Azafatas
?Qu¨¦ dificulta que esa cosificaci¨®n de la mujer desaparezca de un d¨ªa para otro del deporte? En realidad se trata de una mentalidad antigua
Hay cosas que seguimos haciendo porque ya se hac¨ªan antes, y tenemos miedo a complicarnos la vida si las cambiamos. La antig¨¹edad siempre despierta compasi¨®n. Tememos m¨¢s a su p¨¦rdida que a su infamia. Definitivamente, nos resulta dif¨ªcil mover las cosas viejas de su sitio. Preferimos dejar que sea el tiempo el que las cambie. Pero el tiempo se cruza de brazos y fluye, no hace nada, act¨²a por dejadez. Por eso sobreviven las azafatas bell¨ªsimas, con un cuerpo diez, encima de los podios, donde entregan ramos de flores y reparten besos entre los ciclistas, o en el paddock de los circuitos, vestidas con shorts, para sujetar una sombrilla sobre las cabezas de los pilotos, o en los descansos del baloncesto, durante los que bailan y sonr¨ªen, a menudo en mallas y top.
Los a?os no mueven un dedo, los d¨ªas se almidonan, siempre pasa lo que sucede. Al final, las cosas solo cambian si las cambias t¨². Parece dif¨ªcil. Y sin embargo, algunas cosas muy dif¨ªciles se pueden hacer con un dedo, como si fuesen f¨¢ciles. Por ejemplo, erradicar la figura de la azafata, abocada por los magnates que controlan ciertas disciplinas deportivas a desempe?ar un nocivo rol: ese en el que ha de vestirse para la ocasi¨®n y situarse ante el espectador para que la mire, tal vez resople, diga uf, y piense que la vida, con todas sus amarguras, se ablanda si hay un cuerpo femenino en el que clavar los ojos. ?Qu¨¦ dificulta que esa cosificaci¨®n de la mujer desaparezca de un d¨ªa para otro del deporte? ?Acaso hay una empalagosa burocracia que salvar? ?Existen leyes que lo impiden? En realidad se trata de una antigua mentalidad, m¨¢s recia que las leyes y la burocracia, que justamente cree en ese rol. Les gusta que al final de un gran esfuerzo, en el que unos cuantos hombres compiten y otros ganan dinero, haya una mujer bella esperando para recompensarlo. Qu¨¦ menos. Y qu¨¦ verg¨¹enza.
Hace unos meses, el Gobierno australiano suprimi¨® de las pruebas ciclistas y automovil¨ªsticas unas azafatas que, elegidas seg¨²n cierto est¨¢ndar de belleza, besaban a los ganadores al final de las carreras. Su lugar lo ocuparon j¨®venes promesas deportivas de ambos sexos. Por si alguien lo cuestionaba, el ministro de Deportes explic¨® que prefer¨ªa ¡°inspirar¡± a las chicas a ser deportistas, mec¨¢nicas o ingenieras, antes que meros est¨¢ndares de belleza. No ten¨ªa sentido, a?adi¨®, que el Gobierno pagase a las azafatas a la vez que financiaba tratamientos psicol¨®gicos para ayudar a las chicas j¨®venes con trastornos provocados por su imagen corporal. Al fin alguien hizo algo por cambiar las cosas. ?Cundi¨® el ejemplo? Apenas. Los magnates optaron por defender la ¡°tradici¨®n¡± de que una mujer adorne con su figura a los h¨¦roes, a la vez que reclama la atenci¨®n del p¨²blico que los jalea. Al menos entre los deportistas fue reconfortante escuchar al ciclista Mikel Landa decir que subir a las azafatas al podio equival¨ªa a tratarlas como objetos. Pena que a su alrededor se apreciase solo el silencio, siempre tan preciso en su afirmaci¨®n.
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