El italiano Conti gana la etapa m¨¢s larga mientras los favoritos descansan
El pelot¨®n sestea, antes de la batalla de Francia, en una jornada intrascendente
Descartada la ley del m¨¢s fuerte (porque los que lo eran prefer¨ªan guardar para el futuro, o sea para el Aubisque, sin verg¨¹enza alguna), deb¨ªa imponerse la ley del m¨¢s d¨¦bil. O sea, que ganase Romain Cardis, el farolillo rojo de la general, situado a tres horas y 16 segundos del l¨ªder Nairo Quintana. Si hubiera justicia po¨¦tica deb¨ªa ganar ¨¦l, ahora que hab¨ªa cogido la escapada con la que so?aban los lideres para vivir tranquilos. Sentados ellos en el jard¨ªn de Navarra, sobre la bici, paseando, Romain Cardin so?aba con la gloria. Rodeado de verde, con ¨¢rboles que se vierten como el agua sobre la carretera, acogiendo al viandante -ll¨¢mese senderista o caminante-, dejando a los lados las cuevas de brujas antiguas, Cardin probablemente so?aba, entre el olor cambiante de la vegetaci¨®n, con una victoria b¨ªblica que convirtiese a los ¨²ltimos en los primeros. Pero la Biblia no es la historia. Ni el futuro.
Quiz¨¢s con eso so?aba Cardin, en su primer a?o de profesional, mientras en Urdax, bordeaba la frontera donde suena el franc¨¦s y el euskera con el mismo acento, y el espa?ol serpentea por desuso. Ll¨¢male Mar¨ªa, Miren o Marie a la se?ora que se mostraba preocupada por el horario de paso por las cuevas de Zugarramurdi, su territorio, ¡°porque pasan dos veces¡±, para sentir la magia que supone ver tu pueblo, tu zona, tu entorno en televisi¨®n, algo as¨ª como el visado de la realidad, los papeles de la legalidad geogr¨¢fica. A uno le gusta ver su pueblo aunque ¨¦l no est¨¦. As¨ª, su pueblo existe. Y lo reconoce. Incluso lo adivina antes de que la televisi¨®n lo enfoque. Y lo explica, antes de que nadie se lo pida. Mar¨ªa, Miren Marie, hab¨ªa trabajado como extra en la pel¨ªcula de ?lex de la Iglesia, ¡°Las brujas de Zugarramurdi¡±, donde hubo exceso de figurantes, y hab¨ªa cantado en una boda de una aut¨®ctona y un donostiarra -sin regalo alguno- Ella, como tantas. Y resulta que Cardin y sus otros once fugados iban a pasar por all¨ª, con el pelot¨®n viendo el paisaje, disfrutando de ese verde tranquilo, intenso, brillante al que le golpeaba el sol como el brazo de un amigo. Mar¨ªa, Miren, Marie, no se fijar¨ªa en ¨¦l. De hecho, llegado un momento, su sue?o explot¨® como una pompa de jab¨®n. Y se le fueron los asesinos de justicias po¨¦ticas, necesitados de la ley del anonimato, hambrientos como ¨¦l. Y se fueron seis. Y luego se fue uno, Valerio Conti, donde la carretera enga?a con aspecto mal¨¦volo.
Risas en la meta
La pr¨®xima edici¨®n de la Vuelta saldr¨¢ de Nimes, la esencia de la torer¨ªa en Francia. Pero el pelot¨®n de la Vuelta hoy no tuvo verg¨¹enza torera, Llegar a media hora de una escapada in¨²til ten¨ªa mucho, todo, de pasotismo, de desgana, de jornada voluntaria de descanso. Llegaron a la meta dando un pase de pecho mirando al tendido, a la velocidad de v¨¦rtigo de un auto de choque en la feria, riendo, salud¨¢ndose, se?al¨¢ndose con el dedo, cicloturistas felices por haber llegado a la meta, ciclistas aficionados encantados de haberse conocido. Por momentos, existi¨® la ilusi¨®n de que el pelot¨®n llegase fuera de control. Apote¨®sico hubiera sido. Relojes parados, sonrisas y l¨¢grimas, amiguetes que dicen que ma?ana la ida es muy dura. Pase de pecho con el toro vencido, humillando, agotado, peque?ito, con los cuernos astillados.
