El precio de la pasi¨®n en la monta?a
Un documental re¨²ne a los hijos de tres de los trece alpinistas que fallecieron en el ¡®verano negro¡¯ del K-2, en 1986
El alpinismo nunca encuentra respuestas satisfactorias a sus preguntas recurrentes: ?Cu¨¢l es el precio a pagar cuando se persigue una pasi¨®n? ?D¨®nde est¨¢ el l¨ªmite? Ning¨²n alpinista desea sacrificar su vida, aunque todos entienden el peligro inherente a la experiencia. En el peor de los casos, puede alcanzarles una muerte prematura, si bien ah¨ª no acaba todo. Justo en ese punto empieza la historia de los que siguen vivos: compa?eros de cuerda, parejas, padres, hijos¡ Lo cierto es que nadie desea seguir el rastro de esos puntos suspensivos, y se establece un silencio denso e inc¨®modo en el que la menci¨®n a la monta?a supone una bofetada apenas mitigada por el paso del tiempo. El Bilbao Mendi Film Festival se despidi¨® esta semana ofreciendo, entre otros trabajos premiados, el documental K-2, touching the sky de la realizadora polaca Eliza Kubarska (premio a la mejor direcci¨®n), obra que hurga en las consecuencias del llamado verano negro del K-2, en 1986.
Aquellos meses de julio y agosto fueron terribles, de una actividad fren¨¦tica en una monta?a asediada por grand¨ªsimos alpinistas, hombres y mujeres. As¨ª, se estrenaron dos nuevas v¨ªas: un grupo polaco-checo estren¨® la L¨ªnea m¨¢gica, la m¨¢s directa y est¨¦tica que conoce la monta?a. Por su lado, Jerzy Kukuczka (quien discut¨ªa el trono del mism¨ªsimo Reinhold Messner) y Tadeusz Piotrowsky abrieron en un estilo ligero y terriblemente comprometido una l¨ªnea que a¨²n no conoce repetici¨®n. Semejantes gestas fueron pronto relegadas a un segundo plano cuando lleg¨® la hora de levantar el campo base y contar los desaparecidos: 13 alpinistas quedaron para siempre en la monta?a, entre ellos Tadeusz Piotrowsky, la tambi¨¦n polaca Dobroslawa Miodowicz Wolf y la brit¨¢nica Julie Tullis.
Piotrowsky perdi¨® ambos crampones durante el descenso, resbal¨® y se precipit¨® al abismo. Dobroslawa Miodowicz Wolf y Julie Tullis se vieron sorprendidas a 8.000 metros en una tormenta espantosa que dur¨® cinco d¨ªas y las mantuvo presas, junto a otros cinco alpinistas en el interior de dos tiendas que no volaron por los aires de milagro. Tullis muri¨® de agotamiento sin llegar a dar un paso ladera abajo, casi igual que otros tres de sus compa?eros. Dobroslawa pudo escapar junto a Diemberger y Bauer, pero la dieron por desaparecida a 7.000 metros: dej¨® un hijo de cuatro a?os; Tullis dej¨® hijo e hija, veintea?eros; Piotrowski no lleg¨® a conocer a su hija, que naci¨® poco despu¨¦s de su muerte.
El documental K-2, touching the sky re¨²ne a estos cuatro hu¨¦rfanos en un viaje que les conduce hasta el mismo campo base del K-2. Caminan en busca de una catarsis que les permita encarar un pasado del que unos se se?alan como v¨ªctimas y otros no.
