El Baskonia se da un fest¨ªn ante el Maccabi
La direcci¨®n de Larkin y el poder de Shengelia y Voigtmann acaban con el conjunto israel¨ª
Por alguna raz¨®n, nada casual, Baskonia y Maccabi ten¨ªan los n¨²meros invertidos: nueve victorias y cinco derrotas, para los de Vitoria, antes del partido, y cinco victorias y nueve derrotas para los de Tel Aviv. La raz¨®n, nada casual, es que el Baskonia es un equipo y el Maccabi, puro prestigio, no.
Baskonia, 101 - Maccabi, 88
Baskonia: Larkin (13), Beaubois (14), Hanga (9), Shengelia (22) y Voigtmann (23) ¡ªquinteto titular¡ª; Tillie (2), Diop (4), Blazic (-), Budinger (12) y Luz (2).
Maccabi Tel Aviv: Goudelock (13), Mekel (7), Landesberg (9), Rudd (20) e Iverson (2) ¡ªquinteto titular¡ª; Weems (13), Miller (-), Seeley (6), Smith (8), Pnini (3), Ohayon (-) y Zirbes (7).
Parciales:? 30-24, 12-16, 29-24 y 30-24.
?rbitros: Belosevic (SER), Gkontas (GRE) y Fritz (ALE). Sin eliminados.
Buesa Arena. 14.875 espectadores.
Hay m¨¢s. El Baskonia tiene un l¨ªder, Shane Larkin, capaz de anotar, por dentro y por fuera, pero sobre todo de asistir (en trece ocasiones lo hizo hoy), de parar el reloj o adelantarlo, de congelar o calentar el coraz¨®n de su equipo. Y con ese rictus serio que acostumbra, como si estuviese entrenando o jugando con los amigos, no se inmuta por una mala racha. Cuando le acompa?an los p¨ªvots, caso de Shengelia o Voigtmann, el recital est¨¢ asegurado. Y ambos estaban por la labor. Por eso sobrepasaron los 100 puntos ante un rival que es una suma desordenada de talentos estadounidenses que a veces dan la sensaci¨®n de pasear por la misma acera sin conocerse, sin tropezarse.
Y eso que el partido no se rompi¨® hasta la fase final. Fue un hervidero de anotaci¨®n el primer cuarto, con un 30-24 que reflejaba el intercambio de canastas y aciertos. Porque el Maccabi, puro fuego (mal clasificado, cuatro entrenadores en esta temporada, un ir y venir de jugadores), encontraba la mu?eca floja de Rudd, su mejor hombre, y de Goudelock, tan buen atacante como imp¨¢vido defensor. Rudd le amargaba la vida al Baskonia, pero menos que la acidez de est¨®mago que le produc¨ªan al Maccabi Shengelia, imparable, Voigtmann, imprevisible, y Larkin, intratable. Nunca supo el entrenador debutante, el let¨®n Bagatskis, c¨®mo sofocar las goteras bajo el aro. Que si grandes (Iverson, Zirber...) que si peque?os (la armada americana), siempre encontraba Larkin un pasillo, Shengelia un corredor, Hanga un trampol¨ªn o Voigtmann un triple.
A¨²n as¨ª, se durmi¨® el Baskonia en el segundo cuarto, con un punto anotado en cinco minutos, cuando el Maccabi anotaba sus mejores estad¨ªsticas hasta concluir la primera mitad con un amenazante 42-40. Entonces empezaron los duelos. Que si Larkin, que si Goudelock, que si Voigtmann, que si Rudd, que si Shengelia, que si Smith... Pero hab¨ªa m¨¢s munici¨®n en el Baskonia y mejor repartida. Cuando el Baskonia alcanz¨® la barrera de 10 puntos de diferencia (tras un triple de Budinger) parec¨ªa que se acababa el pescado en el Buesa Arena. Pero el Maccabi reaccion¨®, a base de instinto, generalmente jugando con los peque?os, porque los grandes tropezaban con demasiada facilidad y cerraron el tercer cuarto con un 71-64 amenazante.
Y entonces lleg¨® la eclosi¨®n, la tormenta o, si se quiere, esa llovizna de puntos que parece que no cala pero que empapa. Voigtmann y Shengelia rivalizaban en poder anotador, lo que daba la medida de la fragilidad defensiva del conjunto israel¨ª, y Larkin impart¨ªa una clase magistral de ordeno y mando con la inestimable colaboraci¨®n de todos sus compa?eros hasta alcanzar 15 puntos de ventaja que incitaban a alcanzar la frontera de los 100 puntos como ¨²nico objetivo del encuentro. Y lo lograron. Lo hizo Beaubois, un killer, aunque la pelota no alcanz¨® la red por un tap¨®n ilegal que le dio validez. D¨¦cima victoria del Baskonia ante un Maccabi cuya ¨²nica identificaci¨®n con su historia es el color de la camiseta.
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