci¨® el hartazgo que le carcome desde que Sandro Rosell lleg¨® a la presidencia del Barcelona. Lo expres¨® en los t¨¦rminos que condicionan su naturaleza introvertida. Con sequedad. Habl¨® en calidad de candidato al Bal¨®n de Oro, el premio que concede la FIFA al mejor jugador de cada a?o natural, en un acto protocolario montado al efecto. A su izquierda, con actitud de ponente, vestido con otra sudadera, estaba sentado Cristiano Ronaldo, quien, junto a Neuer, completaba el tr¨ªo de aspirantes. Preguntado tambi¨¦n por el destino de su carrera, el portugu¨¦s tampoco hab¨ªa lanzado uno de esos mensajes firmes y seguros que no dejan lugar a dudas a los aficionados. Pero no fue tan directo como Messi respecto a su porvenir contractual. Cuando le inquirieron si pensaba acabar su carrera en el Madrid, el portugu¨¦s se mostr¨® menos sibilino. ¡°Nadie sabe¡±, dijo. ¡°?Solo Dios sabe! Pero estoy muy contento en el Madrid. Firm¨¦ un nuevo contrato hace un a?o pero el futuro nunca se sabe¡.¡±.
Prevista para hablar de trivialidades, la conferencia previa a la ceremonia acab¨® torci¨¦ndose. Los futbolistas se mostraron reticentes a colaborar con la coordinadora de la FIFA, neg¨¢ndose a mencionar ni siquiera a sus ¨ªdolos por no se sabe qu¨¦ respeto a qu¨¦ c¨®digos deontol¨®gicos. ¡°?Con qu¨¦ jugadores del pasado os gustar¨ªa haber coincidido en un campo de juego?¡±, pregunt¨® la coordinadora. ¡°Con muchos¡±, dijo Messi. ¡°No es el momento de individualizar¡±, zanj¨® Emmanuel Neuer. Y cuando le toc¨® el turno a Cristiano rompi¨® la baraja: ¡°?Lo ¨²nico que importa en el f¨²tbol es el presente! ?A m¨ª me gustar¨ªa jugar en el mismo equipo que estos dos jugadores que tengo a mi lado en este escenario!¡±.
Messi miraba alrededor con expresi¨®n indefinible. Ni risue?o, ni serio, ni triste, ni abatido, ni mucho menos feliz. Simplemente inc¨®modo. Su conflicto con la directiva del Barcelona, encabezada por el presidente Josep Mar¨ªa Bartomeu, es un ovillo que lleva m¨¢s de un a?o form¨¢ndose y se ha enredado en el vestuario, en donde la mala relaci¨®n con Luis Enrique, el t¨¦cnico, es un secreto a voces. Messi amenaza con marcharse del Barcelona. En cuanto a Cristiano, las dudas sobre su futuro no son nuevas. Ni siquiera la renovaci¨®n de su contrato en 2013 ha contribuido a disipar su sospecha de que el presidente, Florentino P¨¦rez, prefiere a Bale.
Es dif¨ªcil discutir que Cristiano y Messi sean los mejores futbolistas de los ¨²ltimos 20 a?os. Tampoco ofrece lugar a dudas el hecho de que esta tarde en Z¨²rich estaban de mal humor. Ambos ¨ªdolos escenificaron su malestar en esta gala que la FIFA organiza cada mes de enero inspir¨¢ndose en los Oscars de Hollywood. Fuere porque no hab¨ªan dormido la siesta, o porque el viaje les truncaba una jornada de trabajo, o porque les hab¨ªan dicho algo desagradable los aficionados amontonados en la calle, las estrellas no hicieron nada por disimular el fastidio.
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