Kenia pone a ?frica en ¨®rbita
El oro en jabalina de Yego inici¨® una noche que conoci¨® la primera medalla de Egipto
Los espectadores que, animosos y ordenados, casi llenan el Nido de Pek¨ªn cotidianamente est¨¢n condenados a doble raci¨®n diaria de himno de Kenia para comenzar la jornada de tarde-noche, y, pese a su aburrimiento, lo toman como una lecci¨®n hist¨®rica. El martes comenz¨® as¨ª, y el mi¨¦rcoles tambi¨¦n, y de la misma manera se iniciar¨¢ la sesi¨®n del jueves, con la sonatina keniana guerrera y marcial, despu¨¦s de los triunfos de Julius Yego en lanzamiento de jabalina ¡ªuna anomal¨ªa hist¨®rica tan fuerte como la victoria de su compatriota Bett en las vallas bajas el martes¡ª y de Hyvin Jepkemoi en 3.000 obst¨¢culos femeninos.
Y detr¨¢s de Kenia, como respondiendo a un terremoto generador instant¨¢neo de un orden nuevo en el atletismo mundial, un nuevo mapa, toda ?frica pareci¨® despertar en la capital china. El segundo de la jabalina fue el gigante egipcio Ihab Abdelram¨¢n El Sayed, que consigui¨® la primera medalla en unos Mundiales para su gigantesco pa¨ªs. La segunda de los obst¨¢culos fue la tunecina Habiba Ghribi.
Y para cerrar el mapa en salto gigantesco de Mediterr¨¢neo a Atl¨¢ntico-?ndico, Wayde van Niedekerk (43,48s), un mulato sudafricano de Ciudad del Cabo, gan¨® la final de 400m m¨¢s r¨¢pida que se conoce, pues, lo nunca visto, los tres primeros bajaron de los 44s. Si a Van Niedekerk, de 2a?os, su tiempo le convierte en el cuarto mejor de la historia tras Michael Johnson, Butch Reynolds y Jeremy Wariner, a dos excampeones del mundo, LaShawn Merrit (43,65s) y Kirani James (43,78s), sus extraordinarias marcas solo les sirvieron para ser plata y bronces.
La carrera del sudafricano, un especialista en 200m (19,91s su marca) que ha sabido entrenar la resistencia veloz, fue tan absoluta desde la primera zancada, tan poco guiada por el c¨¢lculo, que el atleta acab¨® exhausto como pocas veces se ha visto a un especialista de los 400m (y son gente que acostumbra a vomitar al final, tanto se les dispara el ¨¢cido l¨¢ctico) y debi¨® ser evacuado en camilla.
Pasados los himnos, la noche africana y extraordinaria hab¨ªa comenzado con el vuelo sin fin de la jabalina de Yego en su tercer intento. Coincidi¨® el lanzamiento del diminuto keniano (para los est¨¢ndares de la especialidad: 1,75m, 90 kilos) con el momento en el que una de las pantallas gigantes del estadio estaba en su diaria fase rom¨¢ntica, ocupada con un plano de la luna, que sigue creciendo.
Y fue tan largo y lento el movimiento de la lanza en el aire oscuro que en un momento hasta dio la impresi¨®n de que Stanley Kubrick hab¨ªa tomado los mandos de la realizaci¨®n y la jabalina acabar¨ªa orbitando eterna alrededor del sat¨¦lite, la tremenda met¨¢fora de nuevo. Cuando se clav¨® finalmente en la hierba lo hizo a 92,72 metros de la l¨ªnea de despegue ante la que, con un impulso milim¨¦tricamente calculado, Yego se hab¨ªa lanzado para aterrizar sobre sus manos. Nadie hab¨ªa lanzado tan lejos desde que el checo Jan Zelezny, el m¨¢s grande de la historia ¡ªsu r¨¦cord mundial desde 1996: 98,48m¡ª, lanzara 92,80m en Edmonton 2001. Solo Zelezny y el finland¨¦s Aki Parviainen han lanzado m¨¢s lejos que ¨¦l en la historia.
En 88,99m se qued¨® El Sayed, medallista de plata, que comparte con Yego entrenador (un finland¨¦s), m¨¢nager (finland¨¦s) y locura por la jabalina. Tercero se clasific¨® el cl¨¢sico finland¨¦s Tero Pitkamaki, quien acogi¨® a ambos africanos en sus heladoras tierras cuando Yego, quien, gordito para las carreras, decidi¨® hacerse lanzador y aprendi¨® a hacerlo mirando v¨ªdeos en YouTube, y El Sayed dieron un paso adelante. El keniano aguant¨® dos meses los d¨ªas sin sol y hielo de la tierra de los renos. Despu¨¦s, cuando ya su magn¨ªfico brazo y su el¨¢stico torso asimilaron la mejor t¨¦cnica, se fue a vivir a Sud¨¢frica.
Pasados cinco d¨ªas, m¨¢s de la mitad de la competici¨®n, Kenia, que ha fracasado en dos de sus pruebas tradicionales, el marat¨®n y los 10.000m, domina con facilidad tanto el medallero de la gloria ¡ªdobla en victorias al segundo, el Reino Unido, a EE UU y a Rusia ni se les ve apenas¡ª como el de la infamia: mediada la tarde la IAAF anunci¨® los dos primeros positivos del campeonato, que corresponden ambos a dos atletas kenianas, Koki Manunga y Joyce Zakari, especialistas de 400m vallas y 400m, respectivamente.
Ambas fueron sometidas a controles especiales en su hotel antes de la competici¨®n. La noticia, sumada a todas las informaciones que la prensa internacional ha repetido esta semana relatando c¨®mo los campamentos de maratonianos del valle del Rift son ciudades sin ley en los que todo vale en asuntos de sustancias prohibidas, comparables a los campamentos mineros de cuando la fiebre del oro en California, arroja una sombra dura sobre las medallas, y se convierte en su reverso mate. Atra¨ªdos por las ganancias sin fin prometidas a los mejores, cientos de j¨®venes se lanzan a correr ante un pu?ado de managers europeos que eligen a los mejores. Cuando la competencia aument¨® y el fil¨®n de oro no daba para todos, irrumpi¨® la EPO, cuentan los que han investigado en el valle, corrompi¨¦ndolo todo y a decenas de atletas que comenzaron a comportarse como vulgares blancos.
En esa dial¨¦ctica, la aparici¨®n de vallistas, como el laureado Bett, o jabalinista, bichos raros en la fauna atl¨¦tica del pa¨ªs, es una necesidad. El pa¨ªs que hered¨® de la metr¨®polis brit¨¢nica el amor por el atletismo y que convirti¨®, en los primeros a?os de su independencia al atletismo en su bandera y en su orgullo, con Kip Keino triunfando en M¨¦xico 68 ante Jim Ryun, norteamericano, tiene j¨®venes de tal calidad f¨ªsica que solo necesitan medios y tiempo para convertirse en el imperio del siglo XXI.
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