Nairo Quintana recupera la maglia rosa un d¨ªa de supervivencia en la monta?a
Mikel Landa gana la etapa de Piancavallo, donde Tom Dumoulin cede m¨¢s de un minuto a sus perseguidores
Los ciclistas del Giro ni est¨¢n vivos ni est¨¢n muertos. Nadie podr¨ªa afirmar una cosa ni su contrario, aunque fuerzas les quedan las justas y se arrastran en la subida de Piancavallo, cada uno como puede. No hacen falta ataques ni aceleraciones para que cada uno ceda. Es una carrera m¨¢s que de resistencia, de supervivencia. Cada vez m¨¢s juntos, los rivales se miran y se temen. Y ya no esperan expectantes la monta?a del d¨ªa siguiente, sino que sue?an con el final, con que esta tortura acabe, por fin.
Puede m¨¢s que todos Mikel Landa, exuberante como los d¨ªas anteriores, pero con la capacidad para llegar al final de la escapada solo en esta ocasi¨®n. La ¨²ltima curva de la etapa no la afronta con uno m¨¢s listo a su rueda sino con los brazos en alto, celebrando con antelaci¨®n la victoria que le resarce m¨ªnimamente en su Giro m¨¢s luchado, el m¨¢s ingrato. Cede m¨¢s entre los favoritos el l¨ªder Tom Dumoulin, que se pas¨® la etapa persiguiendo, siempre situado en el peor lugar en el peor momento. Si su desfallecimiento, que le cost¨® m¨¢s de un minuto con respecto a sus rivales api?ados, y la cesi¨®n de la maglia rosa por 38s a Nairo Quintana, puede revelar que sus fuerzas se est¨¢n agotando, el m¨ªnimo tiempo perdido en una subida de 14 kil¨®metros que ascendi¨® en solitario, siempre con la cola del grupo de los buenos a la vista, revela tambi¨¦n que sus rivales no disponen de mucha m¨¢s energ¨ªa que ¨¦l. En todo caso, la emplearon mejor y cometieron menos errores.
Todas las grandes carreras ciclistas adoptan un aire delet¨¦reo. Los aficionados aman a unos, desaman a otros, y , como si el fair play fuera ley divina y no un invento de la reina Victoria, que ganaba siempre, todas las cr¨ªticas se ba?an de un tono moral que contagia a los protagonistas. Finalmente cada uno acaba asumiendo los valores que le concede su gente, y olvidan que el ciclismo, como el boxeo, consiste en dar golpes y recibirlos, en derribar y en intentar no caerse. En usar todas las armas posibles. Dumoulin el jueves critic¨® a Nairo y Nibali por no ayudarle a perseguir a Pinot, que hab¨ªa atacado en el momento justo, como solo el franc¨¦s sabe hacerlo, un maestro del contrapi¨¦. "Ojal¨¢ perd¨¢is el podio", les augur¨®. "No sab¨¦is correr". Al d¨ªa siguiente, Dumoulin, el m¨¢s fuerte, sin duda, entre todos los ciclistas que hacen lo que pueden, cometi¨® un error que le conden¨® a pasarse el d¨ªa persiguiendo y llegar mermado al pie de la subida final. ¡°He cometido un error de principiante que por poco me cuesta el Giro¡±, reconoci¨® el holand¨¦s, especialista en el asunto. Si pierde el Giro, lo que es posible, la otra mitad de las razones las encontrar¨¢ en la soluci¨®n que dio al ataque intestinal que sufri¨® por abusar de los geles.
Y todo ello ocurri¨® para que se cumpliera el adagio de Eusebio Unzue, el director del Movistar, que cuando Nairo destroz¨® a Froome en el Formigal de la ¨²ltima Vuelta advirti¨® de que para que llegara ese momento hab¨ªan tenido que trabajar duro muchos d¨ªas en labor de desgaste. Y el jueves, despu¨¦s del ajedrez de Dumoulin en Pontives y Ortisei, despu¨¦s del teatro, los amagos y las amenazas, a?adi¨® Unzue: ¡°Van todos tan justos, hay tan pocas fuerzas, hay tan poca diferencia de capacidad entre la media docena de rivales, que se ganar¨¢ por agotamiento. Ni siquiera Nairo es m¨¢s fuerte que ninguno. No har¨¢ falta atacar, alguno explotar¨¢¡±.
Hubo una explosi¨®n, la de Dumoulin, pero controlada. En Sappada, al comienzo de un repecho y tras una meta volante a 140 kil¨®metros de la meta, el l¨ªder holand¨¦s hizo un Froome. Despistado, desconcentrado, en su mundo, se encontr¨® sin darse cuenta al final de un pelot¨®n muy estirado y veloz. Primer error. En cuanto se percat¨® de la situaci¨®n, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Rojas, hombre de Nairo que estaba atr¨¢s, cerca de Dumoulin, avis¨® a su gente. En pocos segundos, todo el Movistar y medio Bahr¨¦in, el equipo de Nibali, se puso en cabeza del pelot¨®n a esprintar como loco y cuesta abajo. El segundo error lo cometi¨® el propio equipo del l¨ªder, el Sunweb, que reaccion¨® al ataque tan brusca, tan nerviosamente, que con sus aceleraciones dej¨® cortado a su l¨ªder, a¨²n adormilado. Durante 30 kil¨®metros, hasta el pie del Sella Chianzutan, el segunda de mitad de etapa, la carrera fue una persecuci¨®n furiosa. Ayudado por otros equipos despistados ¨CTrek, Jumbo, Orica, Emirates--, Dumoulin logr¨® enlazar al comienzo del puerto, su objetivo primordial, el suspiro de alivio provisional. Si no lo consigue, pierde el Giro. Durante la ascensi¨®n, la etapa se refren¨®, los equipos se rearmaron, los fugados volvieron a irse (Landa y los tambi¨¦n habituales Luis Le¨®n, Rolland y Rui Costa: todos merecer¨ªan un premio colectivo a la combatividad) y los guerreros se prepararon para la batalla final, la del Piancavallo que en sus tiempos Pantani atac¨® furioso y omnipotente y que el caluroso viernes 26 de mayo de 1997, 25 a?os despu¨¦s de la primera maglia rosa de Miguel Indurain, 20 a?os despu¨¦s del Pirata, los favoritos para ganar el Giro subieron como pudieron, a rastras. Y Dumoulin detr¨¢s.
Cumplidas 19 etapas, cuando al Giro le queda otro dur¨ªsimo d¨ªa de monta?a, el s¨¢bado, entre el Monte Grappa y Foza, en Asiago, la ¨²ltima subida, y una contrarreloj de 30 kil¨®metros el domingo, toda llana, entre Monza y Mil¨¢n, los seis primeros de la general est¨¢n comprimidos en 90s, los que separan a Nairo de Pozzovivo. Entre medias est¨¢n Dumoulin, a 38s del colombiano, Nibali, a 43s, Pinot, a 53s, y Zakarin, a 81s. Todos ellos se acostar¨¢n el viernes sinti¨¦ndose capaces de ganar el Giro. Ninguno de ellos lo har¨¢ con la confianza de sentirse m¨¢s fuerte que el vecino. As¨ª es el Giro en el que al principio todos iban juntos y no ocurr¨ªa nada que los pudiera desparejar y al final pasa de todo sencillamente para que sigan yendo juntos.
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