Noche de penaltis
Cada jugador est¨¢ frente el portero, en un silencio como de caj¨®n cerrado, es un t¨² a t¨² de enorme suspense
En mitad de la noche, pr¨®rroga adentro, atravesando la selva, se llega al punto de penalti, se?alado con una mancha blanca, casi de sangre, como si all¨ª estuviese enterrado Oscar Wilde. No resulta un lugar f¨¢cil de encontrar. Se necesita un mapa, una cantimplora y suerte, incluso mala suerte. Muchos equipos caen por el camino, en el tiempo reglamentario, o en un rinc¨®n de la pr¨®rroga, atacados por un hipop¨®tamo. Pero a veces, si intercede un milagro, alcanzas el claro del bosque y el partido vuelve a empezar, ya sin esas largu¨ªsimas digresiones en el centro del campo. A menudo hablar no sirve de nada, y conduce a un mon¨®tono empate, sin cafe¨ªna. En cambio, en la tanda de penaltis, cada jugador est¨¢ frente el portero, en un silencio como de caj¨®n cerrado. Es un t¨² a t¨² de enorme suspense, que evoca esa escena en la que dos pistoleros dirimen en un duelo al sol qui¨¦n vive y qui¨¦n muere.
Se alcanza la tanda de penaltis despu¨¦s de haber llamado a todas las puertas, y que nadie te abra. Llegas tan desmejorado y sediento, que de buena gana le reclamar¨ªas al banquillo un chupito y un peine. Antes del lanzamiento conviene aparentar aplomo. Y tener buena presencia. El futbolista se juega cuanto tiene a un golpeo. Es el minuto m¨¢s trascendente de su carrera. Nen¨¨m Prancha, que ejerci¨® de todo en el futbol brasile?o, desde utillero a masajista, ojeador, t¨¦cnico y fil¨®sofo, dec¨ªa que ¡°el penalti es algo tan importante, que deber¨ªa chutar el presidente del club¡±.
Prancha dec¨ªa que es un momento ¡°tan importante, que deber¨ªa chutar el presidente del club¡±
No basta con saber golpear el bal¨®n para enviarlo a gol. Vaya cosa. La historia est¨¢ plagada de penaltis fallados por grandes estrellas. A veces resulta m¨¢s efectivo ser un suicida, como El Loco Abreu, que un virtuoso. En los sesenta, cient¨ªficos ingleses estudiaron el penalti, por si fuese posible realizar un lanzamiento perfecto, imparable, y hallaron una f¨®rmula matem¨¢tica ¡ª(((X+Y+S)/2)x((T+I+2B)/4))+(V/2)-1¡ª en base a la colocaci¨®n del bal¨®n, la velocidad del chut, los pasos de la carrera, la posici¨®n del pie... No vali¨® de nada. Cualquier portero, en un momento dado, detiene un disparo desde los 11 metros. Roberto Bola?o contaba que en 1962, viviendo en Quilpu¨¦ (Chile), a pocos metros del hotel de concentraci¨®n de Brasil para el Mundial, conoci¨® a Pel¨¦, a Vav¨¢ y a Garrincha. ¡°Recuerdo que Vav¨¢ me tir¨® un penal¡±, aseguraba, ¡°y se lo ataj¨¦¡±.
En esos segundos que abultan como a?os, mientras acuesta el bal¨®n y retrocede unos pasos, las cosas suceden muy confusamente en la cabeza del futbolista, igual que si acabase de leer a Heidegger. Le da tiempo a pensar que si falla, su madre lo mata. Si no es alguien con los nervios tan templados que puede conducir con los ojos cerrados por autopista, duda por donde tirar. Pegado al palo, se dice. No, mejor por el centro. ?Y si el portero aguanta? No, por el centro no. Fuerte, de un trallazo, igual que en la escuela, a un lado. No, co?o, con delicadeza, a la escuadra. A la escuadra no, es arriesgado, ?y si se va fuera? Rozando al poste, pues. Pero, ?a qu¨¦ poste? Como se ve, es dificil¨ªsimo marcar un penalti. El detalle m¨¢s ¨ªnfimo lo env¨ªa contra el portero. No est¨¢ de m¨¢s rezar lo que sepas. Cu¨¢ntas ocasiones no habr¨¢ entrenado Arda Turan sus oraciones. No hay m¨¢s que ver c¨®mo las tir¨® contra el Bayer Leverkusen.
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