?Hinchas o clientes?
Los aficionados son el sustento espiritual de cada club, los que remiten al f¨²tbol como objeto de pasi¨®n, no de consumo
Sosten¨ªa Mario Benedetti que un estadio vac¨ªo era ¡°el esqueleto de una multitud¡±. A¨²n no se le ven las costillas, pero el f¨²tbol debe estar en alerta, ya hay tembleques. El pasado s¨¢bado, 10.000 hinchas del Liverpool abandonaron Anfield en el minuto 77 del duelo entre los reds y el Sunderland. El motivo: una subida de 77 libras (100 euros) en los abonos de la pr¨®xima temporada. ¡°Somos aficionados, no clientes¡±, ¡°sin hinchas el f¨²tbol no es nada¡±, se le¨ªa entre las muchas pancartas de protesta. D¨ªas despu¨¦s, los seguidores del Borussia Dortmund desplazados a Stuttgart para un duelo copero retrasaron veinte minutos su entrada al recinto, una vez dentro exhibieron lemas como ¡°?El f¨²tbol tiene que ser asequible!¡± La cosa no par¨® ah¨ª. Mediado el encuentro, la gente del Dortmund comenz¨® a lanzar pelotas de tenis al campo, al tiempo que mostraban un cartel con la inscripci¨®n ¡°Gran Tenis¡±, en referencia a que los grandes eventos de ese deporte suelen tener precios m¨¢s elevados. En Stuttgart, la entrada de pie costaba algo m¨¢s de 20 euros; con asiento, unos 40. En la Premier y en la Bundesliga la asistencia media ronda el 95% del aforo total.
Ay de un club que no cultive sus nostalgias¡±, advert¨ªa el dramaturgo brasile?o Nelson Rodrigues
Han tenido que ser dos aficiones tan enraizadas las que enciendan la mecha. Las hogueras de The Kop y la Sudtribune pueden crear escuela. La federaci¨®n de hinchas ingleses ya ha tomado nota y no descarta una protesta general. La rebeld¨ªa de las dos hinchadas, y las que est¨¢n por llegar, enfoca uno de los conflictos m¨¢s serios a los que se enfrenta el f¨²tbol, el de congeniar hinchas y clientes televisivos. Los primeros ponen el alma, tienen un sentido de pertenencia sin importar qui¨¦n sea el magnate de turno. Los segundos, feligreses a distancia, son el gran mercado, el caladero de los operadores televisivos, el man¨¢ por excelencia del sector. Por ellos se fijan el calendario, los bolos veraniegos y los horarios de la temporada; por ellos se colorean los balones y las camisetas son m¨¢s y m¨¢s chillonas. Los parroquianos adaptan sus comidas y cenas, madrugan o trasnochan, se mojan o sudan¡ Pero todo tiene un l¨ªmite, ya sean los caprichos de un due?o singapurense de paso por Valencia o de un financiero estadounidense que compra el United sin pisar Old Trafford.
El dinero no puede excluir a los hinchas. Ellos son el sustento espiritual de cada club, los que remiten al f¨²tbol como objeto de pasi¨®n, no de consumo. Sin ellos no habr¨ªa arrebatos y sin frenes¨ª el negocio ser¨ªa otro, ya estar¨ªa en manos de los bancos. El f¨²tbol no es cine, por algo ambos g¨¦neros mezclan mal. En el campo no hay ficci¨®n, todo es real, directo, emocional. Cierto que el hincha quiere que le compongan al mejor equipo posible, pero ya no admite ser el pagano del despilfarro. Se resiste, con toda la raz¨®n, a ser un simple apunte contable de tiburones financieros que toman las decisiones en Florida o Pek¨ªn. M¨¢xime, como ocurre en la Premier, donde la pasta televisiva fluye como nunca (10.000 millones de euros).
El f¨²tbol no sentido no es f¨²tbol, no basta con el f¨²tbol para mirar. El Liverpool y muchos otros nunca caminar¨¢n solos¡ pero no a cualquier precio y de espaldas al tenderete entre ricachones, agentes y entrenadores clientelares. Casual o no, cuando sus fieles abandonaron Anfield el equipo ganaba 2-0. Acab¨® empatado en los trece minutos de espantada. Que el resto tome nota, incluida la Liga espa?ola, donde cuesta ver un aforo completo. No parece que el tema preocupe mucho a los jerarcas. A petici¨®n de este peri¨®dico, en la LFP afirman desconocer la evoluci¨®n del precio de los abonos. Fatal descuido. Como lo ser¨¢ el de esos multimillonarios que desde?en los escudos y solo atiendan a lo cat¨®dico.
Si alguien no da con la p¨®cima para conjugar hinchas y clientes, cuidado, cuidado. ¡°Ay de un club que no cultive sus nostalgias¡±, advert¨ªa el dramaturgo brasile?o Nelson Rodrigues. Cuidado, cuidado, o lo del maestro Benedetti puede que no sea solo una met¨¢fora genial.
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