Consentir Sarajevos
Insultar, lanzar todo tipo de objetos, escupir, intimidar¡ son conductas bien vistas y casi celebradas en cualquier campo de f¨²tbol
Hace unas cuantas semanas, en una sala de espera de un hospital, dos se?ores de cierta edad y panzas redondeadas se bat¨ªan por el cambio con una de las varias m¨¢quinas de caf¨¦ repartidas por toda la planta. Uno de ellos, entre improperios dif¨ªciles de reproducir en estas l¨ªneas, le solt¨® una patada de tal calibre al armatoste que a punto estuve de levantarme y devolverle yo los c¨¦ntimos que le faltaban para que dejase de maltratar a la pobre expendedora mec¨¢nica. A su lado, un ni?o que intu¨ª familiar de los viles agresores, pues los tres compart¨ªan la misma cara de becerro, los animaba divertido mientras chupaba un zumo de frutas por una pajita, posiblemente la causa de la refriega: ¡°?Dale, dale! ?Esta no se r¨ªe m¨¢s de nosotros, mim¨¢!¡±.
Recordaba la escena hace unos d¨ªas, mientras le¨ªa la cr¨®nica de mi compa?ero?Rafael Pineda sobre el apu?alamiento de un futbolista de la Tercera Divisi¨®n Andaluza al final de un choque entre filiales que dirim¨ªa el liderato de la categor¨ªa. El pique habitual entre delantero y defensa que presenciamos en cada partido termin¨® con un chaval desplomado en el vestuario, en parada card¨ªaca y con una pu?alada en el coraz¨®n que a punto estuvo de segarle la vida, hoy ya felizmente recuperado. ?Qu¨¦ tipo de persona se lanza a chavetear a un rival deportivo tras un partido de f¨²tbol? Intuyo que debe ser la misma especie que casi se atraganta con una bebida azucarada por la emoci¨®n que le producen los golpes de sus familiares a una m¨¢quina de caf¨¦s, en cuanto se hace mayor y se siente con derecho a pasearse con una navaja en el bolsillo para arreglar, a la tremenda, las disputas o problemas que puedan surgirle en la vida.
Demasiada violencia consentida en cualquier ¨¢mbito de la vida cotidiana y en el f¨²tbol en particular. Demasiadas conductas agresivas, desproporcionadas y alarmantemente inc¨ªvicas. Demasiados ejemplos de mierda para unos ni?os que asisten con ojos de esponja a las explosiones col¨¦ricas de aquellos que, en teor¨ªa, deber¨ªan ense?arles a caminar por el mundo como personas de bien, no como bestias, y que me perdonen los afiliados y votantes del PACMA. Dec¨ªa un profesor que trataba de ense?arnos literatura espa?ola durante el bachillerato que ¡°se empieza admitiendo el uso incorrecto de la tilde y se terminan consintiendo Sarajevos¡±, aunque no estoy seguro de que la cita sea suya.
Insultar, lanzar todo tipo de objetos, escupir, intimidar¡ son conductas bien vistas y casi celebradas en cualquier campo en el que uno asiente las posaderas para disfrutar de un partido de f¨²tbol. ¡°Mi marido es un le¨®n¡±, recuerdo que presum¨ªa orgullosa una se?ora de Pontevedra al ver la algarab¨ªa que provocaba su esposo subi¨¦ndose a las vallas del fondo norte de Pasar¨®n para hostigar al portero rival, al tiempo que trataba de explicar a una vecina de localidad c¨®mo se hab¨ªa golpeado con una puerta, ¡°despistadamente¡±, los dos ojos ennegrecidos que ocultaba bajo unas avejentadas gafas de sol.
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