De visita en Bilbao para promocionar la obra, Lukasz Wolf, hijo de Dobroslawa, reconoce que el documental le ha concedido la oportunidad de pensar con profundidad en la p¨¦rdida de su madre: ¡°Llen¨¦ la mochila de libros que hablaban de la tragedia, de diarios de los supervivientes, de fotos de los expedicionarios, y los devor¨¦ camino del campo base¡±, explica Lukasz. Un a?o despu¨¦s de la tragedia, una expedici¨®n vasca y otra japonesa se encontraron con el cuerpo de Dobroslawa atado a una cuerda fija, lo condujeron hasta el pie de la monta?a donde le dieron sepultara y colocaron una placa que, a ratos, deslumbra a los que aspiran a escalar el K-2. ¡°El campo base del K-2 me pareci¨® un lugar bell¨ªsimo y encontr¨¦ la tumba de mi madre. No sent¨ª nada especial, no he llegado a ninguna conclusi¨®n, pero s¨ª puedo decir que no culpo a mi madre, y eso que he pensado mucho en el sentido de todo esto. Soy quien mejor puede entenderla porque soy un apasionado de la escalada en roca, y no puedo vivir sin escalar. Adem¨¢s, no soy quien para juzgar a nadie. Por supuesto, hubiese preferido tenerla conmigo m¨¢s a?os y que luego se dedicase a escalar, pero en los a?os 80 era complicad¨ªsimo para un polaco salir de expedici¨®n. Mi madre tuvo la oportunidad de escalar el K-2 en 1982 y renunci¨® porque estaba embarazada de m¨ª. As¨ª que cuando le lleg¨® una segunda oportunidad en 1986, entiendo que no la dejase escapar. La apodaban Mrowka (hormiga), debido a su tes¨®n¡±.
Su padre, igualmente alpinista, muri¨® en la monta?a cuando Lukasz contaba 11 a?os de edad. Y en el colmo de la desgracia, su madrastra pereci¨® hace tres a?os sepultada por un alud. ¡°La muerte de mi padre fue mucho m¨¢s dolorosa porque apenas guardo recuerdos de mi madre. Nunca llegu¨¦ a hablar de ella con mi padre, no tuvimos tiempo de sentarnos y confesar nuestros sentimientos. Al morir mi padre, durante un a?o, cada ma?ana al despertar suplicaba que fuese un sue?o, que mi padre no estuviese realmente muerto¡¡± explica. Lukasz considera que no se puede hablar de ¡°culpables¡±, aunque reconoce que la sociedad polaca, con sus profundas creencias cat¨®licas, s¨ª se?al¨® con el ¨ªndice a sus padres. ¡°De lo que s¨ª puedo hablar es de las consecuencias de estas desapariciones, y aunque no puedo explicar c¨®mo me ha afectado s¨ª puedo describir c¨®mo cambi¨® a mis abuelos, con los que me cri¨¦. Siempre recuerdo que mi abuela repet¨ªa que perder a su hija fue lo peor que le pudo pasar en la vida. En mi caso solo puedo decir que no s¨¦ si con mis padres vivos hubiese sido m¨¢s feliz, pero s¨ª creo que todo hubiese sido m¨¢s f¨¢cil¡¡± reconoce.
No s¨¦ si con mis padres vivos hubiese sido m¨¢s feliz, pero s¨ª creo que todo hubiese sido m¨¢s f¨¢cil¡¡±? Lukasz Wolf, hijo de Dobroslawa, escaladora fallecida
Lukasz empez¨® a escalar porque pas¨® su infancia asistiendo a los cursos de iniciaci¨®n a la escalada que impart¨ªa su padre. Pero durante una d¨¦cada escondi¨® a sus allegados que escalaba: sencillamente no quer¨ªa preocuparles, le horrorizaba la idea de que llegasen a creer que corr¨ªa peligros mortales. ¡°Ciertamente, la muerte es algo obvio y muy presente en mi vida. A veces, me cuesta motivarme para emprender un proyecto sabiendo que hoy estoy vivo y ma?ana, por la raz¨®n que sea, puedo no estarlo. Me pregunto para qu¨¦ esforzarme¡¡±. Pese a ello, a sus 34 a?os, ejerce de arquitecto y acaba de terminar tambi¨¦n la carrera de Bellas Artes, pinta, recorre Europa escalando¡
Hanja, la hija de Piotrowski, culpa a su padre. La hija de Julie Tullis confiesa no entender nada del alpinismo, de las motivaciones que se llevaron a su madre, mientras su hermano acepta, en una paz aparente, lo que le ha tocado vivir. Lukasz sigue creyendo que una persona debe perseguir sus sue?os.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.