?D¨®nde dan el f¨²tbol?
Dios exist¨ªa o no exist¨ªa, Maradona era el mejor de la historia o lo era Pel¨¦, pero el f¨²tbol era a las cinco de la tarde, y ya. No se discut¨ªa.
Cuando llegas a cierta edad notas c¨®mo algunas preguntas se repiten. Yo todav¨ªa escucho ¡°?a qu¨¦ hora es el partido?¡± un par de veces a la semana, igual que en la infancia, cuando regresaba de misa, o¨ªa a mi padre decir ¡°?qu¨¦ dijo el cura?¡±. Saber a qu¨¦ hora ocurren algunas cosas, cuando muchas de ellas ocurren por sorpresa, fuera de hora, produce cierto alivio. No ordena tu caos, que en el fondo te gusta, pero te proporciona un asa a la que agarrarte durante un ratito. Por desgracia, la ¡°hora del partido¡± es algo que se ha ido desvaneciendo con los a?os, al estilo de las viejas pintadas en las paredes en las que se gritaba ¡°anarqu¨ªa¡±, o alg¨²n otro imposible, como aquel ¡°Volv¨¦, Cort¨¢zar, volv¨¦. Total, qu¨¦ te cuesta¡±.
Hubo un tiempo, sin embargo, en que el f¨²tbol ten¨ªa su hora y no otra. Aquella puntualidad pod¨ªa emplearse para hacer la cena o para poner en hora los relojes a los que se les acababa la cuerda. Los partidos ocurr¨ªan a rajatabla, del mismo modo que en una novela negra el muerto aparece en las primeras p¨¢ginas, y a veces en el t¨ªtulo. La hora del f¨²tbol representaba lo que quedaba despu¨¦s de cuestionarlo todo. Era lo indubitable, en t¨¦rminos cartesianos. Constitu¨ªa un punto de partida firme a partir del que organizar el resto de tu vida. Dios exist¨ªa o no exist¨ªa, Maradona era el mejor de la historia o lo era Pel¨¦, pero el f¨²tbol era a las cinco de la tarde, y ya. No se discut¨ªa. Pero llegaron las televisiones. Pero la telefon¨ªa se hizo con el negocio. Pero murieron los relojes. Pero. Pero. Pero.
Los horarios r¨ªgidos e intocables, que se pod¨ªan emplear para atracar un banco ¡ªv¨¦anse las tres en punto¡ª, han ca¨ªdo en un l¨¢nguido descr¨¦dito. Perdieron su ba?o de plata, digamos. Ni siquiera hay ya un partido que empiece a las nueve de la noche. De pronto, se juega a las ocho y media. Y nadie protesta. Tal vez el f¨²tbol desaparezca irremediablemente, y no nos importe demasiado, el d¨ªa que comience a las 19.33 horas, que es uno de esos momentos del d¨ªa con aspecto de botella rota.
Peor que se repitan las preguntas de siempre, lo cual no deja de proporcionarnos la seguridad de que ma?ana se parecer¨¢ un poco a hoy, y eso nos mantiene a flote, es que irrumpen otras nuevas, que nunca hab¨ªamos sentido la necesidad de plantear. Hablo, por ejemplo, de ¡°?D¨®nde dan el f¨²tbol?¡±. Parece f¨¢cil responder, como cuando tu pareja te pregunta, en mitad de la noche, mientras te meces con la cabeza en blanco, si la quieres. ¡°Qu¨¦ clase de pregunta es esa¡±, respondes para ganar tiempo, pues en el fondo no tienes ni idea. La semana pasada quise saber a qui¨¦n deb¨ªa llamar para contratar el partido del Atl¨¦tico de Madrid. Al parecer pod¨ªa verlo en tantos canales, con los que primero deb¨ªa poco menos que casarme y hacer el amor, que opt¨¦ por lo m¨¢s sencillo y barato: subirme a un tren, recorrer 500 kil¨®metros y presentarme en el Vicente Calder¨®n.
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