Pero siempre hay quien hace de la necesidad virtud. Y la miseria de unos es la necesidad de otros. Y mientras unos duermen, siempre hay alguien que trabaja. Nunca duerme todo el mundo a la vez. Y a Conti la siesta de los dem¨¢s le devolvi¨® un sue?o. Les rest¨® m¨¦rito el pasotismo de sus colegas, pero le dio premio la insistencia con sus afines. El pelot¨®n le firm¨® el visado pero hab¨ªa que tramitarlo en Urdax. Y lo sell¨® con calidad.
Hay etapas que podr¨ªan solventarse en avi¨®n, ahorrando esfuerzos. Pero hay que hacer un recorrido. Luego los ciclistas deciden qu¨¦ hacer con ¨¦l. Y decidieron ir en carro de paseo, dejando que otros fueran en moto, con prisa. Todo por la etapa reina. Ma?ana se ver¨¢ si ten¨ªa sentido. O era una excusa. O una argucia. O est¨¢n como parecen. Si ma?ana no condiciona el futuro, ni se explicar¨¢ lo de hoy ni se entender¨¢ lo que falta. Es lo que tiene retirarse de las apuestas. Y re¨ªrse de s¨ª mismo.
El sue?o hab¨ªa terminado. Para ¨¦l, el ¨²ltimo de la fila, y para los fuguistas habituales que son presa del fracaso habitual. Tipos que se llaman, por ejemplo, Vegard Stake Laengen, Smukulis, Benedetti... siempre dispuestos a circular sin navegador, siempre entregados a la aventura. Cuando se fue Conti, dijo adi¨®s. Nada de hasta luego. El italiano dijo ciao y esper¨® en la meta. Era el d¨ªa de alguno y ese alguno era ¨¦l entre tantos alguienes.
Por detr¨¢s, el pelot¨®n caminaba bajo el sol y la sombra, con ese jugueteo visual que ofrecen los ¨¢rboles separados. Lo hab¨ªa dicho Nairo en Bilbao: ¡°A ver si se consolida una fuga y llega¡±. O sea, descansamos, que nos esperan las brujas del Aubisque, y de Marie Blanque y del Soudet. Y hace sol. Y llevamos muchos d¨ªas. Y la fatiga. Y la ansiedad. Y todo eso que afecta a la s¨ªstole y al di¨¢stole. As¨ª que el pelot¨®n transit¨® tranquilo, respetando los controles de velocidad, haciendo los stops, los ceda el paso. Llegar, solo llegar, aunque fuera a m¨¢s de 20 minutos, algo que siempre se clava en la carrera como una jornada de abstenci¨®n.
Cardis ya dorm¨ªa. Tendr¨¢ que so?ar de nuevo, buscar otra nube que le pasee a ras cielo. Es la diferencia de correr o no correr. Mar¨ªa, Miren, Marie se qued¨® feliz porque los ciclistas, fueran quienes fueran, pasaron dos veces por Zugarramurdi, por sus cuevas. Y de buena gana, el pelot¨®n hubiera hecho una paradita para darse un garbeo por el territorio de aquellas brujas masacradas por la ignominia religiosa. Otros tiempos. Como los del ciclismo, ¨¦ste de ahora que borra etapas como quien pasa el cepillo por el encerado, sin avergonzarse de que la escapada, ¡°la que ojal¨¢ llegue¡±, lo haga a casi media hora, como si el GPS les hubiera llevado por otra carretera. Una cosa es descansar -es decir no atacar, que ?por qu¨¦ no?- y otra, echarse una siesta sin almohada. M¨¢s vale que despierten ma?ana o, de lo contrario, su cansancio se convertir¨¢ en insomnio.
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