La primera hostia
Desde el final de las vacaciones hasta el primer partido, incluso el equipo m¨¢s modesto puede aspirar a algo grande
El primer partido de Liga genera ficciones. Han pasado tantos a?os desde que acab¨® la temporada anterior, que vemos espejismos; son agradables. Entretanto el ¨¢rbitro no pita el inicio del partido, todos los equipos atizan un sue?o impostergable. Es el momento id¨®neo. Digamos que existe una fracci¨®n de tiempo, desde que los jugadores se juntan al regreso de las vacaciones y hasta que arranca el primer encuentro en agosto, que todo es posible. Incluso el equipo m¨¢s modesto, obligado a jugar al f¨²tbol con una calculadora en el bolsillo, pues al final podr¨ªa descender a segunda por unas d¨¦cimas, aspira a hacer algo grande. No hay diferencia entre su actitud y la tuya cuando vas al casino en mitad de verano, dispuesto a perder los calzoncillos si la ruleta te lo pide, pues tienes un presentimiento. Es una esperanza breve, de colores, pero leg¨ªtima, basada en la ciencia y las probabilidades. Por lo pronto, con la nueva temporada a punto de arrancar, los clubes modestos est¨¢n empatados a puntos con Bar?a y Real Madrid. Le respiran en el cogote.
A estas alturas del a?o, cualquier fracaso parecer¨¢ algo remoto. Cuentas con margen de maniobra, tanto para ganar el t¨ªtulo como para perder la categor¨ªa, simult¨¢neamente. Ray Evans, uno de esos entrenadores, fil¨®sofos de profesi¨®n, que casi siempre ha tenido el Liverpool, amaba por encima de todo las pretemporadas. ¡°Me encantan los veranos porque nunca pierdes partidos¡±, dec¨ªa. Pero enseguida la realidad se encarga de poner las cosas en su sitio, con la primera hostia.
Con la temporada a punto de empezar, los clubes modestos est¨¢n empatados a puntos con el Barcelona y el Madrid. Le respiran en el cogote
Siempre habr¨¢ alguien, por suerte, que reste importancia a salir victorioso del primer partido. Es bonito ganarlo, pero m¨¢s todav¨ªa remontar de las cenizas, cuando has adquirido ya aspecto de equipo de segunda divisi¨®n, algo blancuzco. ?Y si los buenos comienzos estuviesen sobrevalorados? No hay consenso. En literatura, por ejemplo, algunos escritores defienden que la primera frase debe escribirla Dios, aunque el resto quede en manos del autor. Les gusta abofetear al lector con su belleza, como hac¨ªa en el cine Joan Crawford con los hombres, incluso con otras mujeres. Si fallas en la primera frase, sostienen, el libro s¨®lo ser¨¢ una sucesi¨®n de tumbos.
La historia es fecunda, sin embargo, en comienzos pr¨®speros que acaban como una servilleta sucia. Tal vez sea cierto que nadie gana la Liga en la jornada uno. Recuerden a Vicente Blasco, el primer espa?ol que corri¨® el Tour de Francia. A veces, para hablar de f¨²tbol, hay que hablar de ciclismo. Hab¨ªa trabajado en la siderurgia y sufrido dos accidentes laborales. En el primero, dos engranajes le da?aron los tendones del pie izquierdo; en el segundo, una barra de hierro le atraves¨® el derecho. Por alguna raz¨®n estas heridas le valieron el apodo de El Cojo. Lo cuenta Ander Izaguirre en Plomo en los bolsillos. Pese a ello, Blasco se hizo ciclista y en 1910 acudi¨® al Tour viajando de Bilbao a Par¨ªs en su bicicleta, para la salida. Ese primer esfuerzo fue exagerado, tit¨¢nico, y Blasco s¨®lo dur¨® una jornada en la carrera francesa.
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