El Madrid dispara al aire
Aunque el empate en Manchester dej¨® la sensaci¨®n de que la fiesta no terminaba tan mal, es extra?o porque el equipo de Zidane mereci¨® ganar
Un bal¨®n botando a pocos metros de la porter¨ªa, un bal¨®n de playa, le cay¨® a Pepe como le pudo caer encima una vida trasteada por los malos h¨¢bitos. La mir¨® con la mirada que Pepe reserva para las grandes ocasiones, aquellas en las que olvida el div¨¢n, mientras Hart sal¨ªa a por ella como un Cristo resignado. Le peg¨® como se supone que deb¨ªa pegarle Pepe, con el alma entera, la suya y parte de la de Sergio Ramos. Si le hubiese ca¨ªdo a Cristiano hubiera apuntado con el empeine hacia abajo, de tal forma que el bal¨®n pegase un bote o pasase sin papeleo entre las piernas de Hart. El remate de Pepe, que no fue un mal remate, se debi¨® a que tuvo unas d¨¦cimas de segundo para pensar. Esas d¨¦cimas que distinguen a los delanteros, que las comprimen hasta obligarse a rematar por instinto, apuntando a lo primero que les sale del cuerpo. Pero Cristiano no estaba.
Antes del partido fue visto paseando por el c¨¦sped como un astronauta por un cementerio. Cavilaba sobre la temporalidad, sobre la muerte, mientras escuchaba con unos cascos extraterrestres las noticias sobre el intento frustrado de tener Gobierno en Espa?a. Su cara era de preocupaci¨®n. La c¨¢mara le grab¨® bajando el pulgar y se?al¨¢ndose; el pa¨ªs se iba a elecciones y a ¨¦l le dol¨ªa la pierna. El Madrid segu¨ªa en funciones. Ronaldo Nazario observaba el espect¨¢culo con un gesto de placidez, la misma pachorra con la que marc¨® tres goles en la misma ciudad, Manchester, y sali¨® ovacionado por un p¨²blico que era mezcla de admiraci¨®n y espanto, como cuando matan muy bien a un padre.
Madrid y City hicieron una primera parte triste, un encuentro que sigui¨® el patr¨®n oro de una final de Champions; tanto miedo a recibir un gol como a marcarlo, por si en la celebraci¨®n alguien se relaja. El Madrid, sobre todo, llen¨® esos minutos de pases imprecisos y p¨¦rdidas alocadas. No lo corrigi¨® en la segunda parte, cuando en el descuento otro pase de pl¨¢stico mand¨® a De Bruyne derecho a los 90 minuti y dem¨¢s parafernalia maldita. Carvajal lo derrumb¨® como si le hubiese robado el walkman, y esas dos ¨²ltimas oportunidades, una falta que parec¨ªa haber elegido el diablo y un c¨®rner, dejaron la sensaci¨®n de que la fiesta no terminaba tan mal.
Sensaci¨®n extra?a, porque el Madrid mereci¨® ganar. Cuando se aliger¨® Modric, que empez¨® a zumbar entre l¨ªneas mientras susurraba Hey Jude. Cuando se desencaden¨® Bale, que dej¨® dos regates de impresi¨®n (regates que fulminan l¨ªneas defensivas) y un disparo flamenco que pas¨® saludando al poste. Sensaci¨®n extra?a porque Casemiro remat¨® un c¨®rner con la visera y la sac¨® con el pie Lorenzo Rico en un cabezazo al suelo. El suelo al que debi¨® apuntar Pepe en su bal¨®n de plata, cuando quiso arrancarle el coraz¨®n al City en lugar de dispararle a los pies.
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