El Nanga Parbat, en femenino
Nunca antes un ¡®ochomil¡¯ invernal hab¨ªa concedido tanto protagonismo a mujeres, como Elisabeth R¨¦vol o Tamara Lunger, aspirantes a firmar una gran p¨¢gina del himalayismo
El invierno pasado, nadie tuvo la paciencia y determinaci¨®n demostrada por la alpinista francesa Eisabeth R¨¦vol y su compa?ero polaco Tomek Mackiewicz, dos que deseaban con desesperaci¨®n alcanzar la cima del Nanga Parbat (8.125 m) y ser los primeros en lograrlo en la temporada invernal. Cuando el resto de expediciones hab¨ªa levantado el campo base hace d¨ªas, R¨¦vol y Mackiewicz supieron subirse al tren de una ventana de tiempo estable y alcanzaron la cota de los 7.800 metros, un r¨¦cord, antes de verse fulminados por el fr¨ªo y el agotamiento. Por supuesto, la pareja fue la primera en plantarse hace escasas semanas a los pies del Nanga Parbat¡ y pr¨¢cticamente ha sido la primera en quemar todos sus cartuchos y regresar a casa.
Marianne: un ¡®ochomil¡¯ en invierno por amor
Marianne Chapuisat es alpinista por accidente, por un encuentro amoroso que la sorprendi¨® con 23 a?os. Suiza, aunque se expresa perfectamente en castellano, Marianne narra su relaci¨®n con la monta?a como lo que es: una sucesi¨®n de coincidencias que tallaron su camino, un camino nunca perseguido. Se gana la vida como profesora y jam¨¢s ha sido profesional del alpinismo, pero en la pasada edici¨®n del Bilbao Mendi Film Festival suspiraba por sacar tiempo para sacar la cuerda y escalar en cualquier parte, pero escalar en roca es un gesto nimio a la luz de su curr¨ªculo: es la ¨²nica mujer que ha escalado una monta?a de 8.000 metros en invierno, y da igual que no fuese uno in¨¦dito. Fue en 1993 y contaba apenas 23 a?os¡ y ninguna experiencia en alta monta?a.
Enamorada perdidamente de un alpinista argentino, se sum¨® a su expedici¨®n, lo uno llev¨® a lo otro y se plant¨® en la cima¡ con un equipo mediocre y un buzo de plumas prestado por un sherpa. No era consciente de que acababa de escribir una p¨¢gina de la historia del himalayismo, y nunca ha parecido importarle, tal y como explicaba en el campo base del Everest, en el a?o 2000. Si los alpinistas siempre quieren m¨¢s, Marianne no sufre de bulimia y no sabe que tiene hambre hasta que le ofrecen un plato de su gusto. As¨ª escal¨® tambi¨¦n, en verano, el Nanga Parbat. Pero ella clava los ojos y, muy seria, asegura: ¡°solo soy una profesora¡±.
¡°En esta monta?a, cada d¨ªa es una recompensa, un paso hacia lo desconocido donde una se descubre a s¨ª misma, sus posibilidades¡¡±, resume Elisabeth R¨¦vol, espantada por la crudeza de un invierno como no se recuerda, el peor de los ?seis! inviernos seguidos que ha conocido su compa?ero Tomek en esta monta?a del Karakoram. Ambos narran, todav¨ªa espantados, c¨®mo para alcanzar la cota de los 7.500 metros han soportado temperaturas a¨²n m¨¢s g¨¦lidas que las que sufrieron el pasado invierno: 50 grados bajo cero. ¡°Hemos disfrutado del privilegio de estar en la pelea, y sufrido el miedo que provoca un fr¨ªo que devora poco a poco tu organismo, que trata de salvar un poco de calor para que los ¨®rganos vitales no dejen de funcionar, un cuerpo al ralent¨ª, un cuerpo que economiza¡¡±, ilustra R¨¦vol. Una voluntad que desea mirar hacia arriba y un organismo que apenas da para descender. As¨ª, la pareja permaneci¨® ocho d¨ªas en la monta?a, aislada del mundo salvo por un tel¨¦fono sat¨¦lite unido a un amigo que interpretaba los partes meteorol¨®gicos, que promet¨ªan vientos menos violentos. ¡°Amanec¨ªamos con el interior de la tienda blanca, llena de nieve, los sacos r¨ªgidos. Tard¨¢bamos horas en equiparnos, paralizados por el fr¨ªo. Sab¨ªamos que fuera de la tienda, la vida era imposible¡ pero luchamos contra los elementos hasta el l¨ªmite. No s¨¦ si podr¨¦ soportar de nuevo momentos as¨ª en una monta?a, ni siquiera s¨¦ si seguir¨¦ en el futuro con este proyecto del Nanga: me siento agotada frente a esta monta?a, su cima, que parece tan a mano desde el campo base¡ y pensar que he pasado un a?o entero preparando cada m¨ªnimo detalle de esta expedici¨®n¡¡±, se sincera R¨¦vol. Demasiada exposici¨®n al riesgo, demasiado compromiso, razones de sobra para dar media vuelta conscientes de que su organismo no aguantar¨ªa un segundo intento, ni aunque llegase en dos o tres semanas.
Una ca¨ªda brutal
Por su parte, el resto de las expediciones tambi¨¦n ha sufrido la bofetada del Nanga Parbat: la expedici¨®n polaca dirigida por Marek Klonowski tambi¨¦n alcanz¨® d¨ªas atr¨¢s, por otra ruta distinta, una altura cercana a los 7.500 metros, antes de desistir. En su caso, problemas financieros podr¨ªan forzar su abandono. La otra expedici¨®n polaca, formada por Adam Bielecki y Jacek Czech, apenas dur¨® un suspiro en la monta?a. Ambos, un tanto optimistas, se hab¨ªan planteado la posibilidad de escalar la monta?a en estilo alpino, es decir, casi con lo puesto. Pero la crudeza del invierno, que ha descarnado la monta?a convirti¨¦ndola en una pista de hielo, rompi¨® sus esquemas y se vieron forzados a unir sus fuerzas con la expedici¨®n de Txik¨®n, Nardi y Sapdara. Enseguida, Bielecki sufri¨® una ca¨ªda de 80 metros por el corredor de acceso a la ruta Kinshofer, lo que unido a los problemas f¨ªsicos de su compa?ero acabaron con las esperanzas de uno de los equipos m¨¢s fuertes presentes en la monta?a. Solo el incomprensible capricho del azar permiti¨® a Bielecki salir apenas magullado de una ca¨ªda tan brutal.
Igual que los alpinistas se abrazan para darse calor cuando les sorprende una noche al raso en la monta?a, las dos expediciones que a¨²n quedan en pie han decidido hacer causa com¨²n. As¨ª, Simone Moro y Tamara Lunger ya no van por libre, ni por una ruta in¨¦dita a medias, sino por la cl¨¢sica ruta Kinshofer, parcialmente equipada con cuerdas fijas por Txik¨®n, Nardi y Sapdara. Nunca se hab¨ªan citado tantas mujeres con el Nanga Parbat invernal. Eliminada R¨¦vol, queda Tamara Lunger, a la sombra de un Simone Moro que acepta con gusto su papel de mentor. Y no ser¨¢ la ¨²nica mujer en la pizarra: a ¨²ltima hora, y de forma sorpresiva, la estadounidense Cleo Weidlich se ha plantado en el campo base de la vertiente Rupal, junto a dos compa?eros. Aunque Marianne Chapuisat holl¨® en 1993 el Cho Oyu (8.201 m) en invierno, ninguna mujer se ha apuntado a¨²n una primera a un ochomil invernal in¨¦dito.
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