Fue un robo
Los fallos del ¨¢rbitro poseen ese halo de misterio que lleva a sus v¨ªctimas a atribuirles oscuros motivos
Entre las cosas horribles que tiene el f¨²tbol, una de las m¨¢s fascinantes, y casi bellas, es el error arbitral. Lentamente, despu¨¦s de que un colegiado te haya destrozado los nervios priv¨¢ndote de un triunfo que te correspond¨ªa, su fallo adquiere estructura de leyenda, oscura y tosca. Esos partidos en los que una decisi¨®n, incluso varias, conspiran como una partitura para arrebatarte la victoria, se resumen en una hermos¨ªsima frase en la que hay algo de exquisito y callejero a la vez: ¡°Fue un robo¡±. Sin verlo, nos hacemos una idea salvaje del encuentro.
Mientras los errores de los jugadores se drenan como si fuesen lluvia, los arbitrales sea contraen al estilo de una enfermedad, que resulta ser incurable, y te aboca a la melancol¨ªa. El mundo parece un lugar muy distinto despu¨¦s de que el juez de campo te anule un gol reglamentario, o conceda a tu equipo un penalti que en realidad se produjo fuera del ¨¢rea. Las equivocaciones en que incurre el colegiado son una versi¨®n del fin del mundo, y no se limpian con nada. Antes o despu¨¦s, aunque sea mucho despu¨¦s, el olvido recuerda. Los aficionados que sufren los desaciertos los llevan consigo como si fuesen un recordatorio de que la vida es una mierda. En el fondo, la pr¨¢ctica deportiva en la que once jugadores tratan de imponerse a otros once nada tiene que ver con el f¨²tbol, que como se sabe remite a la tristeza, la felicidad, la rabia, la infancia, los d¨ªas soleados, la infamia, el paso del tiempo, el azar o los agravios, y no a la existencia que lleve un bal¨®n.
El f¨²tbol est¨¢ compuesto, entre otras muchas cosas ajenas a ¨¦l, por una atroz cadena de injusticias ¡ªen especial si el equipo es modesto y se enfrenta a otro poderoso¡ª a las que hincha y jugador han de resignarse, y despu¨¦s de encajar la hostia, ponerse de pie. No hay mucho que hacer. Son cosas que pasan. Pasan de vez en cuanto, varias veces al mes. En el momento menos pensando se compensan con otra injusticia, o con un gol hermos¨ªsimo, o con una victoria in extremis, o con una carambola inexplicable, como cuando John Benjamin Thoshack dec¨ªa que uno de los fen¨®menos m¨¢s lindos que hab¨ªa contemplado en un campo de f¨²tbol hab¨ªa sucedido en Vallecas, un d¨ªa que el guardameta sac¨® largo de porter¨ªa, un jugador pein¨® el bal¨®n hacia atr¨¢s, y el posterior remate sali¨® fuera del campo y se col¨® por la ventana del ba?o de una casa, donde quiz¨¢ un se?or hac¨ªa pis en ese instante. Tambi¨¦n es posible que no se compensen con nada.
Los fallos del ¨¢rbitro, que s¨®lo son una vicisitud m¨¢s de la vida, igual que el d¨ªa que te rayan el coche, poseen ese halo de misterio que lleva a sus v¨ªctimas a atribuirles oscuros motivos. El entrenador del Manchester United Tonny Ducherty acostumbraba a decir que hab¨ªa tanta pol¨ªtica, tantos intereses y tantas conspiraciones en el futbol, que no cre¨ªa que Henry Kissinger ¡°hubiera durado ni 48 horas en el United¡±.
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