La miserable envidia del aficionado II
Pitar¨¢n a Leo Messi hoy en el Bernab¨¦u. Quiz¨¢ ha llegado la hora de que lo piten en el Camp Nou. Una herej¨ªa, puede ser, pero una en la que caen los aficionados del Real Madrid con Cristiano Ronaldo. Y les funciona. Pitaron a Ronaldo durante el partido del mi¨¦rcoles contra el Bayern en el Bernab¨¦u y, en vez de hundirse, se creci¨®. Marc¨® tres goles y el Madrid gan¨®.
??Qui¨¦n sabe? Si el d¨ªa despu¨¦s el Camp Nou hubiese pitado a Messi cuando fall¨® una ocasi¨®n de gol clamorosa en el primer tiempo del partido del Barcelona contra la Juventus quiz¨¢ no hubiera fallado la ocasi¨®n clamorosa que tuvo en la segunda mitad. Quiz¨¢ el Bar?a podr¨ªa haber pasado a semifinales de la Champions, o al menos haber ca¨ªdo con m¨¢s honor.
As¨ª es el f¨²tbol, como la vida, lleno de quiz¨¢s, quiz¨¢s, quiz¨¢s. Pero hay ciertos constantes, y uno en particular que une, define y distingue a las tribus futboleras del Real Madrid y del Barcelona: jam¨¢s desperdiciar¨¢n la oportunidad de embarrar un triunfo del otro.
Lo vimos el mes pasado cuando el Barcelona logr¨® la ¨¦pica haza?a de remontar la eliminatoria contra el Paris Saint Germain por 6 goles a 1. Todo el m¨¦rito correspondi¨® al ¨¢rbitro; nada al equipo del Bar?a. Y lo volvimos a ver, con previsibilidad matem¨¢tica, cuando el Madrid gan¨® al Bayern esta semana. Un amplio sector del barcelonismo respondi¨® de manera igualmente miserable, mezquina y envidiosa. El ¨¢rbitro y sus jueces de l¨ªnea vencieron al Bayern, no el Madrid.
Eligieron no ver que en el partido de ida en M¨²nich el Madrid fue claramente superior; que a lo largo de las dos eliminatorias el portero del Bayern tuvo mucho m¨¢s trabajo que el del Madrid o que en el partido de vuelta en el Bernab¨¦u el mejor jugador, el que m¨¢s mereci¨® acabar en el equipo ganador, fue Marcelo, el lateral izquierdo m¨¢s deslumbrante desde Roberto Carlos, otro crack brasile?o que visti¨® los colores del legendario club madrile?o. La jugada de Marcelo que condujo al tercer gol del Madrid se mereci¨® la Copa de Europa en s¨ª sola.
Quiz¨¢ no en Buenos Aires o en Estambul, pero aqu¨ª en el pa¨ªs donde inventaron el f¨²tbol la gente ve con perplejidad la inagotable inquina entre las aficiones, las directivas y en algunos casos los jugadores de dos grandes clubes que juegan en la misma liga. Por supuesto que los del Tottenham celebran cuando pierde su rival londinense, el Arsenal. Como celebran los del Manchester City cuando pierde el Manchester United. Pero es m¨¢s como la rivalidad entre el Real Madrid y el equipo al que se enfrentar¨¢ en las semifinales de la Champions, el vecino Atl¨¦tico. La histeria tras la victoria del Madrid contra el Bayern provino de Barcelona, no del otro lado de la capital.
Un matiz: hay un equipo en Inglaterra, el Chelsea, que hasta hace poco despertaba algo muy parecido al odio entre las aficiones de todas las dem¨¢s hinchadas inglesas. Pero desde que el club nombr¨® un nuevo entrenador a principios de esta temporada, el querible italiano Antonio Conte, todo ha cambiado. En un partido de Champions hoy contra un rival europeo la gran mayor¨ªa de los aficionados ingleses, desde Newcastle hasta Londres, querr¨ªa que el Chelsea ganase. Y si lo hiciera gracias a lo que podr¨ªa haber sido un error arbitral pocos le prestar¨ªan mucha atenci¨®n.
El obsesivo antagonismo entre el Real Madrid y el Barcelona es en gran parte la expresi¨®n, por supuesto, de los sentimientos nacionalistas que cada club representa. A esto sumamos el manique¨ªsmo cong¨¦nito, el h¨¢bito mental absolutista, del espa?ol y lo que tenemos es la guerra por otros medios. Sin embargo, igual que las pitadas a Cristiano Ronaldo, funciona. Da resultado. El dominio europeo del Bar?a y del Madrid ha sido casi total a lo largo de la ¨²ltima d¨¦cada y tal vez no sea ninguna casualidad que ha coincidido con un per¨ªodo pol¨ªtico definido por una creciente crispaci¨®n entre Catalunya y la mayor parte del resto de Espa?a.
El dinero ayuda. Tener a Ronaldo y Messi ayuda. Pero quiz¨¢ haya llegado el momento de que los Manchester United, los Chelsea, los Bayern, los Paris Saint Germain e incluso los grandes equipos italianos tomen nota y aprendan a odiar al pr¨®jimo un poco m¨¢s.
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