El poder de Piqu¨¦ y el ejemplo de Messi
El sentido institucional del Bar?a queda seriamente da?ado por el dedo acusador del central en Villarreal y la ausencia de sus futbolistas en la gala de la FIFA
Acostumbrado a ganar, el Bar?a no sabe perder ¡ªo si se quiere empatar¡ª, ni tampoco mandar, entregada como est¨¢ la junta de Bartomeu a los jugadores que lidera Piqu¨¦. El sentido institucional del Barcelona ha quedado seriamente da?ado por dos im¨¢genes muy comprometedoras para el club: el dedo acusador del central cuando abandonaba el Estadio de la Cer¨¢mica y la no presencia de futbolistas azulgrana en la gala de la FIFA.
Los muchachos de Luis Enrique se bajaron ayer repentinamente del avi¨®n de Z¨²rich tan ocupados y ofendidos como el domingo dejaron Vila-real. Los directivos viajan solos, a merced de la corriente, acostumbrados a vivir en su d¨ªa de Guardiola, siempre pendientes de Messi, y ahora suplantados por Piqu¨¦, quien ejerce al mismo tiempo de presidente, de ejecutivo intermediario con Rakuten y de internacional del Bar?a.
Aunque se sab¨ªa de su inter¨¦s por mandar en el Camp Nou, ya tan expl¨ªcito que ha provocado incluso una declaraci¨®n de renuncia al trono por parte de Guardiola, se desconoc¨ªa que Piqu¨¦ actuar¨ªa sin aguardar a su retirada, todav¨ªa lejana si se atiende a la entrevista que concedi¨® a Jordi Bast¨¦ en TV-3. El zaguero se presenta como el ¨²nico defensor de la causa culer, en el mundo: ante la prensa, la Liga, la Federaci¨®n, la UEFA y la FIFA.
Piqu¨¦ canaliza la frustraci¨®n del barcelonismo que se siente desamparado por sus propios dirigentes y sometido por los poderes f¨¢cticos supuestamente rendidos al Madrid de Florentino. Habla por boca de los periodistas que callan, de los directivos que se esconden, de los capitanes que se aguantan y del entrenador que no sabe si irse o quedarse, confundido como est¨¢ porque el tridente ha dejado de marcar goles, reducido el equipo a Messi.
Vivir a cuenta del 10 ha sido tan f¨¢cil como dif¨ªcil resulta sobrevivir cuando no alcanza para cantar victoria con sus goles. El terreno ha favorecido la reaparici¨®n de un caldo de cultivo victimista que parec¨ªa superado en el Camp Nou desde los tiempos de Cruyff. La sorpresa ha sido todav¨ªa mayor cuando el capitalizador del descontento ha sido un jugador muy inteligente y al que se supone alejado de cualquier populismo como es Piqu¨¦.
Al f¨²tbol le vienen bien figuras con opini¨®n como Piqu¨¦ de la misma manera que el espect¨¢culo televisivo agradece personajes como el suyo porque permiten organizar tertulias sin necesidad de tener m¨¢s imagen que su ¨ªndice acusador contra Tebas, contra la Liga, contra los ¨¢rbitros o contra quien hace que no gane el Bar?a. Nadie mejor que el central para representar al antimadridista frente al silencio del Barcelona.
Piqu¨¦ canaliza la frustraci¨®n del barcelonismo que se siente desamparado por sus propios dirigentes y sometido por los poderes f¨¢cticos supuestamente rendidos al Madrid de Florentino
Los gestos y la voz de Piqu¨¦ permiten no tener que hablar del juego del Bar?a, del f¨²tbol del Madrid, de la continuidad de Luis Enrique, del absentismo de Bartomeu y de los premios de Cristiano Ronaldo ante Messi. Ocurre que cuando se reducen o simplifican tanto los papeles, cuesta delimitar las funciones y exigir responsabilidades, sobre todo en el complejo mundo del f¨²tbol y m¨¢s en un club como el Barcelona.
Irreprochable como futbolista; hincha admirable; eficiente en la intermediaci¨®n y elogiado empresarialmente, no se entiende muy bien qu¨¦ pretende Piqu¨¦ como defensor del pueblo culer, protagonista de un discurso m¨¢s social que futbol¨ªstico, salvo que quiera llamar a rebato a sus ingenuos compa?eros y a sus dormidos directivos, fatalmente resignados a la derrota, d¨¦biles e impotentes todos, v¨ªctimas de la inopia ante el Madrid.
All¨¢ Piqu¨¦ con sus causas e intereses, ya sean leg¨ªtimas, favorables o contraproducentes, s¨ªntoma en cualquier caso de una anomal¨ªa para el Bar?a. Si se trata de cuestiones futbol¨ªsticas, el ejemplo no es el suyo sino el de Messi, irreductible en cada partido, nuevamente h¨¦roe ante el Villarreal: no le pitaron un penalti, remat¨® al palo despu¨¦s y al final meti¨® un gol de bandera para mantener las esperanzas azulgranas de ganar la Liga.
Ocurre que el 10 no abre la boca sino que la voz la tiene Piqu¨¦, cuyo poder expresa precisamente la debilidad del Bar?a.
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