Nibali expulsado de la Vuelta por agarrarse a un coche
El italiano, que se vio involucrado en una ca¨ªda, se ayud¨® de los veh¨ªculos para progresar. El colombiano Chaves se impone en la etapa y es el primer l¨ªder
Todo era contradictorio. La segunda etapa era realmente la primera, la que convirti¨® lo virtual en real y la realidad en ese explosivo c¨®ctel de belleza, suciedad y tristeza. Resulta que la etapa, se parti¨® moral y deportivamente en tres: una, hasta la ca¨ªda en el kil¨®metro 120, otra despu¨¦s y la ¨²ltima en el despacho del jurado t¨¦cnico de la Vuelta, o sea la UCI. La primera la pag¨® con creces el australiano del IAM, David Tammer. La segunda, la gan¨® el colombiano Chaves, majestuoso. La tercera la perdi¨® hundido en el barro Vincenzo Nibali, expulsado de la Vuelta por agarrarse a un coche del su equipo, el Astana, varios centenares de metros en su loca huida hacia adelante para recuperar el tiempo perdido en la ca¨ªda, que tambi¨¦n le afect¨®. Su gesta, porque acab¨® cazando a los galgos, fue una filfa, una trampa, un enga?o. Y la Vuelta le ha echado. La televisi¨®n lo pill¨® en una vista a¨¦rea cuando pedaleaba junto a un grupo de afectados por el accidente: apareci¨® un coche del Astana, se agarr¨® y se despidi¨® de los compis con un repr¨ªs de Formula 1. El h¨¦roe era un cobarde disfrazado de valiente. Ciao.
La primera parte dej¨® un parte de heridos notable, encabezado por el australiano del IAM, David Tammer, que qued¨® inm¨®vil en la cuneta. Fue el m¨¢s grave, retirado en ambulancia, pero hubo muchos otros, Nemiec, Sagan, Tiralongo con un golpe en la cara de esos que duelen con solo mirarlo. Y Nibali, aturdido en aquella marabunta en busca de un compa?ero, de un servicio t¨¦cnico, de alguien, de algo. Las consecuencias fueron variadas: de entre los fugados, que estaban a punto de ser apresados, salt¨® el portugu¨¦s Gon?alves, decidido a aprovecharse del desconcierto.
Los que salvaron la ca¨ªda en el pelot¨®n, reiniciaron la caza. Para Nibali comenzaba una contrarreloj, primero ayudado por tres compa?eros, luego por dos, m¨¢s tarde por uno, finalmente por ninguno, bueno por uno que conduc¨ªa un coche, que en estos casos es el mejor y el peor compa?ero que puedes encontrar.
Quedaba dilucidar el primer triunfo y el primer l¨ªder real de la carrera. Y el duelo no desmereci¨®. Un duelo que parec¨ªa reservado para artificieros de las llegadas en alto, o sea Purito Rodr¨ªguez y Alejandro Valverde, que se miraban de frente, de reojo, de arriba abajo. Pero la bomba la lanz¨® Nairo Quintana, presuntamente ajeno a esta batalla puntual, cuando decidi¨® dar un salto. Mir¨® hacia atr¨¢s y no vio a nadie. Tampoco es cuesti¨®n de bajarse de la bici, debi¨® pensar. Y junto a Roche y Meintjes se fue hacia arriba en ese puerto que culebrea hacia arriba y hacia abajo dejando para el final dos respetabil¨ªsimas cuestas, de esas que frenan en seco a los animosos ciclistas.
Viendo la ronquera de los gallos, el colombiano Esteban Chaves, proyecto de figura que se qued¨® en boceto, decidi¨® que su gran d¨ªa pod¨ªa ser esta tarde. Atac¨® y el pelot¨®n enmudeci¨®. Alcanz¨® a los fugados y atac¨®, dejando clavado a Nairo Quintana. Mentjes ya se hab¨ªa rendido y Roche aguant¨® solo unos cuantos metros m¨¢s. Era un mano a mano entre el grandull¨®n Dumoulin, que se hab¨ªa sumado a la fiesta, y el chiquito Chaves, en un presunto sprint a gran altura. Y David venci¨® a Goliath y se visti¨® de rojo, elevando el orgullo del Orica, un equipo australiano al que dio el triunfo un escalador colombiano. Tiempo de contradicciones Y es que la realidad, y la de ayer era una etapa real, puede ser bella y triste al mismo tiempo. Y sucia como una trampa, ni siquiera como el enga?o de un chiquillo.
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