Rugby vs f¨²tbol
Lo razonable ser¨ªa decantarse por el rugby, aunque para m¨ª sea demasiado tarde

Uno es aficionado de f¨²tbol por circunstancias de la vida similares a las que conducen a una persona a apasionarse por la pol¨ªtica o la religi¨®n, principalmente el lugar y los tiempos en los que uno nace y la influencia de la familia o los amigos. La diferencia, como todos sabemos, es que hay m¨¢s posibilidad de que uno cambie de ideolog¨ªa o de creencia religiosa de que pierda su fe futbolera.
Pero el Mundial de rugby que acaba de ganar en Londres la admirable selecci¨®n de Nueva Zelanda ha puesto mi antigua fe en duda. La arrastro, inevitablemente, desde que me crie en Buenos Aires junto a un padre fan¨¢tico del Celtic de Glasgow. Pero despu¨¦s de haberme visto atrapado por la calidad del espect¨¢culo en los campos de rugby de Inglaterra y Gales durante los ¨²ltimos 40 d¨ªas, me pregunto, ?qu¨¦ pasar¨ªa si se borrara el disco duro de mi memoria y empezara a ver el rugby y el f¨²tbol de cero? ?Por cu¨¢l de los dos me inclinar¨ªa?
La diferencia reside en la intensidad. En el f¨²tbol uno puede especular m¨¢s, por ejemplo pas¨¢ndose la pelota en su propio campo de ac¨¢ para all¨¢ con poco riesgo. En el rugby hay m¨¢s pausas, es cierto, pero cuando la pelota est¨¢ en juego cada segundo vale. El m¨¢s m¨ªnimo lapso de concentraci¨®n por parte de cualquiera de los 15 jugadores en el campo puede generar una oportunidad para que el equipo rival punt¨²e. Los jugadores tendr¨¢n pinta de trogloditas, varios de ellos, pero deben estar permanentemente haciendo c¨¢lculos que requieren un alto grado de rapidez mental.
El rugby no es un deporte para tontos. Ni para cobardes, ni para gente que carezca de la m¨¢s extraordinaria condici¨®n f¨ªsica. El desgaste a lo largo de los 80 minutos que dura un partido, especialmente para los delanteros, los gigantes que se baten en los scrums, o las mel¨¦s, aproxima el l¨ªmite de las posibilidades humanas. Pero, si aspiran a competir al m¨¢s alto nivel, tanto los delanteros como los m¨¢s ligeros y veloces tres cuartos deben poseer tambi¨¦n una exquisita habilidad t¨¦cnica en el manejo de la pelota. Y una panor¨¢mica visi¨®n de lo que est¨¢ ocurriendo en el campo incluso en lo que muchas veces parecen ser jugadas en la que reina el m¨¢s feroz de los caos.
Otra cosa que ha demostrado este Mundial es que, pese a lo que siempre hab¨ªa cre¨ªdo, el rugby puede generar grandes sorpresas. Como por ejemplo la victoria de Jap¨®n contra Sud¨¢frica, un resultado equivalente a la victoria de Corea del Norte contra Italia en el mundial de f¨²tbol de 1966. Tambi¨¦n me ha asombrado la apariencia en el rugby del entretenido debate, eterno en el f¨²tbol, que genera la pol¨¦mica arbitral: fue gracias a una controvertida decisi¨®n del ¨¢rbitro sudafricano en el ¨²ltimo minuto del partido en el que Australia logr¨® la victoria por 35 puntos a 34 contra Escocia en cuartos de final.
Y, en cuanto al viejo t¨®pico de que el rugby es un deporte de hooligans jugado por caballeros y viceversa con el f¨²tbol, aburren un poco los mojigatos que insisten en ello pero hay que reconocer que algo de verdad tienen. Los jugadores de rugby sangran, no fingen, y el respeto que demuestran a los ¨¢rbitros y a los rivales contrasta gratamente con la cultura quejica en los campos de f¨²tbol. En cuanto a los aficionados de rugby, son el espejo de los jugadores: menos hist¨¦ricos que los hinchas de f¨²tbol, m¨¢s generosos a la hora de reconocer los m¨¦ritos de los equipos rivales. Llam¨® la atenci¨®n el apoyo caluroso de la afici¨®n inglesa a los Pumas de Argentina en el estadio londinense de Twickenham ¡ª?Falklands? ?Qu¨¦ Falklands?¡ª durante la semifinal contra Australia.
Lo razonable, en resumen, ser¨ªa decantarse por el rugby, aunque para m¨ª sea demasiado tarde. El f¨²tbol seguir¨¢ siendo mi deporte n¨²mero uno. Objetivamente, adem¨¢s, tiene sus ventajas sobre el rugby. Por nombrar solo un par de ellas, es m¨¢s democr¨¢tico: los bajitos y los delgados tienen iguales o mayores posibilidades de triunfar que los grandotes; y el arte de Leo Messi no lo supera la gran estrella del rugby neozeland¨¦s, el medio apertura Dan Carter, ni de cerca. Sin embargo, este Mundial de rugby reci¨¦n concluido me ha impactado m¨¢s de lo esperado. Lamento reconocer que de ahora en adelante no dejar¨¦ de vez en cuando de preguntarme si es una pena que no me criara en Nueva Zelanda con un padre que no hubiera sido un loco del Celtic de Glasgow.
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