Leo, en casa
Messi en Argentina, y en el Madrid, y en cualquier equipo no entrenado por Guardiola es un injerto deslumbrante que nunca jugar¨¢ como en su club
Despu¨¦s de cada viaje de Messi a Argentina, el jugador termina en el div¨¢n. All¨¢ no se incorpora a un equipo, sino a algo poco recomendable para su salud mental: se incorpora al pasado para hacerlo reanudar en sus botas y no en las de Diego Maradona. ?Por qu¨¦ Messi no es el mismo?, se preguntan los aficionados. La primera respuesta es obvia: porque nadie es el mismo en otra familia. Pero m¨¢s all¨¢ de eso Leo Messi no necesit¨® de familia en goles antol¨®gicos marcados al Getafe, al Zaragoza, al Madrid, al Sevilla. El argentino es una consecuencia del estilo de juego del Bar?a, su m¨¢xima representaci¨®n f¨ªsica, pero cuando el Bar?a no lo dinamita se hace explotar solo.
Esta catarsis generalizada que sucede a los partidos argentinos no ha alcanzado nunca a descifrar la puntillosa ausencia de Messi all¨¢. De la ¨¦poca del pechofr¨ªo y la ira generalizada del aficionado a su figura se ha viajado por fin, tantos a?os despu¨¦s, a la raz¨®n m¨¢s cient¨ªfica por la que Messi nunca termina de imitar al de Barcelona. Es un producto de una idea, y su juego es natural, instintivo y condicionado por una educaci¨®n, la del Bar?a, en la que se ense?a a eso tan po¨¦tico de ocupar y desocupar espacios. Los que mi querido Ram¨®n Estrada llamaba messiniestas, casi robots que hacen de las cosas m¨¢s extraordinarias una industria rutinaria.
Messi es intraducible en Barcelona porque ¨¦l solo constituye un idioma propio, un lenguaje artillado lejanamente desde Michels y glorificado por Cruyff. Messi en Argentina, y en el Madrid, y en cualquier equipo no entrenado por Guardiola es un injerto deslumbrante que nunca jugar¨¢ como en su club, porque nadie entiende mejor a una familia que el que naci¨® en ella. De estas derrotas suyas con Argentina, en donde siempre es el mejor de su equipo, nunca se sacar¨¢ nada en limpio: el Messi del Bar?a no existe en otro sitio.
Sigue marcando la diferencia, golea m¨¢s que nadie y empuja una y otra vez a su pa¨ªs: ha llegado a finales de la Copa Am¨¦rica y Mundial. Si no es un extraterrestre es por la misma raz¨®n por la que lo es en el Bar?a: el alfabeto. No es que en Argentina se lo hayan cambiado, es que la selecci¨®n necesita jugar 30 a?os como el Barcelona para que Messi nazca all¨¢ como naci¨® en La Mas¨ªa. Hay algo de revelaci¨®n en todo ello. La misma revelaci¨®n, ocurrida en M¨¦xico hace treinta a?os, que le persigue como un fantasma.
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