Primavera portuguesa
Coentr?o le dio con la mano cuando ped¨ªa mano, y el ¨¢rbitro, con ese emoticono de ¡°en fin¡± y ojos para arriba, pit¨® penalti
En las esquinas de los campos de Lisboa se decide la suerte del Madrid. Lo hizo en Da Luz, con aquel c¨®rner de Modric que de tanto verlo en Youtube acabar¨¢ tir¨¢ndolo un doble. Lo hizo en Jos¨¦ Alvalade, donde el Sporting se qued¨® con uno menos y sentenci¨® su muerte en el peor momento del Madrid, atacado por el rival y la angustia. All¨ª, junto al bander¨ªn del c¨®rner, Jo?o Pereiro le hizo a Kovacic la t¨¦cnica de los cinco puntos que hacen estallar el coraz¨®n; un movimiento tan r¨¢pido que no lo capt¨® la c¨¢mara pero s¨ª el linier, muy encima de la jugada y de la obra completa de Tarantino.
El Madrid empez¨® el partido con una jugada que llevaba vi¨¦ndose venir desde hace a?os. Consisti¨® en un desborde de Bale por la izquierda. Se desmarc¨® Isco y la asistencia de Bale la cort¨® la defensa, pero un rebote dej¨® el bal¨®n corriendo igual hacia el malague?o. Isco segu¨ªa corriendo pero con la cabeza arriba, lamentando el desmarque fallido, y el bal¨®n iba detr¨¢s dici¨¦ndole que no. Fue la sublimaci¨®n involuntaria de Isco: el bal¨®n conduci¨¦ndolo a ¨¦l.
La primera parte del Madrid fue tambi¨¦n la primera parte de Bale. Dejarlo libre por el campo es como sacarle los grilletes al drag¨®n. Aparec¨ªa y desaparec¨ªa entre zancadas, parti¨¦ndole el espinazo al Sporting para acabar centrando sin suerte. Sobre ¨¦l, arropados, crecieron Kovacic, Isco y Modric hasta enjaular a los portugueses arrull¨¢ndolos en el ¨¢rea con una nana asesina: el canto de las manos que mecen la cuna esperando la llegada de Varane con la almohada. Las desgracias se guardaron para la segunda parte. Cay¨® Bale. Se retir¨® Marcelo y sali¨® Coentr?o, que es jugador de misiones especiales como recre¨® Javi Aznar en antol¨®gico art¨ªculo en GQ; la de Lisboa no lo era, o no lo suficiente para Coentr?o, a quien hay que llamar cuando peligre el mundo y no una liguilla. Relajado, se puso a levantar los brazos dentro del ¨¢rea reclamando una mano. Fue como si Ramos, que ven¨ªa de una lesi¨®n, delegase en el portugu¨¦s la jugada rom¨¢ntica del d¨ªa: el bal¨®n impact¨® en la mano con la que Coentr?o ped¨ªa mano, y el ¨¢rbitro, con ese emoticono de ¡°en fin¡± y ojos para arriba, pit¨® penalti.
Siempre hay un segundo acto en la vida de un madridista, sobre todo si est¨¢n Ramos y Benzema en el campo. La puso el capit¨¢n, cuya primavera empieza en el minuto 80, y remat¨® el mejor 9,5 del planeta. Fue un cabezazo tan poderoso y a horas tan postreras que los del ¡°soy espa?ol, espa?ol¡± dir¨¢n que fue determinante Morata.
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